La fuerza de Elanardris

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Sobre los Guerreros Sombríos pesaba una atmósfera de perplejidad y consternación. Convocados por Tharion, habían acudido a las ruinas de Elanardris para oír lo que les aguardaba en el futuro. La mayoría se sentían perdidos sin el liderazgo de Alith y corrían rumores que ponían en duda la continuidad del ejército de Guerreros Sombríos sin él.

Tharion notó un cambio en el desarrollo de la guerra. La noticia del fallecimiento del Rey Sombrío se había propagado rápidamente. Un único suceso había vuelto las tornas; los regimientos druchii habían advertido señales de debilitamiento en su enemigo y estaban recuperando su agresividad anterior. Se mostraban más atrevidos a la hora de realizar batidas por los bosques en busca de las compañías de Guerreros Sombríos, mientras que éstos, que durante mucho tiempo habían creído en su propia invulnerabilidad, se habían vuelto más tímidos en sus acciones. Si habían sobrevivido y habían prosperado se debía a su audacia, pero ahora lo habitual era ceder la iniciativa al enemigo. El pulso de la guerra estaba cambiando.

Tharion sabía exactamente qué estaba ocurriendo: los cazadores estaban convirtiéndose de nuevo en cazados a una velocidad vertiginosa.

Muerto Alith, el mando había recaído en Tharion, que había reunido a sus elfos en las ruinas de Elanardris para recordarles la causa de su lucha. Centenares de guerreros se congregaban alicaídos alrededor de las hogueras, con el rostro demacrado y el gesto sombrío.

—¡No podemos permitir que los últimos reveses sufridos sigan minándonos la moral! —les arengó Tharion, encaramado a lo que en otro tiempo había sido el muro que separaba los jardines orientales de los campizales del jardín de verano—. Si los druchii no nos temen, significa que hemos fracasado.

—¡Continuaremos la lucha! —exclamó Casadir, el único sombrío que había escapado de Athel Yranuir. Paseó la mirada por los elfos, pero su proclama fue recibida con escaso entusiasmo.

—¿Cómo lucharemos sin el Rey Sombrío? —gritó una voz desde la penumbra—. El enemigo es cada vez más fuerte mientras nosotros no dejamos de debilitarnos.

—Es verdad —convino otra voz—. Yo vengo de Cracia y las noticias son nefastas. Morathi ha traído un nuevo contingente desde las colonias. Desconozco el número exacto de sus efectivos, pero decenas de miles de guerreros, todos ellos curtidos en multitud de campañas, han desembarcado en Cothique. Si mis temores se cumplen, el reino caerá en manos de Morathi a finales de año.

—Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos aquí para que Caledor pueda concentrar todas sus fuerzas en esa nueva amenaza —dijo Casadir.

Tharion suspiró, y luego arrugó la frente.

—No será tan sencillo —dijo el veterano elfo—. Con un nuevo ejército en el este, los comandantes de Morathi trasladarán a Nagarythe el grueso de las huestes que han estado luchando hasta ahora para que recuperen las fuerzas y se reabastezcan con las miras puestas en una nueva ofensiva el año que viene.

—Así tendremos más objetivos para nuestras incursiones —gruñó Casadir, provocando exclamaciones de conformidad con su afirmación entre otros caminantes sombríos.

—Eso es cierto en parte —repuso Tharion—. Sin embargo, lo relevante de la maniobra druchii son los miles de soldados que regresarán a Nagarythe. Estoy seguro de que no se quedarán de brazos cruzados mientras nosotros acometemos nuestros ataques.

La trascendencia de esa puntualización empezó a calar en los caminantes sombríos y entre ellos se extendió un murmullo de inquietud.

—¿Qué proponéis, mi señor? —inquirió Anraneir—. Los ejércitos que regresen a Nagarythe utilizarán el Paso del Dragón y el Paso del Fénix; quizá podríamos reunir todas nuestras fuerzas y asaltarlos mientras marchan.

El Rey SombríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora