Capitulo.6.

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Me sentía insultada por parte de Gabriel, quien es el para pagarme por pasar una noche con él, y más sin pedírselo. Me hallaba deshonrada, y todo por una simple palabra. Pero lo peor no era sentirse como una prostituta, si no que ese hombre que me hace percibir cosas inimaginables no entiende que estoy enamorada de él.

Tampoco voy a permitirle que me humille de esta manera. Nada más despedirme de mi hijo, volví para mi casa para arreglarme, debía enfrentarme a Gabriel, por supuesto no le iba a dejar que pensara lo peor de mi tratándome...
!Dios mío!, hasta la palabra me da repugnancia de mencionarla. Qué hecho y lo peor de todo que he conseguido con todo esto.
No valorarme ni un poco, porque solo tenía en mente salvar a mi hijo y poder sentirme de nuevo amaba por un hombre.
Un hombre que ha demostrado ser lo peor, dándome a entender que hace muy bien su papel de seductor. Estoy segura de que está acostumbrado a pagar a otras mujeres quizás no sea yo la única.

Al llegar al bufete, me topo con Silvina le pregunto por el señor Vivens, ésta me dice que está reunido. Perfecto, tendré que esperar.
Vuelvo para mi lugar de trabajo y comienzo a trabajar como otro día más. Venus llega como cada mañana con una taza de café, con su ceño fruncido me mira.

―Sheila, ¿te ocurre algo?

―No. -digo seria y tajantemente.

―Disculpa, no quería meterme donde no me llaman, pero era para decirte que te veo últimamente muy rara.

―Perdona Venus por mi comportamiento, pero últimamente ando un poco apurada, entre ir y venir del hospital, luego el problema que tengo y si a eso le sumas que no puedo dejar de trabajar para conseguir dinero.

―¿Pero no estaba todo solucionando?

―Eso pensaba yo, hasta que hablé con el doctor y necesito más dinero para el tratamiento de un año.

―Dios mío Sheila. ¿Y cómo te la arreglas?

―Trabajando Venus, y cogiendo casos por mi cuenta. Espero que no se entere el señor Vivens.

―Entonces si te va despedir. Dime Sheila, cualquier cosa que pueda hacer por ti ya sabes.

―Gracias Venus, lo sé. Si no fuera por tu amistad yo pienso que me hubiera vuelto loca.

La voz de Silvina nos interrumpe, anunciándome que el señor Vivens quiere verme.

―Buenas tardes Sheila, ¿quería hablar conmigo?

―Sí-Respondo fríamente.

―Tú dirás.

Agarro todo el aire que puedo apretando a su vez mis puños, me sentía irritada y más viendo como me miraba con esos ojos verdes que me tienen deseosa.

―Tome, aquí tiene su sucio dinero.-Le tiro el sobre encima de la mesa de malas maneras.
Él incrédulo me sigue observando desde su posición entrecerrando sus ojos haciendo una línea en sus labios.
Alterado con su respiración aumentándose se levanta poniéndose a mi altura.

―¿Qué significa esto?

―Significa que yo no soy ninguna prostituta para que me tenga que pagar por pasar una noche con usted. Tengo mi orgullo y dignidad para trabajar.

― ¿Entonces por qué lo has hecho?
Sus ojos me atravesaban entera, sus labios se dibujan una pequeña curva mientras tanto yo no podía ni responderle. Qué le iba a decir, que lo amaba, que me había entregado a él gustosa, cuando él no siente nada por una mujer.

―No sé qué te ha hecho pensar así. Simplemente te di ese dinero porque tú misma me dijiste que necesitabas dinero.

―Y lo necesito, pero no así.

―Sheila tú fuiste la que me preguntaste, tú quisiste volver. Ahora no te hagas la ofendida.

―Me estás insultado Gabriel.

―Tómalo como quieras. Pero yo siempre estaré dispuesto a pagarte cada vez que tú me busques. Te dejé bien claro que entre nosotros no debe haber absolutamente nada.

―Demasiado tarde-Logré pronunciar ahuyentando  mis sollozos para que no se asomaran.
Salí de su oficina  descompuesta, con el alma rota de tener que haber escuchado a Gabriel pensar así de mí.

No pude soportarlo más, agarré mi bolso y salí del buffet desacreditada por un hombre sin escrúpulos, un hombre que no sabe que es el amor. Avergonzada por mí misma, dañada por sus palabras, lastimada por sus caricias y besos pensando que volaba en el paraíso entregándome a él.

Pasé el resto del día en el hospital con mi pequeño, era lo que más me reconfortaba, pensar que lo que hice ha sido para verlo sonreír, jugar con esa ilusión abrazándome sintiendo su amor diciendo te quiero mamá. Esas palabras consiguen que no me derrumbe, que todo lo que hecho haya merecido la pena.

Otra noche más y aquí sigo pensando en él, como una estúpida lloriqueando a solas pensando en todo lo ocurrido. Miro el espejo, que puedo ver, solo una mujer que lleva años sin amar, la primera vez que lo hice acabaron destrozándome, era más joven y no entendía las cosas. Años después mi corazón a vuelvo a latir. Pero por quien, por un hombre sin sentimientos, frío como el hielo y ardiente en la cama. Donde me equivocado, que es lo que hecho mal. Primero fue Ernesto y ahora Gabriel.
Quizás haya tenido yo la culpa de todo.
He pasado por tantos momentos en vida difíciles luchando sin armas para salir victoriosa de mi gran batalla.
Una batalla que parece que no quiere terminar y yo busco la paz en mi interior y ser al menos la vencedora de mi propia guerra.
Nada tiene de malo buscar un poco de amor cuando llevo años herida y querer abrir de nuevo la puerta de posibilidades que me ofrece un hombre para amarnos.
De nuevo he vuelto a creer que al igual que yo deseo amar puedo llegar a ser correspondida.
Qué equivocada he estado.
Admito mi derrita pero nada me va impedir seguir luchando por el único hombre que amo de verdad, mi hijo.
Haré cualquier cosa por él y tenerlo más tiempo a mi lado.

GABRIEL

Que hago aquí solo compadeciéndome por mis actos. Solo, sentado mirando el fuego sin poder apartar de mis pensamientos a Sheila.
El fuego es como el amor, una llama roja que se enciende dentro de tu alma para desplegarse por tu cuerpo ansiando poder estar con tu enamorada. Enamorada, que bien suena cuando se trate de una mujer limpia de alma. Pero porque Sheila. Porque te has tenido que vender, no solo has vendido tu cuerpo si no tu alma. Una alma que yo ansiaba que fuera mía como tu cuerpo. Un cuerpo que me ha deleitado con caricias, besos rozándome con sus manos ardientes llegando apasionarme cada vez más.
Donde he puesto mis ojos, no lo sé, solo sé que el primer día que entró a mi oficina su belleza inundó esa habitación, mi corazón comenzó de nuevo a latir, cada día desde la distancia la observaba rezando para que algún día fuera mía.
El día llegó, pero fue una noche tormentosa, tempestuosa por no tener ese amor por parte de ella que tanto ansío. La codicia ha sido mi mayor enemigo, que debo hacer ahora. No puedo luchar solo contra la ambición, el apetito del dinero y el deseo de probar de nuevo sus besos.




LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora