El Pantano Oscuro

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Tal como había predicho Elthyrior, los druchii estaban decididos a subyugar todo Ulthuan. A lo largo del invierno siguiente, Anlec intensificó las hostilidades contra Nagarythe y obligó a retroceder a las facciones que se oponían al regreso de Morathi. Elanardris se convirtió de nuevo en un refugio seguro para los disidentes, incluidos príncipes y capitanes, y miles de guerreros naggarothi acamparon en las estribaciones de las montañas. Durinne, soberano del puerto de Galthyr, resistió todo el invierno, pero cuando la nieve empezó a derretirse, las fuerzas de reemplazo sitiaron la ciudad y finalmente los druchii la ocuparon y se hicieron con un buen número de naves que habían elegido el cobijo de su puerto para pasar el verano. Una vez en disposición de esa flota no había rincón en Ulthuan fuera de su alcance.

Mediada la primavera los ejércitos druchii se desplegaron. Con Tiranoc dividida controlaban los pasos orientales y las entradas a Ellyrian, mientras que sus naves merodeaban las costas al norte y al oeste, evitando únicamente acercarse a Caledor y Eataine por miedo a la poderosa flota amarrada en Lothern. Durante todo ese tiempo, los Anar estuvieron esperando que en cualquier momento los druchii descargaran toda su furia sobre Elanardris; sin embargo, nunca ocurrió. Morathi, quizá por arrogancia, no se sentía amenazada por lo que pudiera provenir de las montañas y concentraba todos sus sentidos en apoderarse cuanto antes de los demás reinos. Los interrogatorios realizados a los comandantes capturados en las batidas de las fuerzas de los Anar confirmaron esa tesis; una vez que Ulthuan estuviera bajo su control le sobraría el tiempo para encargarse de los Anar.

Los Anar encabezaron incursiones en otros territorios de Nagarythe, pero fueron incapaces de liderar ningún tipo de ofensiva significativa, pues Eoloran y Eothlir tenían demasiado miedo de ser rodeados o de dejar indefensa Elanardris, y nunca cargaban con todas sus huestes contra los druchii. Miles de refugiados habían huido a las montañas que envolvían las tierras de los Anar y los víveres y otros productos de primera necesidad empezaban a escasear, de modo que la casa de Alith emprendió una guerra de guerrillas que consistía en asaltar las columnas de druchii que marchaban hacia Tiranoc, y luego replegarse antes de que el enemigo congregara sus fuerzas.

Durante ese período se recuperó a los Sombríos, con Alith como líder, aunque esa vez se incrementaron considerablemente sus efectivos y reunió varios centenares de los más despiadados guerreros de Elanardris. Eoloran les encargó la misión de entorpecer en la medida de lo posible las actividades del enemigo.

A las órdenes de Alith, los Sombríos tuvieron atemorizados a los druchii. Con los recuerdos todavía vivos del campamento de los adoradores de Khaine y de la ocupación de Tor Anroc, el joven Anar se mostró inclemente. Los Sombríos no se enzarzaban en batallas, y sus ataques consistían en introducirse sigilosamente en los campamentos enemigos y asesinar a los soldados mientras dormían.

Se internaban en los pueblos que abastecían los ejércitos druchii y arrasaban los víveres y los suministros y quemaban las casas de quienes apoyaban a Morathi. Los nobles leales a Anlec no tardaron en temer por sus vidas cuando Alith y sus Sombríos empezaron a dar caza a sus pares y a matarlos en carreteras tenebrosas, o a irrumpir en sus castillos y asesinar a sus familias.

* * *

Cuando regresaban de una incursión en Galthyr, durante la cual los Sombríos habían incendiado una docena de naves con sus tripulaciones a bordo amarradas en el puerto, se produjo el siguiente encuentro entre Alith y Elthyrior. Había pasado un año desde la masacre del templo, y a pesar de todo el daño psicológico que habían infligido los Sombríos, Alith sabía que en el cómputo real sus logros eran escasos. Sin embargo, las palabras de Elthyrior le dieron esperanza.

—Hay un nuevo Rey Fénix —le anunció el heraldo negro.

Se encontraban en un bosquecillo no muy alejado del campamento de los Sombríos, en los límites meridionales de Elanardris. Ya había anochecido y las lunas todavía no se habían dejado ver. En la oscuridad, el heraldo negro era completamente invisible y su voz parecía brotar de los árboles.

El Rey SombríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora