CAPÍTULO DOS: EL AMOR NOS LLEVA A LA ACEPTACIÓN

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La emoción está en cada poro de su esbelto cuerpo. Rebeca va con una sonrisa dibujada en su rostro en dirección hacia hospital en el que fue atendida días atrás. Su felicidad se debe a la llamada recibida desde la compañía en la que desea trabajar. Sí, hoy es un día en el que nada podría borrar la curva de sus labios. Se abren las puertas automáticas de cristal y va directo a Información. Ahí se identifica y señala lo que vino a buscar. La muy amable recepcionista le indica a Rebeca que espere unos minutos en la sala de estar en lo que ella misma busca el historial. ¡Vaya qué amabilidad! En lo que la chica de nombre Carmen, según dice su carnet de identificación, busca lo pedido, Rebeca decide echar un vistazo a los cuadros colgados en las paredes del hospital. No son tan magníficos como deberían ser las obras de arte. Sin estudiarlos ni analizarlos un minuto más, decide tomar asiento, pero algo, más bien alguien se lo impidió. En la esquina del blanco mueble hay una chica con la cabeza entre sus piernas. Rebeca percibe que llora en silencio. Siente la necesidad de acercarse. Su corazón se comprime al ver el dolor de la desconocida. Vacila entre acercarse o no, pero siente la necesidad de consolarla. Se arma de valor y decide ubicarse a su lado.

— ¿Estás bien?

La joven sin levantar la cabeza niega.

— Puedes hablarlo...

La chica levanta su rostro abruptamente.

— ¿Y por qué a una desconocida le ha de importar lo que me pasa? Si los que me rodean no le importa, ¿por qué ha de hacerlo tú?

Rebeca se asombra por el arrebato de la chica. Le molesta el hecho de que asuma esa actitud ante una desconocida y más cuando solo trata de ser amable. ¡Con un demonios! La chica es una desconocida y ella también. No debió acercarse. Se dispone a levantarse, pero en cuanto lo hace y voltea a verla siente lástima. Se siente en la obligación de quedarse y consolarla. Muy lejos está de saber qué es lo que aflige a esta pobre muchacha, pero solo quiere ayudarla.

— Escucha, sé que soy una entremetida y una desconocida... Y que debes estar molesta y triste por lo que sea que te está pasando, pero no puedes venir a alzarle la voz a alguien que tiene real interés en lo que te pasa.

La chica del pelo rizo se queda observando a la que está delante de ella. Claro que está molesta; más que eso, se siente impotente, triste... Quisiera desaparecer. Es difícil para ella descifrar a las personas, pero la pelinegra le resulta sincera y percibe cierto grado de preocupación e interés. Es que a ella solo se le ocurre hacer tremendo espectáculo en el vestíbulo del hospital.

Rebeca presta atención a cada rastro del hermoso rostro de la joven llorosa. Tiene los ojos más oscuros que haya visto. Aun así son preciosos. Su melena es rizada y cae a la perfección con su rostro ovalado. Es trigueña y su piel se percibe tersa. En su mirada hay un ahínco de tristeza y eso hace que la intriga de Rebeca sea más persistente.

— Lo siento— logra decir antes de romper en llanto una vez más— Es que todo es tan complicado.

Rebeca realmente se siente con el deber de consolarla, incluso cuando desconoce el motivo de su llanto. Con sumo cuidado vuelve y se sienta al lado de la chica y le extiende sus brazos.

— Tranquila... Tranquila.

— Es que... Es que... Ni siquiera en momentos así ellos logran aceptarme. Yo no debería estar aquí y preocuparme, pero aun así lo hago porque son mi familia... Y aunque me hayan hecho tanto daño, yo... Yo los perdoné. Y aquí estoy preocupada por ella...

Rebeca está más confundida que al principio, pero aun así deja que la desconocida saque toda su frustración. Observa a su alrededor y nota que este no es un buen lugar para el desahogo. Tal vez esta sea la idea más loca que se le vaya a ocurrir, pero no puede irse y dejar a esta pobre mujer con su dolor.

La chica del pelo rizo #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora