Capítulo 3.

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Me deshago de toda la ropa salvo los bóxers y me tiro en la cama. Había gente en el piso de Jose y no hemos podido ir allí, pero me gusta darle solución a los problemas, así que me limito a esperar a que todo el mundo esté en la cama antes de dejarlo subir a mi habitación. Casi me olvido de que el mocoso estaba en mi habitación hasta que escucho un portazo en mitad del polvo y deduzco que nos ha escuchado.

Jose se va cuando acabamos sin hacer ruido. Quizás es una de las cosas que me gustan de él y por lo que sigo tirándomelo. Sé que él quiere algo más, pero ni siquiera lo menciona. Se limita a aceptar lo que tenemos y punto. Nada de dramas.

Me levanto y bajo a la cocina. La cara de Blas me demuestra que sí, que anoche nos escuchó, aunque intenta disimularlo.

-Buenos días -Dice.

Gruño algo parecido a un "buenos días, niño", y después de echarle un vistazo a la cafetera y decidir que me da pereza incluso pensar en hacerme un café, me dirijo al frigorífico dispuesto a sacar el zumo de naranja. Parece que Blas adivina mis intenciones, porque antes de que me dé tiempo a abrir el frigorífico me llama.

-Hay café recién hecho ahí, y si quieres tostadas también hay.

-Gracias -Murmuro, mientras me acerco al café y me sirvo una taza.

Mientras doy el primer sorbo y el líquido quema mi garganta me digno a mirar a Blas por primera vez desde que he entrado. Está sentado en calzoncillos en un taburete frente a la mesa, con una taza cerca de los labios, pero sin llegar a rozarlos, un par de tostadas a medio comer en un planto frente a él y la cabeza agachada, mirando su móvil. Sonríe, no sé por qué y eso me agobia, tampoco sé por qué. Y se me pasan tantas cosas que podría hacerle en ese mismo momento que me atraganto y empiezo a toser hasta que parece que el café va a salirme por la nariz.

Blas me mira, se levanta, y se acerca, lo cual creo que es incluso peor porque puedo verlo completo, y casi me alegro de ser activo porque el bulto que se marca en sus calzoncillos me parece descomunal.

"Céntrate Álvaro, es tu hermanastro" pienso.

-¿Estás bien? -Pregunta, poniéndome una mano en el hombro. Y está cerca, demasiado cerca.

-¿Dónde está mi padre? -Pregunto, soltando la taza de café cuando consigo dejar de toser.

-Ha salido con mi madre, dijeron que volverían por la noche, que han dejado comida hecha en la nevera.

Justo la respuesta que necesitaba. Empujo a Blas contra la encimera y me quedo pegado a él, sus piernas entre las mías. Creo que casi puedo notar cómo se pone nervioso. Apoya las manos en la encimera pero se le resbalan, lo que lo hace pegarse a mí aún más.

Miro sus labios. Me acerco. Quiero besarlo. Hago un movimiento algo brusco y nuestras entrepiernas se rozan. Teniendo en cuenta que ambos estamos vistiendo sólo unos calzoncillos el roce es intenso. Me acerco aún más, tanto que su aliento roza mis labios.

Lo miro a los ojos y detrás de toda la inseguridad que hay en ese azul, veo que tiene tantas ganas de que lo bese como yo de besarlo. Pero parece que cuando estoy a punto de hacerlo la inseguridad gana, y con un empujón suave el niñato se escabulle y vuelve a su sitio en la mesa.

Una de dos. O es virgen o le sentó peor que mal el escucharme anoche mientras follaba con Jose.

Suspiro y agarro la taza y el plato con las dos tostadas. Me acerco a la mesa y me siento enfrente de él.

-Me ha dicho tu padre que mañana deberíamos llegarnos a la Universidad. Vamos a ir a la misma. Diferentes carreras, pero la misma. Y tanto tú como yo tenemos que sacarnos el carnet universitario y toda esa mierda -Dice.

-Vale, mañana vamos -Digo con la boca llena, provocando que Blas me eche una mirada de asco.

-Voy a darme una ducha -Suspira.

Lo veo salir de la cocina moviendo el culo, tan tranquilo, como si no le hubiese afectado en nada lo que ha pasado hace minutos. Lo que he estado a punto de hacer. Maldita diva y malditas hormonas las mías.

Es mi hermanastro, y esto es una puta locura.

Termino de desayunar y subo. A mi también me hace falta una ducha, pero de agua fría.

Después me tumbo en la cama con los auriculares y no me muevo hasta que Blas irrumpe en mi habitación para decirme que es la hora de comer. Bajo y ha puesto hasta la mesa.

Va a ser un buen partido y todo.

Hablando de partidos, justo en ese momento me llega un mensaje de David diciendo que se cancela el partido que íbamos a jugar esa tarde porque uno de los que venía se había puesto malo.

"No lo canceles, ahora apaño algo" respondo.

Empiezo a pasear por mi lista de contactos descartando a todos y cada uno de mis amigos por diferentes motivos.

Escucho un ruidito y sonrío al subir la mirada y ver a Blas tarareando mientras se echa un vaso de agua.

Y de verdad, juro que no sé en lo que estoy pensando, pero de perdidos al río.

-Oye niño... ¿Cómo se te da jugar al fútbol? -No lo dejo siquiera responder antes de seguir- Bueno, da igual. Esta tarde tenemos un partido.


Hermanastro | blálvaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora