Capítulo 15.

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El sábado siguiente me despierta la voz de mi padre gritando mi nombre. Salgo corriendo de la habitación, jadeando, y tratando de no despertar a Blas. Está enfadado.


-¿Qué te pasa, papá? -Pregunto.

-No, Álvaro, ¿qué te pasa a ti? -Responde, casi en un bufido.

-¿Qué quieres decir? -Vuelvo a preguntar, alzando una ceja.

-Anoche, cuando volvimos, entramos a tu habitación, queríamos preguntarte si Blas se estaba integrando bien en la universidad... y nos llevamos una sorpresa bastante desagradable al encontraros a los dos desnudos en la cama.

Mierda. Me he quedado blanco.

-Papá, yo... -empiezo, pero me corta.

-Tú nada. Esa no es la idea. Además, ¿en qué coño piensas? ¡Blas es más inocente que muchos niños! No quiero volver a verte cerca de él, ¿te has enterado? Al menos no de esa forma.

-Tú no me vas a decir con quien acostarme -mascullo- No puedes hacer nada.

-Oh, claro que puedo. Para empezar, puedo mandarte de vuelta con tu madre.

-¡Déjame en paz! -exploto, gritando- Olvídame, y precisamente no trates tú de darme clases de moral -Termino antes de encaminarme a la puerta.

-Solamente ten en cuenta que a la próxima cosa rara que vea te vuelves a Alcalá.

Salgo de casa, ignorando que llevo encima solamente un pantalón corto y una camiseta de tirantes, y que en Madrid ya empieza a notarse el frío.

Me voy al parque más cercano y me siento allí, sin mirar nada, sin hacer nada, solamente a pensar. Horas después, consigo llegar a una conclusión. Y a pesar de que tengo miedo, porque el trío con Jose me hizo dudar acerca de los sentimientos reales de Blas, a pesar de que no termino de confiar en alguien que justo después de hacer tantas gilipolleces solamente para quitarse la virginidad conmigo decidiera que quería incluir a otra persona en un polvo, lo sé. Es ahora o nunca.

Llego a casa a la hora de comer. No escucho nada hasta que subo las escaleras y un sonido sale de la habitación de Blas. Sollozos. Entro y me mira, con los ojos rojos por el llanto.

-¿Qué te pasa, niño? -Pregunto.

-¿Qué haces aquí? -Responde con otra pregunta- Vete, Álvaro. Le he fallado a mi madre. Tú le has fallado a tu padre. Esto, sea lo que sea, se acabó. Nunca tendría que haber pasado nada entre nosotros.

Entonces me doy cuenta de que ese es el mayor problema. Quiero replicar, pero me llega una idea, así que salgo de su habitación sin decir nada y llamo a David.

En menos de media hora, Carlos y David llegan. Carlos saca a Blas de casa con no-se-qué excusa y David saca las cosas que traía en una bolsa bastante bien escondida, por cierto. Entre los dos subimos el colchón que sobra de mi habitación a la azotea y lo tapamos con una sábana blanca. Llenamos los muros de bombillitas de colores y todo el suelo de pétalos y velas. David saca una cesta de mimbre. Yo me encargo de bajar a la cocina y subir los sándwiches que he hecho -porque a mí eso de cocinar como que no se me da muy bien- y unas fresas, y los pongo dentro de la cesta. Cuando terminamos, ha quedado de cine.

-Vaya mariconada -Suelto.

-Pues sí, pero no olvides que a Blas le gustan las mariconadas. Así que suerte, tío -Me dice David.

-Espero que salga bien -Suspiro.

-Tiene que salir bien -Responde- Sé que te estás jodiendo por esto.

-Ni te imaginas cuánto...

-Venga, baja y cámbiate, voy a llamar a Carlos para decirle que suelte a Blas aquí en diez minutos. Voy a encenderte las velas mientras te cambias y me voy con Carlos cuando él llegue, ¿vale? -Dice.

-Vale... Y gracias -Añado.

David me guiña el ojo y prácticamente me empuja. Bajo las escaleras y cambio mi ropa por unos vaqueros negros y una camisa blanca. Me pongo un colgante que Blas me dio hace algunos días. Una llave. Me peino y estoy listo.

Cuando termino de arreglarme, el sonido de la muerta me indica que David se ha ido y Blas está en casa, así que subo corriendo las escaleras hasta la azotea. 

Llamo a Blas y le pido que suba a la azotea un segundo a ayudarme con unas cosas, y me arrepiento de no tener el móvil a mano para fotografiar su cara al ver la azotea. Antes de que le de tiempo a decir nada, agarro su mano y hablo.

-Estoy dispuesto a fallarle al mundo entero por ti, niño -empiezo- no te prometo una relación seria, ni las cosas fáciles, pero puedo prometerte más de lo que pensé que podría volver a prometerle a alguien. La única pregunta es... ¿tú estarías dispuesto a fallarle a todo y a todos por esto... sea lo que sea?

-¿Por qué haces todo esto, Álvaro? -Pregunta.

Respiro hondo y lo miro a los ojos.

-Porque te quiero -Respondo.

Y por fin lo he dicho, justo antes de que se me pase por la cabeza que no he dejado lo que sea que tengo con Jose, y que es la única persona que no sabe lo que Blas y yo tenemos aunque ni siquiera sepamos exactamente qué es. Pero dejo a un lado ese pensamiento y me centro en esperar una respuesta que tarda más de tres minutos en llegar.


Hermanastro | blálvaro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora