Capítulo 17.

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Miro el calendario que cuelga de mi pared y suspiro. Ya han pasado tres semanas. Creo que debería contarlo todo desde el principio.

Mi padre me obligó a volver a Alcalá, con mi madre, cosa que, sinceramente, agradecí. El niñato no hizo más que llorar aquella noche, al igual que los días siguientes cada vez que en un acto de gilipollez suprema le cogía las llamadas. El único problema era que ya no me creía sus lágrimas, ni me lo creía a él. Yo había hecho todo lo posible, me había traicionado a mi mismo por él esa noche, solamente para enterarme de que él había sido más inteligente que yo y había dejado las mariconadas de lado por un buen polvo. Aún sigue llamando, pero yo ya no lo cojo. Incluso su madre me llama. 

Mi madre intentó convencerme, no sé por qué. Quizás solamente fue porque no le cae excesivamente bien mi padre y si algo lo putea, mejor. Me dijo que no importaba que fuese mi hermanastro, que era como el hecho de ser gay. No importa a quién ames, mientras ames de verdad. Mierda que yo ya sabía. 

Salgo de mi casa y David ya me está esperando sentado en el portal. Tiro de él hacia arriba y lo abrazo.

-Eh, tío -Me saluda- ¿Una cerveza?

-El día que mi respuesta a esa pregunta sea un no, preocúpate -Respondo.

Llegamos a un bar que está a un par de calles. Veo a David casi todas las tardes. Ya no voy a la Universidad, aunque tengo la intención de presentarme a los exámenes. Es solamente por no ver al niñato... Ni a Jose.

-¿Cómo estás? -Y ahí va. La pregunta de todos los días.

-Bien -Contesto, mientras sonrío a la camarera que acaba de traer las cervezas- De puta madre, en realidad.

-Blas no está bien, Álvaro. No es el mismo, no...

-No quiero saberlo -Lo interrumpo- Espero que Jose lo esté cuidando bien. Ya me contó Dani que aún siguen liándose. Está bien. Me he quitado de encima a un niño mimado que pretendía que le jurase amor eterno -termino, y creo que lo que digo me duele incluso a mí.

David suspira y sacude la cabeza.

-Aún estáis a tiempo de arreglarlo, Álvaro.

-¡No quiero arreglarlo! -Le doy un trago a mi cerveza y trato de relajarme al ver que he alzado la voz- Tú sabes de sobra que estuve a punto de mandar a la mierda todo lo que soy esa noche, David. Yo lo quería, quería que funcionase. Él quería exclusividad y yo pensaba dársela... ¡Sorpresa! Fue él quien no me la dio a mí.

-¿Por qué dices quería en pasado? ¿Ya no lo haces? -Rueda los ojos. 

-Claro que lo quiero, David. Lo quise desde el primer día que lo vi, tirado en el suelo de mi habitación porque le había dado un portazo y mirándome el paquete. Pero, ¿sabes qué? No me arrepiento de habérselo dicho tan tarde, de que solamente me escuchase decirlo una vez. No se merecía más. 

-¿Qué vas a hacer cuando tengas que ir a los exámenes? Van a empezar la semana que viene...

-Iré, y trataré de no cruzarme a ninguno, y si me los cruzo... simplemente ni los miraré.

-¿Has conocido a alguien? -Pregunta.

-¿Pero esto qué es? -Río- ¿Un interrogatorio?

-Me preocupo por la vida sentimental y sexual de mi amigo -Responde, también riendo.

-Sentimental nula, sexual muy buena. Como debería haber sido siempre -Guiño el ojo.

Echamos la tarde entre cervezas y charlas banales. Ninguno queremos hablar de amor. No ahora. David es muy suyo y no ha dicho nada, pero yo sé que ha pasado algo que no me está contando. No quiero forzarlo, cuando esté preparado para hablar me lo contará.

Llego a mi casa pasada la medianoche y me tumbo en la cama. Esta es la parte más difícil: cuando estoy solo. Cuando me doy cuenta de que estoy ahí, estancado, incapaz de olvidar pero sin querer recordar tampoco. Hay veces en las que me vienen a la cabeza momentos pequeños con Blas. A veces me pregunto si habrá superado del todo su primera vez. Luego me recuerdo a mí mismo que algo así no se supera. Otras veces solamente me gustaría tenerlo delante, para matarlo... o para besarlo. En muchos momentos echo de menos discutir con él, picarlo por el simple hecho de que me parece adorable cuando se enfada. 

Enciendo mi móvil. 13 llamadas perdidas del niñato. La historia de mi vida. 

Suspiro y lo vuelvo a dejar en la mesilla. Esa noche me duermo con un solo pensamiento en la cabeza...

Puede ser que me estuviese enamorando del niñato, y me he dado cuenta ahora que ya ni puedo ni quiero tenerlo.


Hermanastro | blálvaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora