Capítulo. 5.

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Indecisa comencé a vestirme, por la mañana tenía que ir al juzgado para defender el caso que me daría tiempo para pagar el tratamiento de mi hijo. El juicio duró más de lo que yo esperaba, tenía todo a mi favor, el caso lo tenía ganado.
Y así fue como después de tres horas  el juez dictó sentencia a favor de mi defendido.
Más contenta no podía estar, con este caso conseguiría algo de dinero para el tratamiento de mi hijo.

Al llegar a la oficina me topé con Jorge, le conté todo referente al juicio, él me felicitó y me dejó que siguiera trabajando en otro caso pero está vez menos importante.
Eso era lo que debía de hacer, trabajar duro para sacar a mi hijo adelante.

Entrada la noche seguía trabajando en otro caso, mi cabeza me dolía, agotada me dejé vencer por el sueño acurrucándome encima de mi mesa hasta quedarme dormida.

Gabriel:

Un hombre solitario esperando a su damisela, así me encuentro yo parado en mitad de esta habitación que días antes pude apreciar lo que es el deseo haciendo el amor con Sheila. Una mujer distinta, una mujer bella. Deseoso de volverla a tener entre mis brazos hubiera pagado un millón de euros, pero no ha venido, me ha rechazado.
¿Qué debo pensar?
Muevo mi cabeza para ambos lados necesito esclarecer mis sentimientos, saber lo que realmente quiero, y lo que más hubiera deseado es a ella. Sheila una mujer que tan solo en una noche me ha hecho ver más allá de todos mis temores.
Sin embargo sigo desconfiando en ella como en todas las mujeres.
Como un día me llegué a enamorar perdidamente de Clara, la odio con todo mi alma. No sólo me juraba amor, me daba puñaladas en mi espalda engañándome para meterse en la cama de mi mejor amigo y hasta en la cama de mi padre. Aquello no lo pude soportar sentí como mi corazón dejó de amar el día que vi con mis propios ojos aquella escena. Mi corazón se rompió como un débil cristal, no volví a amar a ninguna otra mujer.
Solo busco placer, pero Sheila, ¿Qué me has hecho que hasta mi indestructible corazón has podido adentrarte?
Enfadado conmigo mismo por ser un estúpido y creer en que volvería a estar con ella me levanto al amanecer comienzo a correr una hora.
Después me ducho me pongo mi traje para ir a la oficina.
Por supuesto llego el primero, aún no hay ningún empleado, comienzo a caminar hasta que llego a la oficina de Sheila parado en el umbral de la puerta abro mis ojos  al máximo, quedándome impactado.
Hay está ella durmiendo encima de la mesa. Puedo imaginarme que habrá estado toda la noche trabajando. Sonrío, verla así
me entra tanta pena al mismo tiempo ternura. Le preparo un café y vuelvo para entregárselo.

―Buenos días, Sheila. -– Le digo susurrando para no asustarla. Ella despacio se va despertando abriendo sus hermosos ojos.
De un golpe se recompone, en su rostro se aprecia el cansancio que arrastra con preocupación me habla desviando su mirada hacia otro lugar.

―Buenos días señor Vivens, ¿qué hora es?

―Sé que es muy trabajadora señorita Kiroga, por lo que veo quiere acaparar todo el trabajo se ha quedado dormida.

― ¡Oh dios! Que vergüenza.

Seguía riéndome viéndola como se intentaba peinar su cabello castaño claro con sus dedos finos. Esos dedos que han recorrido cada parte de mi cuerpo con tanta delicadeza.

―Discúlpeme, estuve trabajando en un caso hasta tarde y al parecer  me tuve que quedar dormida.

―Sheila tómese hoy un día libre. Lo necesita, le vendrá bien descansar.

―Yo...yo no puedo, necesito trabajar para el caso del divorcio del señor Rasel. Es un buen caso y podré ganarlo para ahorrar más dinero.

No puedo soportarlo más, me acerco a ella agarrándola de sus mejillas con mis manos sintiendo como arden bajo mi tacto, la miro a sus ojos azules como el mar para decirle que se vaya a descansar, si no hubiera sido por la entrometida de mi secretaria hubiera acabado saboreado de nuevo esos hermosos labios acompañados de una dulzura que me tiene hipnotizado.

Sheila:

Al sentir tan cerca a Gabriel mi bello se me erizó sintiendo descargas de excitación por mi vientre. Sus manos me acariciaron permitiéndome que me encendiera, la voz de Silvina nos interrumpió y Gabriel tuvo que separarse de mí. No podía apartar mis ojos de él mientras recogía mis cosas para irme a casa.

Recién duchada aún percibía ese contacto de Gabriel, lo necesitaba y me moría de ganas por estar con él, el modo no me gustaba demasiado intentaba buscar alguna otra manera de demostrarle que no soy una cualquiera. Rendida sin poder encontrar opciones, le mando un SMS para preguntar si aún estaba dispuesto a pasar otra noche conmigo. Al momento me respondió que si estaba dispuesto, en el mismo lugar a la misma hora esta noche.

Ansiosa por verlo esta noche me arreglé un poco, salí para el hospital para pasar el día con mi pequeño.
Por la noche le dejé con Miriam su cuidadora. Tranquila de ver como mi hijo iba respondiendo al tratamiento, me cambié de ropa para asistir a la cita con Gabriel.
Hoy me encontraba más contenta, encantada de volver a pasar una noche inolvidable con él.
Al llegar al hotel fui directa a la habitación, al abrir la puerta me quedé impactada comenzando avivarme por ese hombre tan bello que me miraba con un destello en sus ojos verdosos esbozando una sonrisa que me derretía por dentro. Extendiéndome su mano me abraza acercándome más hacia él emprendiendo la llama que él solo como hacerme sentir a través  de sus mimos y besos.

―Seguro que tendrás hambre me he adelantado a pedir la cena.

―Bueno algo sí tengo.—-Mirando la bandeja había demasiada comida para mi gusto, pero todo tenía buena pinta.

Me senté al lado de él saboreando la comida, un filete de ternera con patatas acompañadas de una ensalada. De postre tarta de tiramisú. Durante la cena hablemos de todo un poco, me encontrada cómoda con Gabriel, ante mí tenía un hombre totalmente distinto de que veía todos los días en la oficina. Se veía compasivo, generoso, bondadoso y desprendía una ternura que jamás hubiera imaginado que existiera en ese hombre indiferente, insensible y apático que dirigía el bufete de abogados más importante de la ciudad.

Terminada la cena él, sin apartar sus ojos de mí deslizó tan despacio sus manos por mis curvas  cerrando mis ojos saboreando el momento.
Nuestras pieles se rozaban delicadamente sus besos me agasajan haciendo que nuestros cuerpos dancen al ritmo del amor, del fuego de la pasión.

Al despertar sentí un breve frío, me alteré aún no había amanecido, extendí mi mano y Gabriel no estaba, exhalo su almohada recordando lo que había vivido horas antes con él. Me meto en la ducha estaba tan feliz y radiante de poder haber pasado otra noche más con él, hasta que vi una nota y un sobre.
Agarro el papel comenzando a leer el contenido.
Descompuesta tiré el papel al suelo, indignada me senté en la silla mirando esa habitación, sentía como mi corazón latía con más intensidad. Gabriel había vuelto a pagarme por pasar la noche conmigo.
Afligida y apenada salí de esa habitación que tantos recuerdos me traía, abatida me monté en mi auto para ir al hospital.

Al llegar a la habitación de Nico tomo asiento hablando con Miriam, al parecer  se encontraba bien, en pocos días le darían el alta, eso era lo único que me alegraba, porque otros  ya se encargaban de destrozarme consiguiendo que me sintiera como una patética. Y lo más desastroso era que había comenzado a enamorarme en Gabriel.

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora