A la mañana siguiente desperté muy temprano, deseaba llegar cuanto antes a la oficina para hablar con el señor Vivens.
Sentada en mi escritorio me hallaba revisando un caso distraída cuando me dió los buenos días. Alcé mi cabeza y le devolví el saludo, casi tartamudeando le pedí que nos reuniéramos. Él lanzándome una mirada de desconfianza me afirmó que pasara a su oficina.— Buenos días señor Vivens.
-— Que desea señorita Kiroga, no dispongo de mucho tiempo.
Cada fibra de mi cuerpo temblaba cada vez más casi me cuesta articular palabra ante esa mirada de desagrado — yo...quería pedir un préstamo a la empresa necesito ese dinero para una emergencia.
Agaché mi cabeza avergonzada, escondiéndome de ese hombre que tanto me intimidaba.—-Aha, ¿y cuánto dinero te hace falta?— Miro aún aturdida como él está tan tranquilo escribiendo en un papel son prestarme atención.
-— Dos...millones. — Pronuncio bajito balbuceando.
-— ¿Dos millones? — Veo como deja lo que está haciendo para mirarme fijamente mostrando una actitud tranquila pero aterradora — Sabe que lleva menos de un año trabajando en la empresa para pedir ese préstamo.
— Lo sé. — Sigo parada mirando a mi jefe.
Se hizo un silencio, yo aún permanecía rígida con esos nervios que cada vez se me agolpaban en mi estómago.—De acuerdo te daré el préstamo, pero con una condición.
En ese momento veía la solución para salvar a mi hijo, pero claro conociendo al señor Vivens, él no regala las cosas. Me pedirá que trabaje más horas.
-– Digame señor, cual es esa condición.
-–Tú. — Frunzo mi ceño confundida.
-— ¿Yo? No entiendo.
-— Fácil, pasar una noche conmigo, complaciéndome.
-— Está hablando de...sexo... — Titubeo ante la idea de verme en la cama como su amante. Canalla.
-— Exacto. Tú necesitas dinero, yo te lo daré a cambio de pasar una noche contigo.
Aquellas palabras me ofendieron, jamás hubiera pensado que el señor Vivens un hombre joven, alto, castaño, ojos verdes color aceituna, atractivo para cualquier mujer me estuviera ofreciendo eso.
Si no hubiera sido por el problema tan grande y la necesidad de que el tiempo se me agota y la vida de mi hijo está en juego lo hubiera abofeteado.
En estos momentos no podía hacer nada porque necesito el dinero y a mi pesar debo de tragarme mi orgullo por mi hijo soy capaz de hacer cualquier cosa.-—Lo pensaré – es lo único que pude pronunciar antes de salir de esa oficina muy enojada.
Sentía como mi corazón pareciese que se salía de la boca. Mi pulso se aceleraba cada más mis lágrimas están apunto de manifestarse por lo que no me quedó de otra de pasar el baño y cerrar la puerta asegurándome de estar aola.
Tengo que agarrarme fuerte al lavabo debido a que todo me daba vueltas, yo pasando una noche con Gabriel. Con mi jefe, con ese hombre distante y frívolo con fama de mujeriego. Intentando apaciguar mi respiracion me lavo repetidas veces la cara, aliviando este lamento que despacio me va destruyendo por dentro. Tomo bocanas de aire antes de volver a entrar a su oficina para darle una respuesta.
Toco la puerta, escucho su voz ronca dándome permiso para entrar.
Estoy demasiado abatida cómo para andar dando explicaciones y mucho menos mostrarme frágil, mis problemas son míos y aunque sé que todo esto me puede costar caro y sienta asco de mí misma debo de pensar y armarme de valor por Nicolás.
Reúno fuerzas mostrándome fría como un bloque de hielo plantada en mitad de esta grande oficina sin atreverme demasido a mirarlo a los ojos le digo que acepto.Sus pupilas se intensifican a más negras, sus ojos verdes deslumbraban dibujando una sonrisa en su rostro de satisfacción.
Él seguía sentado detrás de su mesa echando sus manos detrás de su nuca sin apartar sus ojos relucientes de mí.-—Muy bien Sheila. Sabía que aceptarías, déjame consultar mi agenda. Si quieres podemos quedar el viernes.
— Si ya tengo que hacerlo ¿por qué no hoy?
-–¿Tanta prisa tienes?
-– Ya le he dicho de que me urge poder obtener el dinero.
-— De acuerdo, será como tú digas, cancelaré varias reuniones y esta noche serás mía.
Ah, y ve vestida un poco sexy y sé puntual, no me gusta esperar ya que pago.
A las siete en el hotel yo te espero allí y te haré entrega del dinero.-—De acuerdo. Así se hará.— Cierro mis ojos tratándome mi dignidad repitiéndome a mí misma porqué lo hago.
Me tuve que humecer varias veces mis labios intentando aguantar ese nudo que me oprimía.
Me fui derecha para el baño, cerré la puerta tras de mí dejando libres mis lágrimas mientras sentía el frío en mi espalda de los azulejos resbalándome casi sin fuerzas. Me hice un ovillo para seguir derramando este dolor, lo único que se me pasaba por mí cabeza eran las palabras de Ernesto hace años cuando me acusaba de ser una cualquiera. Nunca lo he sido, nunca me he ofrecidi a ningún otro hombre sin amor, él fué el único hombre que me tocó y ahora estoy destruyéndome, voy a ofrecer mi cuerpo para salvar la vida a mi hijo. Como si no tuviera dignidad ni honestidad a mi misma. Dios mío dame fuerzas para enfrentarme a Gabriel Vivens.Me levanto del suelo lavando me mi rostro bebiendo sorbos de agua para poder hablar con el doctor y contarle que había obtenido el dinero y se lo entregaría esa misma noche para que preparen todo para la operación de mi hijo.
El doctor me comunica que tendrán todo listo nada más le haga entrega del dinero dado que el seguro médico no cumbre la operación.
Por un lado estaba feliz de haber podido luchar para salvar a mi hijo, pero la manera no me agrada demasido.
Pensar en que voy a tener que acostarme con Gabriel hace que odie a mi misma.
Llevo poco tiempo trabajando en el buffet, pero eso no me ha impedido ser una abogada de éxito y ahora que comienzo a despegar para darle una vida mejor a mi hijo me veo atrapada retumbando en mi cabeza las palabras hirientes de Ernesto cuando se dirigía a mi como un cualquiera cuando él mismo fue el primero en mi vida y el último hombre al cual le entregué mi corazón.
Hasta ahora no he pensado en hombres, solo me he dedicado a mi hijo en cuerpo y alma procurando de que nada le falte.
Jamás busqué a Ernesto para pedirle dinero siempre me las he arreglado para salir adelante con mi hijo sola.
Y ahora, precisamente en estos momentos pienso en cómo voy a soportar las manos de Gabriel sobre mí si solo lo veo como mi jefe.
Tan solo me queda terminar de trabajar e irme hacia mi casa para arreglarme para nuestro encuentro.
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LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE
Romance¿Qué serías capaz de hacer para salvar la vida de tu hijo? La desesperación por perder a su hijo, llevó a Sheila a pedirle dinero a su jefe a cambio de pasar una noche con él. Gabriel Vivens, un hombre que no siente ningún afecto hacia las mujeres...