Capítulo 11.

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Es sábado por la tarde y mi padre ha salido con la madre de Blas. Probablemente no vuelvan hasta después de cenar.

Nosotros estamos en la cama, sin ninguna intención de movernos. Blas incluso se ha quedado dormido hace un rato.

De pronto empieza a removerse y se despierta sobresaltado. Lo atraigo contra mí y acaricio su espalda, tratando de calmarlo.

-Tranquilo -Susurro.- Las pesadillas se van tarde o temprano.

-¿Por qué me da la sensación de que me entiendes mejor de lo que parece? -pregunta.

Me paso una mano por la cara y suspiro, tratando de poner en orden mis ideas. Creo que ha llegado el momento de contárselo.

-Me pasó casi lo mismo -empiezo a hablar- Yo era un crío de 16 años. Alex fue mi primer novio. La primera persona, y hasta ahora la única, de la que me enamoré. Él tenía 23 años. Estuvimos un año juntos. Poco después de cumplir 17, decidí que quería hacerlo con él, ya que él llevaba tiempo insistiendo y yo no me había sentido preparado hasta ese momento... -cierro los ojos, dejando que entren en mi cabeza todos los recuerdos.- La noche que decidí hacerlo con él estaba nervioso, muchísimo. No sabía qué esperar. Sabía que dolería, pero no que sería para tanto. Aquello no se acercó siquiera al placer. Él no se interesó en ser suave. Alex solamente trató de buscar su propio placer. Yo lloraba y le pedía que parase, pero no lo hizo -noto cómo Blas se abraza a mi con fuerza y dejo un beso en su frente antes de seguir.- Me hizo un desgarro, y luego se fue de la habitación después de llamarme nenaza y decir que lo nuestro había acabado. Estuve una semana sin poder moverme de la cama. Creo que en esa semana me convertí en lo que soy ahora. No he sido capaz de dejar que nadie sea activo conmigo desde entonces.

-No pareces el tipo de persona que deja que lo demás le hagan daño... -musita Blas.

-Aunque a ti no te lo parezca, niño, soy un romántico. Soy el tipo de persona que da el 200% si está enamorado. Dejo el corazón, el alma y el culo, si hace falta.

Blas rueda los ojos ante mi intento de comentario gracioso y se hace el silencio en la habitación.

Lo siguiente que sé es que el niñato está a horcajadas sobre mis piernas.

-¿Qué haces, niño? -Susurro.

-Quiero hacerlo. Quiero que seas tú quien me quite la virginidad. Ahora.

A pesar de que llevo semanas esperando escuchar eso, dudo.

-Niño... te mereces que te la quite alguien de quien estés enamorado, después de un tiempo de relación, con velas, flores y corazoncitos por todos lados -digo, sin dejar de mirarlo a los ojos- y no el cabrón de tu hermanastro en un momento de calentón. Yo no puedo ofrecerte nada de lo que deberías tener, Blas.

-Quiero que seas tú -repite, serio.

Se acerca y me besa, suave, despacio. Y mando a la mierda todo. Creo que yo estoy más acojonado que él. Llevo una mano a su nuca y acaricio el principio de su pelo. Lo hago rodar hasta que estoy yo encima de él y vuelvo a besarlo.

Para no variar, ambos estamos en bóxers.

Bajo hasta su cuello y chupo, beso y muerdo hasta que queda una marca. Mío.

Sigo bajando, besando su pecho mientras él juega con sus manos en mi pelo y jadea. Llego hasta el filo de su ropa interior, la quito y la lanzo. A saber dónde ha caído.

Me estiro hasta llegar al cajón de la mesilla. Lo abro y saco el bote de lubricante y un condón.

Me lleno las dos manos de lubricante y llevo una a la erección de Blas, acariciándola. Gime y yo sonrío.

-¿Confías en mi? -pregunto.

-A ciegas -responde en un susurro. Me da la sensación de que hay más sentido en esa respuesta del que yo alcanzo a entender, pero no es momento de preguntarlo.

Llevo la otra mano a su entrada y meto un dedo lo más despacio que puedo. Lo muevo un poco y meto otro. Blas hace una mueca y paro unos segundos antes de moverlos, estirándolos y  abriéndolos. Meto un tercer dedo y Blas se queja.

-¿Estás bien?

-Sí -Jadea- Muévelos.

Hago lo que me dice hasta que creo que está preparado.

Lo miro y sé que estoy sobreexcitado solo por verlo. Está sudando y jadea, con los ojos cerrados.

Saco los dedos y gime.

Lo más rápido que puedo, me quito los bóxers y me pongo el condón. Me coloco encima de él, haciendo fuerza en los brazos para no aplastarlo. A tientas, coloco mi pene en su entrada y empujo un poco. Vuelve a gemir. Le duele.

-Dime si quieres que pare -Digo.

-Hazlo ya.

-Abre los ojos -pido.- Quiero que me mires.

Me hace caso y los abre, y yo me pierdo en ese azul intenso mientras me empujo dentro de él.

Me quedo quieto, esperando a que se acostumbre. Lo beso y una de mis manos acaricia su miembro, tratando de minimizar el dolor.

Ha pasado menos de un minuto cuando me pide que me mueva y yo lo hago.

Me quedo en un ritmo constante pero suave. Se me escapa un gemido y noto la sonrisa de Blas en mis labios.

Al final, no es solo la primera vez de Blas. Yo nunca había hecho el amor.

No dejo de acariciarlo y besarlo y él se deshace en gemidos. Sé que no va a durar mucho siendo su primera vez y yo tenía tantas ganas que me pasa lo mismo.

Le lleva unos quince minutos soltar un gemido más alto. Se corre, manchándonos el abdomen y el pecho a ambos. Sus paredes se contraen y yo no aguanto más y termino dentro del condón.

Me salgo de él y me tumbo a su lado. Me abraza, sin importar que estemos manchados o pegajosos, y yo lo beso.

Cuando rompemos el beso nos quedamos mirándonos. Estoy absorto, pero aún así lo escucho.

-Álv... te quiero -Susurra, sin apartar sus ojos de los míos.

Y soy tan gilipollas que me congelo. Porque no sé qué decir y porque está pasando todo lo que nunca tendría que haber pasado.

¿Quiero al niñato?

Hermanastro | blálvaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora