Perseguido por las tinieblas

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TERCERA PARTE

La ira de los heraldos negros

La guerra contra Nagarythe

El nacimiento del Rey

Sombrío El Rey Brujo


Acamparon justo antes del amanecer, al abrigo de un saliente rocoso en la ladera occidental del Anul Arillin. Elthyrior les había advertido de los peligros de moverse durante el día, y luego había desaparecido volviendo sobre sus pasos por el sendero que habían estado siguiendo.

El grupo compartió un desayuno frío y silencioso. Alith se había sentado aparte y masticaba un trozo de carne curada mientras contemplaba los picos que se elevaban frente a él y por donde despuntaban los primeros rayos de sol. Aquella imagen lo había llenado de júbilo en otro tiempo, pero ya no le producía ninguna emoción.

—Dormid un poco —dijo Alith a sus compañeros de viaje.

Él se encaramó al saliente para hacer guardia. Desde allí arriba los observó acurrucándose bajo las mantas como polluelos en busca del calor de los demás integrantes de ese nido. Deseó con ahínco que el paisaje lo conmoviera, que le evocara algún recuerdo de su madre, un atisbo del amor que había profesado por Milandith. Sin embargo, no podía sacarse de la cabeza a Caenthras y los druchii. Sólo entonces sentía algo, una ira que lo acaloraba más aún que el sol naciente.

* * *

Elthyrior regresó poco después de que el sol se desparramara por todos los rincones de las cumbres. Llegó precipitadamente, resollando, y Alith se percató del pequeño corte que exhibía en la frente.

—¡Nos siguen! —exclamó jadeante el heraldo, inclinándose sobre los ellos dormidos y zarandeándolos para despertarlos.

—¿Quién nos sigue? —preguntó Alith, bajando del saliente de un brinco.

—Mis compañeros renegados —gruño Elthyrior—, aunque quizá sea yo quien reciba el apelativo de renegado. Se han unido a Morathi; si bien sospecho que hace mucho tiempo que trabajan para ella. Intentaron capturarme, pero escapé. Sin embargo, debemos darnos prisa. No tardarán en alcanzarnos.

El grupo se apresuró con los preparativos para iniciar cuanto antes la marcha y partió guiado por Elthyrior hacia el sureste, ascendiendo por la falda del Anul Arillin. Alith y el heraldo cargaron con los niños para agilizar el paso de Lirian, Heileth y Saphistia. No siguieron ningún camino marcado; por el contrario, atravesaron zonas rocosas y yermas, y avanzaron por las orillas pedregosas de los arroyos para no dejar rastro.

—No los despistaremos por mucho tiempo —dijo Elthyrior a Alith mientras ayudaban a las damas a encaramarse a una presa formada por unas rocas desprendidas de la montaña que se habían precipitado sobre un angosto riachuelo—. Los heraldos negros disponen de otros medios para perseguir su presa, además de la vista y el oído.

Continuaron la ascensión por la montaña, parándose muy de vez en cuando para descansar y comer. Una parte de Alith deseaba que los heraldos los atraparan para cobrarse la primera venganza de los druchii. Sin embargo, por mucho que anhelara el enfrentamiento con sus perseguidores, dejó a un lado sus aspiraciones personales, pues sabía que la supervivencia de los hijos de Yeasir y Elodhir supondría un golpe mucho más poderoso contra los druchii.

A eso de la media tarde, el grupo coronó un peñasco que se levantaba en la vertiente meridional del Anul Arillin. Alith echó la vista atrás, montaña abajo. Elthyrior retrocedió y se detuvo junto a él. A lo lejos se vislumbraban figuras oscuras moviéndose entre las rocas: los heraldos negros.

El Rey SombríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora