Capítulo. 13.

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Me hallaba esperanzada tras haber pasado el fin de semana en compañía de Gabriel y mi hijo. No podía dejar de fantasear con todos los momentos vividos juntos sintiéndome seducida por él. Lo amo, lo adoro y no me importa obsequiarlo dándole todo de mí. Desde mi cuerpo, mis besos, mis caricias hasta mi alma.

La pena que todo lo bueno se acaba. Comienzo a trabajar revisando un caso, cuando lo veo pasar a mi oficina. Me levanto toda exaltada dispuesta a besarlo rodeando mis brazos por su cuello. Su negación es inmediata, me quedo asombrada, le pregunto qué ocurre y sin esperármelo me pregunta quién es el padre de Nico.
Mi boca se reseca temiéndome lo peor le respondo muy despacio Ernesto Villegas.
Sus ojos se abren todo lo que pueden. Comienza con un interrogatorio, sé que Gabriel está dudando de mí, cómo no me lo iba a esperar.

― ¿Qué quieres Gabriel? ¿Para qué quieres tanta información?

― ¿Acaso no puedo saber de ti? ¿O tratas de ocultar algo?

―No. Yo no tengo nada que ocultar, ya te dicho quién es el padre de mi hijo. ¿Qué más quieres?

―La verdad Sheila.

― ¿La verdad? Qué ironía, como no lo he pensado. Te habrá llegado con el cuento de que lo traicioné con un empleado contándote su versión. Pero para qué me voy a molestar en contarte la mía si no me escuchas.

―Para Sheila. Basta, te escucho, por favor cuéntame tu versión.

―Te lo voy a contar. ¿Pero me vas a creer Gabriel?

―Sí. Yo no dudo de ti. También quiero saber por tu boca que fue lo que pasó.

Me deshice de su agarre, agarré varias bocanadas de aire varias veces mientras tomaba asiento, no era una cosa que me gustaba hablar y menos con alguien a quien amo.
Miré fijamente a los ojos a Gabriel comenzando a contarle la verdad de lo que ocurrió entre Ernesto yo.

―Ernesto lo conocí cuando estudiaba en la universidad. Él era el típico chico guapo al que todas las chicas iban tras él.
Sin embargo yo no, tan solo me importaba sacar adelante mi carrera ya que me la estaba pagando la mujer a la que servía mi tía. Coincidimos varias veces en la biblioteca, él fue el primero en hablarme por supuesto para mí fue como un flechazo. No había noche que no suspirase por él, tenía claro que Ernesto era un amor imposible. Por ser pobre, por no tener dinero. Para Ernesto eso no le importó, tras haberlo rechazado varias veces, al final consiguió que me fuera al cine con él y después a cenar. Estuvimos saliendo durante la etapa de la universidad. Él fue mi primer amor y el único hombre con el que me acosté. Al finalizar la carrera nos fuimos de viaje, allí dimos rienda suelta a nuestro amor, lo peor vendría cuando me tendría que presentar a su familia. Me había hablado de ella, pero no esperaba que fueran tan farsantes, impostores y comediantes por haberse reído de mí. El recibimiento no estuvo mal, pero todo eran apariencias delante de Ernesto. Todo parecía que marchaba bien, incluso yo estaba feliz a su lado, pero cuando Ernesto se tuvo que ir de viaje, todo lo claro se volvió oscuro. Mientras Ernesto estaba fuera, su familia me trataba peor que la servidumbre, me hacían de comer en la cocina, me llevaron a otro cuarto cerca de las cuadras de los caballos, no me dirigían ni la palabra. En esos días me enteré que estaba embarazada de Ernesto, se lo dije a su familia. Pero qué esperaba. Una noche comencé a ponerme enferma, la cara me ardía, tenía fiebre, no recuerdo lo que pasó exactamente. Lo único que me acuerdo es que cuando pasó el padre de Ernesto vio a Cristóbal un empleado de la casa en mi cama desnudo. Te juro Gabriel que yo no hice nada, solo me acuerdo que estaba muy mal, estaba enferma. Se armó un escándalo, al hombre lo echaron inmediatamente y a mí esperaron a que viniera Ernesto. Él nunca me escuchó, traté de hablar con él, de desmentir lo sucedido, pero se negó a escucharme. Me cogió arrastras y me llevó a una clínica para que abortara. Dolida hablé con el médico y éste no me provocó el aborto ya que yo me oponía. Al llegar a su casa, mantuvimos una discusión muy fuerte, me tiró toda la ropa que me había comprado a la calle, me insultaba me dió empujones echándome a la calle. Aquella noche dormí en un banco en la plaza, comí de lo que tiraron la gente a la basura. Así estuve una semana, hasta que vi un anuncio de una chica que buscaba compañera de piso. Llamé y ahí fue donde conocí a Venus.

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