Capítulo 9

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Aquella mañana decidí irme a pasar el domingo al campo junto a Venus y mi hijo. Hacía una mañana preciosa. Comencemos dando un paseo con bici alrededor de los caminos que nos conducirían a una hermosa pradera. Desde allí arriba en lo más alto de una pequeña ladera las vistas eran preciosas, Nico no dejaba de admirar toda la naturaleza que nos rodeaba y no era para menos, en los últimos dos años se lo ha pasado más tiempo en habitaciones de hospital sin conocer mundo. Apreciar la sonrisa de mi hijo era lo más bonito que podía sentir, todas mis penas desaparecían al instante.

Al atardecer algo cansada Nico y Venus me convencieron para ir a cenar. No podía negarme aunque quisiera.
Tras cambiarnos de ropa y arreglarnos un poco volvimos a salir los tres hacia el restaurante de un amigo de Venus.

―Venus por dios este restaurante es carísimo. Como vamos a pagar la cena.

―Tranquila amiga, conozco a Claudio y es un buen amigo, me ha dicho muchas veces que me pase y nunca lo he hecho, pienso que ahora es la gran oportunidad para celebrar que Nico está mucho mejor. Además tú debes de relajarte te va venir bien.

―Mira mamá cuantos animales hay pintados en ese cuadro. — Me señala Nicolás mirando los cuadros que representaban obras de cazadores o de distintos animales, por su puesto a Nico se le iba los ojos, le encantaban los animales.

―Venus amiga, pero que gusto de verte, por fin te has dignado a venir. -Nos dice ese muchacho joven que no aparta sus ojos de mi amiga.

―Sí, perdona por no haber venido antes, mira te presento a Sheila es mi mejor amiga somos como hermanas y a su hijo, mi niño consentido Nicolás.

―Mucho gusto, hola Nicolás que tal campeón.

―Bien.

Tras sentarnos en una mesa Venus me comenta que le gusta Claudio, se nota, si tan solo verla su rostro cambió y sus ojos no tardaron en brillar. Sentados los tres en la mesa cenamos tranquilamente, de pronto los ojos de Venus se abrieron más de la cuenta llegando atragantarse con la comida.

―Venus, ¿qué te pasa?

―Sheila amiga, no mires para atrás.

― ¿Por qué? Al girar mi cabeza me encontré con Gabriel parado en mitad del salón acompañado de una mujer muy bonita.

Mis ojos miraron para el enfrente consternada por lo que había visto. No podía creerme que Gabriel me estuviera haciendo esto.

―Sheila deseas que nos vayamos.

Dudé en mi respuesta, quería salir corriendo de aquel restaurante, pero no era una cobarde para huir y no tenía nada que esconder. Si Gabriel me veía con mi hijo, mi mundo se demoraría, pero ya todo estaba acabado.

―Buenas noches señorita Mesasen, y Kiroga.

―Buenas noches señor Vivens, como se encuentra. -Tan solo pudo hablar Venus, yo aún sentía como mis pulsaciones se activaban precipitándose a lo que iba a ser una catástrofe.

―Señorita Kiroga. Levanté mis ojos nada más escuchar su voz, nuestras miradas se chocaron, su mandíbula estaba tensa había algo en su mirada de desconfianza.
Me sobrepuse un poco y le respondí intentando que las palabras salieran por si solas, pero era algo difícil, Gabriel no dejaba de mirar a mi hijo.

―Señor Vivens este es mi hijo Nicolás. Nico, saluda al señor Vivens, mi jefe.

―Hola. —  Mi hijo le dedicó una sonrisa a Gabriel mientras  él siguió mostrándose frío como un tempano de hielo.

Cerré mis ojos para intentar aguantar el nudo que comenzaba a oprimirme, mis ojos seguían clavados en Gabriel observando cada movimiento, cada mirada que desprendía dedicándomela a mí.
Tras intercambiar varias palabras más con Nico y Venus se marchó con esa mujer. No lo pude remediar pero lo seguí con la mirada apreciando un malestar dentro mi pecho. Parpadeé repetidas veces para eliminar mis lágrimas y seguir con la velada.

Tras la cena marchemos para casa, el día había sido muy bonito si no hubiera sido por la interrupción de Gabriel todo había sido maravilloso.

Me tumbo en la cama al lado de mi hijo recordando la escena del restaurante y verlo en compañía de otra mujer y lo peor de todo, ¿Qué le va suceder cuando llegue a la empresa? Estoy más que segura que me va a despedir.
Me aferro a mi almuhada para silenciar la pena que inundaba dentro de mí. Como podía tanto dolerme y escocerme el amor que siento hacia Gabriel.
Y estoy segura que ahora es el fin de todas mis esperanzas.

Al día siguiente marchemos de nuevo hacia la ciudad, Nico estaba entretenido jugando con su juguetes mientras yo y Venus hablamos sobre lo que me va suceder referente a mi empleo. Yo misma mentí y ahora debo de afrontar mis propias mentiras.

Había llegado temprano al trabajo para poder ver a Gabriel, estoy muy preocupada y con miedo de ser despedida y no poder luchar contra Ernesto por mi hijo.
Me encuentro preparando un café cuando la voz ronca y dura de Gabriel me sobresaltó.
Girándome despacio lo miré directamente, alcé mi cabeza con orgullo sabía lo que me iba a decir y la respuesta ya la tenía preparada.

―Eres una mentirosa — me gritó cerrando la puerta de un golpe fuerte.

―No me grites, y no soy una mentirosa.

― ¿¡Ah, no?! Pues aquí en mi mano tengo tu currículum donde se puede leer que eres una mujer soltera sin hijos. Sin hijos, y anoche descubrí que tienes un hijo.

―Gabriel escúchame, te contaré porque mentí.

―Lo admites. Mentiste para entrar en el buffet y después hacerte la víctima. Eres lo peor Sheila.

―Gabriel te lo suplico escúchame, te contaré la verdad y después haz lo que tengas que hacer — En mis ojos se iban agolpando las lágrimas casi no veía del sufrimiento que me estaba proporcionando Gabriel.

―Y cómo quieres que te crea, si tú misma reconoces que mentiste, después aceptaste mi dinero para meterte en mi cama y yo como un tonto me creí todo tu teatro de mujer decente y enamorada. ¿Acaso sabes tú lo que es el amor?. Eres como todas Sheila, creí que eras distinta, ingenuo de mí por pensar que eras diferente. Pero no sé dónde está la diferencia.

―Gabriel espera — Mis súplicas no sirvieron de nada, él se marchó dejándome un papel encima de la mesa.
No pude más, mis rodillas se clavaron en el suelo, me aferré a la mesa para intentar recomponerme del tormento de cada palabra salida de la boca de Gabriel. Afligida me levanté, me sequé mi rostro mojado y comencé a recoger mis cosas. En la hoja estaba muy claro que Gabriel me había despedido.

―Amiga que ha pasado, se han escuchado los gritos desde fuera.

―Me ha despedido Venus, me voy.

― ¿Cómo? Pero por qué Sheila.

―Muy sencillo Venus, las mentiras no llegan a ningún sitio. Mentí para poder entrar en el buffet y ganar dinero para salvarle la vida a mi hijo. Cuando por fin he podido salvarle la vida a mi hijo me enamorado perdidamente de Gabriel, un hombre sin escrúpulos que no sabe lo que es escuchar. Ante mis actos me marcho.

―No amiga, tú no te marchas, ahora mismo el señor Vivens me va escuchar y si nos tenemos que ir las dos nos iremos.

―Venus, para. Déjalo así, bastante tengo yo con perder mi trabajo como para que tú también lo pierdas. Gracias amiga.

Cargando mi caja con mis objetos personales me topé con Jorge, en silencio me contemplaba hasta que no pude más y dejé caer mi caja abrazándome a él dando comienzo de nuevo a mi sufrimiento.

―Sheila, ¿por dios porqué estas así?

―Me ha despedido Jorge, Gabriel me ha echado. -Solo pude decir esas dos palabras para volver a enterrar mi rostro en su pecho.

Algo más tranquila y acompañada de Jorge me tomo un café en una terraza con unas vistas preciosas del mar.

―Sheila, sé que entre Gabriel y tú hay algo. El mismo me lo confesó, yo me he mantenido al margen conozco muy bien a mi primo y como sabrás la primera regla en nuestra empresa es no fijarnos en las empleadas y tener ningún contacto que no sea el profesional.

―Lo sé Jorge. Y lamento todo lo que ha sucedido.

―Ahora quiero escuchar tu versión. ¿Llegaste a tener algo con Gabriel?

Miré impactada a Jorge moviendo mis ojos de un lado a otro empezando a ponerme histérica, que le podía decir que sí mantuve relaciones con Gabriel o mejor guardaba silencio.

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora