Me encontraba vomitando en un árbol, en una zona bastante deshabitada del lugar, a unos cuantos metros lejos del estacionamiento.
Jev se encontraba detrás de mí, acariciando suavemente mi espalda con su mano, y con la otra sostenía mi casi largo cabello entre sus dedos, para así evitar ensuciarlo con el asqueroso vómito que estaba largando de mi boca. Si se preguntan cuál es la razón de que me encuentre vomitando, creo que es bastante obvio por qué.
—Ya, ya, Audrey. Tranquila, todo estará bien —intentaba tranquilizarme Jev—.
¡¿"Todo estará bien"?! ¡¿En serio?! Por Dios, ¡hace unos minutos acabamos de enterarnos que somos hermanos! ¡Hermanos de sangre! ¡Y minutos antes de venir hasta aquí él me besó! ¡Con él compartí mi primer beso! ¡¿Cómo es eso de que "todo estará bien"?!
Jev... yo... beso... hermanos...
Sólo pensar en esas malditas cuatro palabras me provocó seguir vomitando lo que no había comido hace unas horas atrás.
—Audrey, ¿qué rayos comiste para que vomites tanto de esa manera? —lo sentí inclinarse un poco más cerca de mí, como si estuviera inspeccionando mi vómito—. ¿Eso es pollo y arroz?
Bufé. Sí, técnicamente hoy había almorzado el famoso arroz con pollo de mamá, y el comentario de Jev no ayudaba mucho para lograr que deje de vomitar. O sea, ¡vamos! Me acabo de enterar que el chico con el que di mi primer beso (y muchos otros besos más) es en realidad MI HERMANO. El primer hijo que hubieran tenido mis padres, ¡al que ellos creían muerto! ¡¿Cómo no voy a reaccionar de esa manera al darme cuenta de que me he enamorado de mi PROPIO HERMANO?!
Espera, dije... ¿enamorado?
No, eso no. Enamorarme de Jev no. A lo sumo sentir cierta atracción hacia él, pero llegar al punto de enamorarme... no. No. No. No, no, no, no, ¡no! ¡No! ¡Eso YA no!
No. . .
Cuando creí que ya terminé de vomitar todo lo que he podido llegar a vomitar en toda mi vida, tomé unas cuantas bocanadas de aire para lograr recuperarme de las arcadas que tengo ahora mismo, debido a que no estoy acostumbrada a vomitar tanto así como hace unos minutos atrás, y me enderecé, tratando de parecer seria, relajada, cuando por dentro, me encuentro de lo más nerviosa del mundo. Mi corazón latía a mil por hora, y sentía temblar a mis manos descontroladamente, al igual que mis piernas.
Miré a Jev a los ojos, algo preocupada, queriendo transmitirle un mensaje. Él se encoge de hombros, dándome a entender lo que quiero decirle.
—No sé, Audrey —dice Jev—. No sé qué pasará ahora.
Pasé mis manos por mi rostro, peinando mi cabello con mis dedos, agradeciendo que no se ensuciaron de mi vómito de hace minutos atrás. Estaba tratando de digerir la nueva información que me acabó de llegar a mi mente, temiendo que pudiese volver a vomitar si sigo pensando en lo que ocurrió entre Jev y yo antes de enterarnos que somos hermanos. Dios mío, ¡somos hermanos! ¡Hermanos! A pesar de que sospechaba, en parte, de que el resultado iba a dar positivo, en serio que todavía sigo sorprendida ante lo que dieron las pruebas de ADN. A nadie, pero eso sí que a NADIE, ni siquiera a mis propios padres, se les hubiera ocurrido hacernos a Jev y a mí unas dichosas pruebas de ADN para corroborar de que somos hermanos, porque: UNO, la única de mi familia que conoce a Jev es mi madre, pero hasta ahí, y papá nunca tuvo el gusto de conocerlo aunque sea una vez; y DOS, es casi imposible imaginarse que dos jóvenes de familias muy distintas puedan llegar a ser hermanos. Casi imposible, porque hay veces que puede pasar eso, pero de esas veces que pasa eso la mayoría ocurren en las telenovelas.
Miré nuevamente a Jev, esperando a que entienda lo que intento decirle.
Él negó lentamente con la cabeza.
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Muda.
Teen FictionAudrey Simmons, hija de Julianna y Steven, es una chica de quince años no muy común entre todas las adolescentes de su edad: se viste de color negro, al igual que su madre, y es amante de la música, al igual que su padre. Es muda, pero no muda de na...