Desmoronada me siento por todo lo que me ha dicho Gabriel.
Dios mío, por qué será tan complicado dejar de amar a una persona. Sonará un poco desalentador, pero soy así, primero me enamoré como una estúpida de Ernesto. Me humilló no tuvo ninguna ostentación para escuchar antes a su familia que a mí. Oprimió toda mi verdad acusándome de algo que nunca he hecho, serle infiel sometiéndome acusaciones inapropiadas para dejarme sola, arrojándome a la calle sin ningún miramiento. Y ahora Gabriel, ofendiéndome por la deshonra que hice. Por qué la vida es tan injusta. ¿Por qué?Cenando con mi pequeño suena la puerta, Miriam hace un buen rato que se marchó. Frunzo mi ceño, sin saber quién estará al otro lado de la puerta.
Mi cuerpo se contrae nada más verlo. Él como siempre con su sonrisa cínica clava sus ojos en mí. Una inmensa furia comienza a brotar por mi cuerpo quemándome cada poro de mi piel.―Vaya señorita Kiroga, pensaba que vivía en otro apartamento.
―Qué te importa Ernesto. ¿A qué has venido?
―A ver a mi hijo. Toma este papel, es el resultado de la prueba de ADN.
―Yo no tengo que tomar nada, lárgate. Nico es mi hijo. Sólo mío. O ya se te ha olvidado que tú negaste a ser su padre.
―Tranquila Sheila. Eran otros tiempos.
―Maldito seas Ernesto. Lárgate de mi casa nunca te vas a llevar a mi hijo. Nunca.
Al escuchar las voces Nico con su carita asustada se puso detrás de mí asustado preguntando que ocurría. Ernesto posó sus ojos en el pequeño, lo tenía a escasos metros de él, su parecido era bastante elocuente ahora que ya le comenzaba a crecer el pelo.
―Nico, te acuerdas de qué te hablé que tenías un papá.
―Sí...Musita mi pequeño aún asustado que seguía sin despegarse de mí.
―Pues mira este señor que ha venido a visitarnos es tu papá que ha vuelto de su viaje y quiere verte.
Nico seguía mirando a este extraño aún más asustado, era mucha información para un niño de tan solo seis años. Sus ojitos seguían mirando aquel hombre alto que aguardaba en silencio su respuesta. Nico volvió a mirarme agarrándome muy fuerte mi mano.
―Nicolás, soy tu papá.— Dijo poniéndose de cuclillas para estar a la altura del niño.
Nico seguía sin soltarme la mano. De modo que yo seguía sin soltarle su manita comenzando a respirar con hondura, saber que ese canalla de Ernesto estaba intentando convencer a Nico me ponía más enferma.―Nicolás ven dame tu mano, no te voy hacer nada malo. Mira te comprado un coche.
―No me gustan los coches y no te quiero. Yo quiero a mi mamá.—
Mi hijo salió corriendo hacia su habitación. Respiré algo más tranquila pero por nada del mundo podía bajar la guardia ante Ernesto.―Esto no se va quedar así Sheila. Tarde o temprano Nicolás vendrá a vivir a mi mansión y jugará con sus hermanas.
―Lo tendremos que ver. Pienso luchar por mi hijo hasta el final.
―Lo he intentado por las buenas, ahora todo va ser distinto.
―Tus amenazas me son indiferentes. Vete de mi casa.
Ernesto se marchó y yo por fin pude soltar el aire que tenía acumulado, fui a la habitación de mi pequeño donde lloraba tendido en su cama.
―Nico cariño, ¿por qué lloras?
―Mami, ese hombre me da miedo.
―Tranquilo mi amor nadie no vas a separar. Lucharé hasta que me quede sin fuerzas y sin aliento para que nadie te separe de mí.
Abracé a mi hijo con toda mi fuerza llorando en silencio con el temor de que su padre pueda hacer algo malo para arrebatármelo. No puedo dudar, sé que Ernesto va hacerlo, su egoísmo y su mezquindad lo ciegan para tener mucho dinero sin importarle nada. Solamente salirse con la suya y conseguir sus propósitos.
Antes de que salieran los primeros rayos de sol ya estaba levantada. No pude dormir en toda la noche lo único que me tranquilizaba era ver a mi pequeño feliz. Pero con la llegada de Ernesto en su vida, Nico estaba alterado, nervioso, no dejaba de preguntarme, pero que respuestas le iba a dar. Contarle que su padre me trató mal, que está vivo gracias a mí, que solo lo quiere para cobrar una estúpida herencia. Cómo le explicaba todo eso a mi pequeño.
Esperé que llegase Miriam para hablar con ella avisándole si llegase Ernesto de nuevo a buscar a Nico que me llame de inmediato o mejor aún al a la policía.
Miriam me asegura de cuidar bien de Nico y de llamarme si Ernesto se le ocurre de poner un pie en mi casa.No muy confiada me despido de Nico quedando en vernos a la hora de la comida para ir a jugar al parque.
Espero que a Nico se le olvide un poco todo este asunto a fin de cuentas es un niño inocente que no tiene culpa de nada y está en miedo de un conflicto creado por un codicioso hombre que es su padre y nunca lo quiso.Al llegar a la empresa saludé a Venus, le puse un poco al corriente de lo que me pasó anoche con Ernesto. Como siempre mi amiga se enojó, gracias a que la tengo como amiga y me apoya si no, no sabría cómo afrontar todo.
Comencé con la jornada y estudiando un nuevo caso, Gabriel estaba reunido y Jorge había salido para asistir a la preparación del parto con su mujer. Iba a tener su primer hijo.
Mi mente se desvió hasta hace seis años atrás cuando me encontraba sola con más mujeres acompañadas de sus maridos dándoles ánimos. Yo no tenía a nadie, estaba sola. Siempre he estado sola. Una pequeña lágrima surgió de mis ojos. A veces es mejor no recordar los malos recuerdos.
Tocaron mi puerta, dije que pasaran. Sus ojos verdosos estaban oscuros, su rostro cambiado. Intenté levantarme de la silla atemorizada por la mirada de Gabriel.―Buenos días señor Vivens en que puedo ayudarle.
―A mí en nada. —Se aproximó a mí en varias zancadas tomando mi boca con posesión, agarrándome por mi nuca muy fuerte para adentrase mas con su lengua en mi boca. Fue un beso salvaje, al mismo tiempo me excitaba. Coloqué mis manos en sus hombros para no perder el equilibrio, todo lo que me ofrecía Gabriel podía conmigo misma agotando todas mis defensas.
―Esto es lo que te gusta ¿Verdad?
―No entiendo Gabriel.
―No entiendes, te lo voy a explicar. Soy un hombre muy celoso, y lo que es mío no quiero que lo toquen. Nadie.
Me hallaba plantada en mitad de mi oficina consternada, Gabriel se había marchado y lo menos que deseaba pnsar era que me estaba acusando de ser una cualquiera.
Dominada por mi sufrimiento, me sujeté a un mueble para no caerme, me sentía aniquilada con cada palabra que me transmitía Gabriel. Rendida caí en el suelo apoyando mis manos en el suelo evitaba de alguna manera no destruirme más y poder sanar este dolor que me estaba causando Gabriel.
No, no puedo sanar mis heridas con lágrimas, yo soy una mujer fuerte y así debo de ser.
Ya no voy a permitir más que me pisoteen más, tengo orgullo y carácter no soy una mujer de trapo.
Ahora mismo juro que todas la gotas saladas llenas de amarguras creadas por alguien quién me ofende se van a terminar.
Ya no estoy dispuesta a soportarlo más, si tengo que blindar mi corazón para siempre lo haré.Gabriel
Maldita seas Sheila, porque enamorada mía, por qué.
Grité al mismo tiempo que tiraba todos mis papeles, todo los objetos que había encima de la mesa acabando en el suelo. No podía soportar la idea de que Ernesto Villegas estuviera interesado en Sheila y lo peor de todo me ha dicho que le ofrece dinero a cambio de sus caprichos. Yo mismo lo vi anoche saliendo del apartamento donde vive Sheila. No puedo aguantarlo, no puedo transigir toda la información que me ha dado Ernesto acerca de Sheila. Y lo que más me duele, lo que de verdad hace que mi corazón se me desgarre arrancándome latidos de dolor es saber que yo mismo pagué a Sheila.
Sus palabras son ciertas. Sheila enamorada mía, no deseo hacerte daño, no quiero torturarte con mis palabras dañinas, pero me atormenta saber que otro hombre te hace lo que yo más deseo. Te amo Sheila, pero este amor nos está destruyendo a los dos.
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LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE
Romance¿Qué serías capaz de hacer para salvar la vida de tu hijo? La desesperación por perder a su hijo, llevó a Sheila a pedirle dinero a su jefe a cambio de pasar una noche con él. Gabriel Vivens, un hombre que no siente ningún afecto hacia las mujeres...