Capítulo. 1.

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Una noche más sentada con su cara mojada y sus ojos rojos de tanto sufrimiento observando a través de la ventana del hospital, como el frío otoño ha dado comienzo, Sheila llora por la trágica noticia que le han dado. A su pequeño de tan sólo seis años le han diagnosticado leucemia. Si no se trata a tiempo, y el donante aparece, el pequeño Nicolás tendrá sus días contandos. Sola, sin recursos para poder pagar el tratamiento, una madre joven se derrumba. Lo único que le queda es no perder la esperanza y luchar para que la llama de la vida de su hijo no se apague tan pronto.

Sujetando un café va hacia la habitación de su pequeño observando como duerme plácidamente. Ella le acaricia su cabello dejando escapar unas gotas de amargura de tener que ver así a su hijo.

-—Sheila ¿Cómo estás? -—Pregunta su amiga Venus.

-—Imagínate amiga, mi hijo tiene leucemia y yo no tengo recursos para pagar la operación.

-—Sheila yo te puedo prestar dinero de mis ahorros.

-—Gracias Venus, pero ni así me llegaría. Son dos millones. Dos millones. De donde saco yo ese dinero.- —Responde una mujer abatida y sin fuerzas, de pensar que su hijo se marcha y ella no puede hacer nada.

—-Y a Ernesto, ¿se lo has dicho?

-—Ese miserable, no quiero nada de él. Ya me dejó claro que yo para él era una fulana.

—-Sheila, ahora no debes de pensar en eso.

-—No Venus, Ernesto se deshizo de mí cuando me quedé embarazada de Nico. Me hechó de su vida, me humilló me insultó y hasta me llevó a una clínica para abortar. No, Venus, jamás voy a pedirle nada.

-— Amiga entiendo tu sufrimiento, pero hazlo por tú hijo.

-— ¿Qué dices? Que me humille ante Ernesto para pedirle dinero. Ni loca.

—-Sheila recapacita, si no haces nada tú hijo muere. Si quieres yo te acompaño y hablamos con él.

-–Lo he pensado Venus de ir a buscarlo, él tiene demasiado dinero  pero no me atrevo.

-–Tranquila, yo te ayudaré e iremos juntas le pedirás el dinero y se lo explicaremos para qué lo necesitamos.

-– No se, No se. — responde Sheila con su cabeza gacha mirando al suelo no muy convencida con la idea de Venus.

El día ha sido agotador tras ver como a su pequeño le hacen pruebas y se queja de dolor por los pinchazos. Agarrando su pequeña manita, Sheila sufre en silencio tragándose su lamento de ver como sufre su hijo.

Alrededor de media mañana, el médico que lleva el caso le comunica que hay un donante, tan sólo dispone de cuarenta y ocho horas si quiere dale una nueva oportunidad a su hijo.
Desesperada, atormentada con la idea de perder a su hijo habiendo una posibilidad, Sheila llama a su amiga.
Ambas se ponen en marcha para hablar con Ernesto Villegas, un hombre rico, orgulloso, soberbio y arrogante como desconfiando.

Para una madre desesperada por querer salvar la vida de hijo hace que se trague su orgullo haciendo lo posible por alargar la vida de su hijo.

Al llegar a la casa de los Villegas, unos nervios comienzan aflorar en el cuerpo de Sheila.
Tragando varias veces saliva, aferrándose a su bolso con sus nudillos toca varias veces la puerta.
A recibirla sale una mujer mayor, la mujer inmediatamente la reconoce.
Tras hacerle unos minutos de esperar en la calle, temblorosa pasa por un pasillo estrecho donde le conducirá a una sala en forma de despacho.

Al abrir la puerta cada vez más temblorosa, pasa dentro. Sentado tras su escritorio la espera él.
A pesar de los años Ernesto no ha cambiado nada, sigue tan guapo con su porte elegante y ese traje gris que le sienta como un guante.

-—¿A qué has venido?—- Comienza Ernesto a hablar con semblante duro y ceño fruncio.

-— Ernesto, si me he atrevido a venir hasta aquí es por tu hijo. Necesito dinero.-—Intenta pronunciar bajo el efecto de su mirada amenazadora.

-— Me extrañaba de que no pidieras dinero, pensaba que la gran abogada Sheila Kiroga no tenía por qué pedir dinero.

-— No es lo que piensas. Si lo tuviera nunca hubiera venido arrastrándome hacia aquí. Nicolás tiene leucemia, necesito dos millones para poderle salvar la vida. Por dios Ernesto es tu hijo, nunca te pedido nada. Ayúdame a darle una segunda oportunidad.

–-Tan poca dignidad te queda de venir hasta aquí a pedirme dinero poniendo como excusa a ese niño.

-–Ese niño es tú hijo. Por favor, Ernesto te lo súplico, ayúdame.

-–¡¡Basta!! –-golpea la mesa muy enfadado.
Se acerca a ella muy despacio pronunciando bien cada sílaba, la manda a callar.-– No me creo ni una sola palabra tuya. Aún tengo clavado el dolor que me causaste con irte cuando yo estaba deseoso de casarme contigo. Pero tú te fuiste con ese patán de Cristóbal, y ahora vienes a decirme que te dé dinero. Eres una desvergonzá, lárgate de mi vista, y no vengas a molestarme, apáñatelas como puedas con tu hijo.

Agarrándola de un brazo Ernesto la echa a la calle, donde Sheila cae de rodillas al suelo llorando de ansiedad, mortificándose por haber acudido a ese hombre que hace seis años amó con todas sus fuerzas y por culpa de sus padres que nunca la aceptaron por no ser de su clase, lograron hacerle creer que lo engañaba con Cristóbal, un empleado de la casa. Ingenua de ella que cayó en la trampa, logrando que Ernesto creyera que era como tantas mujeres deseosas de casarse por interés.
Cuando intentó decirle que esperaba un hijo de él, ante toda su familia la humilló sacando sus cosas de la casa, votándola como un animalito sin dejar que se explicase.

-–No sabía que ese mal nacido, te hubiera hecho eso amiga. Si lo hubiera sabido jamás te hubiera propuesto de venir a verlo. Lo siento mucho yo pensé que os habéis separado nunca antes has querido hablar de lo que te sucedió.

-–Tranquila Venus, esa etapa está más que superada. Ernesto se volvió a casar y tiene dos hijas. Le deseé la mayor felicidad.

-– Sheila y si recurres al señor Vivens, el podía presarte el dinero. Trabajamos duro y en los últimos meses has ganado importantes casos.

-– Venus no puedo. Mentí para poder entrar al buffet. Si hubiera dicho que tengo un hijo no estaría trabajando. Ya sabes cómo es el señor Vivens, no le gusta las mentiras y su buffet es el más reconocido e importante del país. Me quedaría sin trabajo.

-—Lo sé. Pero por probar. Tan sólo te queda mañana para conseguir el dinero o no habrá donante ni operación. Sí lo deseas hablaré yo misma con el señor Vivens arriesgándome a perder mi empleo por ayudarte a conseguir el dinero para Nico.  —Sheila se levanta con su corazón agitado pensando de que manera le pedirá el dinero a su jefe, a su último recurso para poder salvar la vida de su hijo.

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora