CAPÍTULO DIEZ: AMAR A UNA MUJER

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— Me importa una mierda si tu hija te promete que irá a una jodida terapia... ¿No te das cuenta? Ella solo te manipula a su antojo para salirse con la suya...- los gritos provenientes de la oficina del presidente de Arquitectura Dillard's casi pueden oírse tres pisos más abajo.

Felipe no puede controlar la ira que recorre todo su sistema. Desde que David le informó que iba a despedir a su secretaria, está fuera de sí. Al parecer, esta tarde el señor Dillard había tocado la puerta de la oficina de Rebeca para decirle que debía tomar una difícil decisión; debía decidir entre la secretaria que había colocado en su empresa o la salud emocional de su hija Katia. Sabía que era un capricho más de su hija, pero si cumplir este en particular podía hacer que su primogénita asistiera a terapia psicológica, estaba dispuesto a ceder. Aunque muy en el fondo, sabía que esa pobre muchacha no se lo merecía; mucho menos cuando había sido la fijación de su hija desde poco después de que la atropellara aquél seis de diciembre. Las razones sobre el empeño de su hija en querer sacar de la empresa a la señorita Quiñones Madrigal, las desconocía por completo, pero en estos momentos solo tiene cabeza para pensar en la salud mental de Katia y en la ayuda que necesita para superar muchas cosas, entre ellas, la muerte de su esposa Grisell. El señor Dillard también es consciente de que tiene gran parte de la culpa sobre la actitud de su hija. Como padre y esposo cometió muchos errores, y es que, a pesar de ser un hombre exitoso y capaz de manejar perfectamente su empresa, no lo es para manejar sus impulsos y emociones. Es un romántico empedernido, según él, pero para todos es simplemente un cabrón mujeriego que no puede evitar enamorarse de las faldas que se le menean. El matrimonio de los señores Dillards estaba quebrado hace varios años, aún así, para todos era uno envidiable y estable. La señora Dillard era consciente de los amoríos de su esposo, pero se quedó junto a él por varias razones; una, por el inmenso agradecimiento que sentía para con él, pues fue él quién la ayudó a cumplir sus sueños como decoradora de interiores; dos, por el bienestar de su pequeña Katty, como cariñosamente solían decirle los señores Dillard; tres, porque la rescató de aquél club en donde solía ofrecer espectáculos, por último, tenía miedo, sí, estaba aterrada por lo que podía sucederle al hombre que verdaderamente amaba, si David se enteraba.

Grisell no pudo reconocer el gran error que había cometido, ni tampoco lo supo, pues murió antes de ver el daño que había hecho en su hija.
El señor Dillard se siente culpable por demás, aparte de que siente vergüenza cada vez que su mirada se encuentra con la de su hija...

Todo comenzó cuando su primogénita lo encontró sumergido en el cuerpo de la que ahora es su esposa. Katia fue muy clara ese día cuando le dijo que nunca le iba a perdonar tal traición hacia su madre y hacia ella misma. Incluso amenazó con contarle a su progenitora, sin importarle que esta estuviera muriendo poco a poco de una rara enfermedad degenerativa. Lo que su hija desconocía era que su madre tenía conocimiento de los líos amorosos de su papá. Cuando lo supo, esto dio paso a la indignación, al asco y al reproche de parte de Katia hacia sus padres. Fue entonces cuando David comenzó a complacer cada capricho de la joven de ojos verdes, pues el sentimiento de deuda y culpa no lo dejaban vivir. Trataba de resarcir el daño provocado, pero él no tenía conocimiento de que este tipo de heridas no se curan con dinero ni con otra cosa material y superficial.

Ahora él es un hombre distinto; es capaz de reconocer sus errores y faltas; cosa que nunca había hecho. Solo desea ayudar a su hija; no quiere que ella borre la imagen que tiene de él, sino que sea capaz de superar todo lo que sus padres le hicieron pasar. David no cayó en cuenta de su realidad existencial hasta que la muerte de su esposa llegó. Ahí supo que nadie lo amará como ella lo hizo, fue ahí cuando se enteró de que nadie permanecerá a su lado por el mero hecho de disfrutar su compañía, o si quiera por agradecimiento como su difunta esposa hizo. Ahora que tiene un matrimonio con una mujer que fácilmente podría ser su hija, sabe de sobra que todas con las que estuvo solo buscaban los lujos que él sin problemas podía darles; que solo le dejaban entrar a sus juveniles cuerpos porque él podría ayudarles a conseguirles un buen trabajo. No fue hasta que vio a su esposa en aquella tumba que se dio cuenta de que de ahora en adelante realmente estará solo... Que nadie lo amará tanto como para seguir viviendo en el mismo techo, aún cuando sepa que no es la única que pasa por las sábanas de su hotel favorito o la cama de su cabaña, que es algo así como su nido de amantes...

La chica del pelo rizo #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora