Capítulo. 7.

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El tiempo pasaba mientras veía a Gabriel desde la distancia, intentaba acercarme a él pero nada de lo que hacía podía cruzar ese muro que ha construido entre los dos.
Al alba me despertaba con la nostalgia de sentir de nuevo sus besos, sus manos paseando por mí cuerpo.
Tan solo eran sueños, la realidad mostraba lo contrario.

Hoy la jornada ha sido algo difícil, debido a la negativa de Gabriel, debo hablar con Jorge respecto al caso del HK. Una de las mayores empresas exportadoras de petróleo y a su vez la mayor en traficar con droga. Varios delincuentes han sido detenidos, unos inocentes otros culpables. Es un caso que puede conmigo misma, ya que debo defender a unos hombres sin escrúpulos que le da igual todo con tal de conseguir dinero por un lado y su propósito por otro.
Debatiendo el caso comienza a oscurecer, Jorge amablemente se marcha dejándome sola para terminar en varios días será el juicio y debo tener preparada una buena defensa.

Me encuentro  embelesada mirando fotos, revisando papeles cuando de pronto escuché unas pisadas, alzo mis ojos toda nerviosa encontrándome con él. Desde la distancia veía sus hermosos luceros brillar, mientras tanto yo me alteré sintiendo un cosquilleo de inquietud de tenerlo tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos.

―Buenas noches Sheila, ¿aún trabajas?. Creía que te habías ido.

―No, termino en breve y mi marcho. Ya casi estaba acabando.

― ¿Por qué Sheila?-Me susurra acercándose más a mí, consiguiendo que mi cuerpo tiemble ante su cercanía.

―No entiendo.

―Esa misma respuesta me la he hecho yo miles de veces, no comprendo que es lo que está pasando entre nosotros.

―Lo que debe pasar. Usted es mi jefe y yo soy su empleada. — Era muy difícil ser fría cuando sus manos puestas en mis hombros logran derretir me.

―Sheila, mi bella damisela — Sus dedos rozan mis mejillas, inhalo su fragancia cerrando mis ojos para sentirlo más disfrutando de su contacto.

―Sheila no hay noche sin estrellas y día sin amanecer, todo es un misterio, así es como me siento, dando vueltas sobre lo mismo como un loco borracho gritando tu nombre en silencio. Te deseo y sin embargo no puedo tenerte.

―Gabriel, mientras tu pronuncias mi nombre, yo sueño durante el día en volver a verte, en mitad de la noche necesitando tanto de ti que no consigo olvidar esto que hay dentro de mí.

Sin más preámbulos sus labios estaban pegados a los míos dominando cada fibra de mí consiguiendo que me conmueva ante sus palabras, eran como susurros de melodías transformándome para entregarme a él. Cada caricia que recorría por mi rostro eran llamas, sus besos benignos, estaba acorralada entre su cuerpo y el deseo. Con nuestras respiraciones agitadas nos separemos. Lo miré algo confundida porque deseaba más, lo deseaba a él.

―No Sheila, esto no puede suceder.

―Somos como dos polos opuestos que arden sobre un bloque de hielo. — Respondo mentalizando me de que no puedo saltar la valla que hay entre él y yo.

―Tu misma lo has dicho, somos dos polos opuestos que no se atraen, tan solo...

―Sexo, placer. Así piensas de mí. Tan solo sirvo para calentarte la cama. Gracias por recordarme aquella noche tormentosa.

Pestaño repetidas veces para no mostrarle mis lágrimas de dolor, ese sufrimiento que él me estaba marcando con su indiferencia y reproches. Recojo mis cosas y me marcho sin decirle nada ya estaba todo hablado y ya estoy cansada de repetirme que puedo tener una oportunidad con él cuando nada es cierto. Él me ve como una más con quién divertirse mientras que yo busco algo que no me quiere dar. Su amor9

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora