Summer me sonrió, no sarcásticamente, sino macabramente.
—Hasta que nos volvemos a encontrar nuevamente... querida Audrey.
Y alzó un arma, apuntándome a la cabeza.
Mi respiración y los latidos de mi corazón se cortaron por un segundo al escuchar un click proveniente del arma.
Rápidamente y sin perder más tiempo para que ocurra una masacre, cerré la puerta principal de mi casa de un fuerte portazo que se pudo haber escuchado fácilmente hasta en China, y pegué mi espalda en ella, para así evitar que Summer entre a la casa así sin permiso, y mucho menos cargando un arma en sus manos. Respiré con fuerza, tomando grandes bocanadas de aire por la boca, subiendo y bajando mi pecho ante cada respiración que yo hacía. Tenía curiosidad por saber si ya se había ido, de abrir la puerta y corroborar de que mi familia y yo no corríamos peligro (por el momento), pero me contuve, todavía respirando por la boca para calmar a mis nervios al ver, hace unos segundos atrás, a Summer apuntándome con un arma en la cabeza.
Luego escuché cómo una especie de fuerte explosión, y un poco menos de un segundo el estallido de unos cristales que provenían de la cocina de mi casa. Caí al suelo involuntariamente, aferrando mi mano a mi oído al sentir cómo éste zumbaba con fuerza, como si una abeja se hubiera metido allí dentro. Gimiendo con fuerza ante el dolor que eso me proporcionaba, alcé mi vista, la cual se había tornado algo borrosa, y entrecerrando mis ojos pude ver un pequeño agujero en la puerta de mi casa, del tamaño de una bala de un revólver, y los bordes de ese mismo agujero quemados, lo que me hace sospechar que aquello que escuché sumamente cerca a mi oído no fue en realidad una explosión.
Summer había disparado hacia la puerta, pensando que me daría a mí.
La bala rozó mi oreja.
Seguía en el suelo, aferrando mi mano a mi oído, sintiendo cómo ésta se humedecía cada vez más y más, gimiendo de dolor. No pasó más de cinco segundos hasta que escuché la puerta de atrás cerrarse fuerte de un portazo, y corridas que se escuchaban cada vez más cerca de donde estoy, para luego visualizar algo borrosos a mis padres, agachados enfrente de mí. Podía ver que ellos me hablaban, pero yo no lograba escuchar con claridad, debido a que mi oído seguía zumbando, pero ésta vez un poco más suave.
—¡Audrey, ¿qué te pasó, por Dios?! ¡Tu mano tiene sangre! —escuché decir a mamá cuando el zumbido se fue casi del todo, a lo que la escuché ahogar un gemido de horror—. ¡Tu oreja está sangrando!
—¡¿Te encuentras bien, Audrey?! —preguntaba papá, su preocupación desbordándole hasta en los poros—.
Asentí, apretando mis dientes del ardor que sentía en mi oreja. Aparté mi mano de allí y la revisé, y me espanté tanto al ver mi mano que ésta comenzó a temblar. Claramente mamá decía la verdad: mi mano tiene sangre. Sangre que proviene de mi oreja. Literalmente, esa maldita bala que salió de ese arma que Summer sostenía entre sus manos había rozado mi oreja.
Mientras mamá buscaba una manera de evitar que siga brotando sangre de mi oreja, papá fijó su mirada en la puerta.
—¿Qué... Qué es ese agujero que está en la puerta? —tartamudeó—.
Mamá lo miró un rato, y luego miró a la puerta.
Segundos después, la puerta se abre de golpe a causa de una patada de parte de Summer. Mamá, papá y yo gritamos al mismo tiempo en el instante en que Summer casi derriba la puerta principal de nuestra casa de una patada, y rápidamente ellos se pararon en su lugar, tomándome de mis brazos, uno cada uno, para ayudarme a levantarme del suelo y alejarme de Summer, obviamente.
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Muda.
Teen FictionAudrey Simmons, hija de Julianna y Steven, es una chica de quince años no muy común entre todas las adolescentes de su edad: se viste de color negro, al igual que su madre, y es amante de la música, al igual que su padre. Es muda, pero no muda de na...