Capítulo 19.

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-No sé -Le digo a David- Igual Blas me toma por imbécil.

-¿Por qué dices eso? -Me pregunta, desde detrás de sus gafas de sol.

He quedado con él porque lo necesitaba, porque necesitaba a alguien con quien hablar. Y una cerveza después de clase era el mejor plan posible.

-Porque quizás se piensa que no veo cómo sigue yéndose con Jose al baño, o que no sé que queda con él muchos días. Y lo que realmente no sé es a lo que está jugando el muy niñato. Primero me lleva a un concierto y me dice que me va a enamorar, pero no deja de hacer nada de lo que hizo que lo dejase.

-¿Te has planteado volver a vivir aquí en Madrid?

-Mi padre no quiere, y yo no quiero volver tampoco.

-Es jodido que te den tu propia medicina, ¿no?

-¿A qué te refieres? -Le pregunto.

-A que tú eras exactamente lo que Blas es ahora, Álvaro.

-Ya, y mira de lo que me sirvió cambiar, pero bueno, ¿lo vas a defender?

-No. Carlos y yo hemos hablado de esto antes y nos parece fatal como está actuando, pero no sé qué decirte.

-Ya -Suspiro y decido cambiar de tema después de darle un largo sorbo a mi cerveza- ¿Cómo os va a vosotros, por cierto?

-Pues muy bien, a decir verdad. Nunca pensé que podría estar tan bien con alguien tan diferente a mí.

El camarero vuelve a acercarse a nuestra mesa para preguntar si queríamos tomar algo más y ambos pedimos otra ronda de cervezas. Mientras se aleja, me dedico a mirarlo. Es guapo. Muy guapo.

-Se te cae la baba, Álv.

-Está bueno -Digo  encogiéndome de hombros- y tiene toda la pinta de ser gay.

-Suerte con eso.

Nos bebemos la segunda cerveza entre risas y charlas sin importancia. Me apetecía pasar una tarde así con David. Cuando voy a mitad de mi cerveza, me decido y llamo al camarero.

-¿Qué querías? -Me pregunta con una sonrisa.

-¿Cómo te llamas? -Pregunto sin rodeos, viendo por el rabillo del ojo cómo David levanta una ceja, tratando de contener la risa.

-Eh... uh, Giuseppe -Dice el chico, que agacha la cabeza a la vez que sus mejillas se sonrojan.

-Oye, Giuseppe, ¿a qué hora sales de trabajar? 

-Pues... en unos veinte minutos.

-Y si te espero aquí, ¿te vienes conmigo? -Y por su mirada, antes incluso de que conteste yo ya sé la respuesta.

-Claro, ahora te veo... eh...

-Álvaro -Digo, y sonrío girándome hacia David una vez que él ya se ha ido- Te lo dije.

-Me parece increíble la capacidad que tienes de gustarle a todo el mundo -Dice David- Y no solo físicamente, sino... no lo sé. Tienes algo que hace que la gente piense que eres la mejor persona del mundo, que los hace acercarse y quererte aunque luego se lleven el chasco. Te piensas las cosas veinte veces antes de decirlas pero no lo parece, por lo que la gente acepta que hagas daño y pidas perdón porque piensan que lo sientes, cuando en realidad todo, incluso el daño, era premeditado.

-Wow. ¿Todo este psicoanálisis viene a que he conseguido un polvo para esta noche? -Me río.

-No, Álvaro, viene a que te conozco. Y vas a volver a ser el hijo de puta que eras antes de que apareciese Blas -Me dice. 

Me encojo de hombros y vuelvo a cambiar de tema a cosas de la universidad, de Carlos, de cualquier cosa que no tenga que ver con el niñato que apareció solamente para revolucionarme la vida.

Veinte minutos después Giuseppe aparece a mi lado y sonríe.

-¿Nos vamos? -Pregunta.

-Claro -Digo levantándome.

-¿Dónde vas a ir? -Pregunta David frunciendo el ceño.

-A casa de mi padre. Aún tengo las llaves, mi padre y su novia trabajan, y el niñato no suele tirarse a José ahí, así que...

-Vale, vale -Ríe David- mañana nos vemos tío.

Agarro a Giuseppe de la mano y tiro de él hasta mi coche, mientras me cuenta cosas sobre él. No parece un mal chaval, aunque probablemente me olvide de él en cuanto acabe de tirármelo.

Llegamos a casa de mi padre y solo tengo que abrir la puerta para darme cuenta de que me he equivocado: no estamos solos. Y reconocería esos gemidos en cualquier parte... Ambos. Así que cierro la puerta de un portazo y mientras subimos las escaleras la puerta de Blas se abre y éste sale con una toalla liada en la cintura.

-A-Álvaro... ¿Qué haces a-aquí? -tartamudea. Se ha quedado blanco.

-Si crees que me sorprende, niño, te equivocas. Que tú pienses que soy imbécil no significa que lo sea -Digo mientras abro la puerta de mi habitación y dejo pasar a Giuseppe.

-P-Pero... ¿Vas a...?

-No hace falta que Jose salga de ahí para saber que te lo estás tirando, Blas, que no has dejado de hacerlo. Así que sí, voy a tirarme a Giuseppe, y si tienes algún problema con eso, cuéntaselo a quien le importe.

-Yo...

-Una cosa más -lo interrumpo- Esta guerra la has creado tú, niñato, y solo acaba de empezar.

Cierro la puerta detrás de mí y lo dejo ahí parado, semidesnudo y sin saber qué decir, y mentiría si dijese que no me afecta, porque antes de ir a la cama, donde Giuseppe está sentado, me apoyo en la puerta y cierro los ojos un segundo para tratar de contener todo lo que siento en ese momento.


Hermanastro | blálvaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora