Ondas de Radiación

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Venus seguía encerrada en esa aislada sala clínica, su hermano llegaba a verla todos los días, sin falta. Leo lo acompañaba siempre.

El capitán y varios investigadores trataban de averiguar qué era lo que le había sucedido a Venus, pero las respuestas estaban tan ocultas.

La gente comenzaba a enfermar y a morir sin razón alguna, sólo pasaba, de la noche a la mañana, todos parecían ser afectados por la misma radiación que afectó a Venus.

El capitán estaba enloquecido, no sabía por qué a la gente le pasaba esto. Gaspar parecía no darle importancia a nada más que al crítico estado de su hermana, esto complico su relación con Leo. Pero ella lo amaba y no iba dejar de lado todo solo porque el decidió cuidar a su hermana.

- ¿Crees que algún día despierte? - dijo con la mirada fija en su hermana, sus ojos reflejaban su tristeza y cansancio.

- Eso espero, la extrañaría si no - respondió Leo - Más de lo que la extraño ahora.

El dirigió su mirada hacia Leo, quien estaba al borde de las lágrimas, después de todo Venus también era una parte importante de su vida. La vida para ellos era gris sin su bella Venus, el sentimiento de culpa los aturdía a ambos, en especial a Gaspar, quien deseaba más que nadie estar en el lugar de su hermana. El misterio del porque la radiación solo afecto a Venus rondaba su perturbada mente.

El capitán y su equipo de investigación también tenían aquella duda, pero ninguno conseguía la respuesta. La desesperación comenzaba a rondar en todo aquel que fuera humano. Las muertes iban en acenso, el pánico comenzaba a apoderarse de todos.

El número de personas que caía en el mismo estado que Venus, en coma, también ascendía, nadie entendía nada, las demás capsulas que también habían regresado a la tierra también presentaban el mismo problema y la respuesta estaba tan oculta.

El capitán comenzó a enloquecer y las personas de alto rango comenzaban a aturdirlo cada vez más. Leo era la única persona que podía mantener cuerdos a ambos hombres. Gaspar la amaba, a pesar de su pena, la amaba. Y el capitán adoraba a su pequeña hija.

Pero el amor que sentía por Gaspar era más que el que sentía por su padre, pero a pesar de todo seguía teniéndole gran afecto a su padre. Los días se convirtieron en semanas y el número de personas que seguía cayendo en el estado de coma seguía ascendiendo, las muertes se redujeron, lo cual trajo un poco de calma.

- ¿Cómo esta Gaspar? - dijo el capitán, el padre de Leo.

- Deprimido - contesto tristemente Leo.

- Ya mejorara - dijo el capitán mientras comía. - ¿Y el estado de Venus? ¿Han dicho algo?

Ella negó, la tristeza era tan notoria en sus bellos ojos azules.

- Todo fue nuestra culpa – dijo entre sollozos – Nunca debimos ir ahí.

Las lágrimas resbalaban y bañaban su dulce rostro de ángel. Su padre la miro confundido, todo este tiempo había ignorado la razón del estado de uno de sus mejores soldados, nunca se tomó la molestia de preguntar cómo es que ella había terminado en ese estado.

- ¿Dónde? ¿Dónde está ese lugar al que no debieron ir? – ella lo miro confundida, no entendía la repentina curiosidad.

- A las afueras, en una cueva, cerca de una de las cinco gigantescas montañas. – dijo ella secándose las lágrimas del rostro.

- ¿Qué es lo que paso? – dijo el tratando de entender, no sabía que habían salido de la base.

Ella le conto todo a su padre, pero en lugar de comprensión de su parte, el la miraba con ira y salió de aquel comedor en busca de la persona a la que el culpo, por todo, Gaspar.

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