CAPÍTULO NUEVE: LA OREO DE MI LECHE

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Sus uñas se clavan en la parte blanda de la palma de sus manos. El coraje circula por sus venas provocando que grandes cantidades de adrenalina bombeen a cada rincón de su cuerpo. Quiere quitarle la maldita sonrisa de su rostro de un solo golpe. Sí, Charlotte tiene razón, para ella todo es un maldito juego. Es que si su inestable personalidad no provocara tanto mal, lo dejaría pasar e ignoraría a la rubia de ojos claros con toda y su loquera, pero no es así. Acaba de herir con su veneno de víbora a Luna, la mujer que ama su jefe.

— Eres tan repulsiva, jodía loca— escupe con todo el odio pintado en su voz.

— ¿Qué? Solo le hice despertar de ese sueño fantasioso. Felipe no la ama... Si la amara no se hubiera acostado conmigo anoche.

— No seas tan embustera. Tu inmadurez no tiene límites. Solo estás mordía porque él te superó.

— Querida, no son mentiras. Hasta evidencia le di a esa gordicienta—  dice en un tono despectivo, pero calmado.

— Déjame adivinar, ¿una foto de hace tres años atrás?— cuestiona desafiante.

Katia levanta una ceja divertida.

— Pronto sabrás que no miento. Charlotte y Felipe siguen amándome como nunca. ¿Te dijo tu novia que los otros días vino buscando calor? Parece que no la estás complaciendo del todo, Rebequita— dice en tono divertido.

— Necesitas ayuda urgente. Estás completamente fuera de sí. Escucha bien, desquiciada de mierda, será mejor que dejes de jodernos la vida con tu enfermo viaje mental. Supera el hecho de que nadie te quiere porque eres una estúpida, inmadura y loca- Rebeca a subido varios tonos la voz.

— No sabes con quién te estás metiendo, pendeja— espeta la rubia acercándose a Rebeca lo suficientemente cerca como para que la pelinegra perciba el aroma dulce que esta expide.

— Claro que lo sé... No me dan miedo las estúpidas amenazas de una ignorante riquilla como tú. No me asusta la nena de papi que solo hace daño para recibir un poco de atención. Ahora, la que no sabe con la que se está metiendo eres tú, pendeja. No sabes de dónde vengo ni lo que aprendí en la calle. Así que te advierto, Katia, que si te vas a zumbar, lo hagas como adulta, no como una nena chiquita mimada que juega a las amenazas.

La mirada de Katia se ensombrece y en su rostro se dibuja una sonrisa que Rebeca solo pudo captar como retadora. El cuerpo entero de Rebeca tiembla, no por miedo, si no por la lucha interna con este. Su autocontrol amenaza con esfumarse. Todo su sistema vibra porque solo tiene el impulso de arrastrar a Katia por toda la San Francisco hasta la calle San Sebastián. Solo desea que la rubia pase la línea para así alegar que fue en legítima defensa.

— Veremos quién es capaz de jugar mejor- dice la rubia divertida.

— Ese es el problema, perra, que esto no es un maldito juego. En el mundo de los grandes, no se juega como tú lo haces. Eres una infantil, ignorante y estúpida... ¿Pero sabes qué? Me alegra que, a pesar de tus torpes e infantiles intentos, no logres acabar con los demás. Eres tan insignificante que mi novia y Felipe te han superado por completo. Ese hecho te revienta. ¿Qué esperabas? ¿Que te amaran toda la vida? Pobrecita, me das lástima. Como verás, no te rompo la cara ahora, por eso mismo; siento pena por ti.

— Pronto te tragarás tus palabras, puta- Katia tiembla de rabia.

— Te equivocas, la única puta aquí eres tú... Creo que esta conversación aquí termina. Permiso- dice Rebeca dándole un empujón a Katia para abrirse paso calle abajo.

— Nos vemos pronto, querida- suelta Katia en la espalda de Rebeca.

— Más vale que no nos volvamos a topar, porque si lo hacemos tu lindo rostro necesitará cirugía- dice Rebeca mientras se aleja a paso firme.

La chica del pelo rizo #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora