Capítulo 22.

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No me creo todo lo que Álvaro acaba de decir. Es increíble que haya tenido la sangre fría de decirlo delante de mí.

Las lágrimas no dejan de mojar la almohada. Ahogo mis sollozos contra ella mientras siento cómo me falta el aire. Porque así es como me siento cuando me falta Álvaro, como si me faltara el aire.

Paso así tanto tiempo que pierdo la noción del tiempo. Miro el reloj, son las 2 de la madrugada. Restriego mis ojos, me escuecen de tanto llorar. Pero siento que no puedo dejar de hacerlo. Apenas me levanto de la cama y vuelvo a sollozar.

Escucho unos pasos junto a mi puerta y pego la oreja. Álvaro está hablando con su padre y se despiden. Espero a que la puerta de Álvaro se cierre para salir al baño.

Me lavo un poco la cara antes de salir y vuelvo a mi habitación. Cuando entro Álvaro está allí.

-¿Qué haces? -Susurro sin mirarle.

-No llores así. -Dice serio. -Tú no me quieres. 

-¿Que no te quiero? -Digo indignado. -Tú sí que no sabes lo que es querer a nadie. Eres un egoísta, Álvaro. 

-Yo no te engañé. Nunca te mentí. Cuando te dije que te quería era porque de verdad lo sentía. Has sido tú el que lo ha destrozado todo, joder.

Las lágrimas empienzan a rodar por las mejillas de Álvaro. Ahora los dos estábamos llorando. Y a penas me salen las palabras.

-Supongo que sí. Supongo que soy un gilipollas y por eso he perdido a la persona que más he querido nunca. Joder.

Doy una patada a la cama y me tiro al suelo. Álvaro se sienta junto a mí y coge mi mano.

-Es mejor que dejemos de hacernos daño. -Susurra acariciando mi mano. 

Asiento apretándole con fuerza. Él deposita un leve beso en mi mejilla y se pone de pie.

-A partir de ahora se acabó, Blas. Para siempre.

-Te quiero. -Grito antes de que se vaya.

-¡Cállate, joder! -Se gira hacia mí.

-No puedo. Siento que te estoy perdiendo para siempre. No puedo callarme. Quiero gritarte las veces que hagan falta lo mucho que te quiero.

Me pongo frente a él. Nuestros ojos brillan en la oscuridad de mi habitación. Me acerco a él despacio, con cuidado. Pongo mi mano en su cuello y me acerco a sus labios.

Los rozo suavemente y le beso. Al principio se resiste, pero acaba cediendo y su lengua invade mi boca. 

-Te quiero, Álvaro. -Susurro.

Él se queda callado. Pero no me importa, lo repito cientos de veces mientras sigo besándole. Y sigue sin haber respuesta.

-Adiós, Blas. -Me besa por última vez. 

Sale de la habitación. Se mete en la suya y cierra la puerta. De nuevo me tiro en la cama y con su sabor aún en mis labios vuelvo a llorar.

A la mañana siguiente mis ojos están más que hinchados, y los suyos también. Nos encontramos en la cocina y a penas somos capaces de mirarnos. Igual en la universidad, y el resto del día.

Después de una semana todo seguía igual. Álvaro y yo a penas nos mirábamos. Se me partía el alma cada vez que le veía con otro chico.

Por eso creo que voy a tomar la decisión más inteligente. Cuando nos sentamos todos juntos a la hora de cenar me dispongo a contarlo.

-He decidido irme a estudiar fuera. -Comienzo a decir. -Creo que necesito un cambio de aires. He solicitado una beca para ir a Nueva York.

-Eso es genial. -Dice el padre de Álvaro. -Y con tus notas seguro que lo consigues.

-Muchas gracias. -Sonrío.

Dirijo mi mirada hacia Álvaro, que tiene la vista puesta en su plato. Su padre le da un codazo para que suba la cabeza y diga algo.

-Espero que te la den. -Murmura.

Dos semanas después llega una carta de la universidad. Estamos solos Álvaro y yo en casa, nuestros padres están fuera.

-Joder. -Murmuro leyendo la carta mientras me siento en un taburete en la cocina. 

Álvaro se acerca y se coloca frente a mí.

-¿Qué? -Pregunta.

-Me voy a Nueva York. -Sonrío.

Da un golpe en la mesa y se encierra en su habitación. No entiendo a qué viene esa reacción, pero en el fondo me alegra saber que le molesta.

Llamo a mi madre para contárselo y se emociona. Cuando cuelgo releo la carta. En un par de meses estaré en Nueva York... Me parece increíble. Me muero de ganas, pero a la vez me asusta.

Pero creo que lo que más me asusta de todo es pensar en la posibilidad de olvidar a Álvaro, o de que él me olvide a mí. Aunque supongo, que al fin y al cabo, eso es lo mejor... ¿O no?



Hermanastro | blálvaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora