Hijo del lobo y de la luna

70 2 0
                                    

Alith durmió el resto del día junto a los lobos y despertó cuando el sol ya se ponía. Se sentía relajado; sumido en una paz interior que no había sentido en años. Se desperezó y regresó a la charca para beber un poco de agua mientras el resto de la manada se despertaba para una nueva jornada de caza.

Mechón Negro fue de los últimos en despertar. El feroz líder de la manada emergió con parsimonia de la cueva, todavía receloso de Alith. El elfo no se lo pensó dos veces y se puso a cuatro patas como deferencia a sus compañeros cuando Mechón Negro pasó junto a él de camino a la charca.

Los haces de la luz mortecina del crepúsculo se filtraban por las copas de los árboles cuando los lobos se reunieron alrededor de su cabecilla. La manada enfiló hacia el norte con paso regular y Alith no tuvo problemas para seguir su ritmo. Todavía en las inmediaciones de la cueva el grupo se disgregó, y los lobos partieron en solitario o en pareja. De esa manera, abarcaban una extensión de terreno mayor en el rastreo de su presa potencial.

Alith se limitó a seguir el ejemplo de los cánidos y no se separó de la loba que le había mostrado su simpatía por la mañana. Tenía un pelaje salpicado de motitas de distintas tonalidades de gris que brillaban con la luz, y Alith le puso el nombre de Plata. Había puesto apodo a algunos lobos más a partir de rasgos distintivos apreciables a primera vista —Cola de Nieve, Colmillo Roto, Gris Pálido, Una Oreja y Cicatriz—. Los demás todavía eran indistinguibles a sus ojos.

Por lo poco que sabía sobre lobos dedujo que buena parte de la manada debían ser crías de Mechón Negro y Gris Pálido, y el resto, como el propio Alith, rezagados adoptados por la pareja. Más de la mitad eran machos, y eran de edades muy diversas. Mechón Negro y Gris Pálido eran los mayores, y Alith calculó que los más jóvenes todavía no habrían cumplido el año. Éstos correteaban y se peleaban, aporreando con sus patas los hocicos de sus compañeros de juegos y mordisqueándose los cuellos y los cuartos traseros en lo que suponían unas prácticas para cuando llegara el momento de matar a sus presas.

Alith se topó de bruces con otra dificultad en la comunicación con sus nuevos compañeros. Rara vez hablaban en la lengua de Kurnous y preferían comunicarse mediante posturas y gestos, en cuyas sutilezas Alith se perdía por completo. Ya había aprendido a no mirar directamente a los ojos a Mechón Negro, pues hacerlo siempre provocaba que le mostrara los colmillos, una tensión que sólo se relajaba cuando el elfo apretaba la barriga contra el suelo en señal de apaciguamiento. Esto contrariaba a Alith, ya que el resto de los lobos no parecía sufrir la ira que Mechón Negro le expresaba con tanta vehemencia. Durante su deambular junto a Plata, Alith trataba de hallar una explicación al hecho de que Mechón Negro hubiera accedido a que se uniera a la manada si sentía tanta antipatía por él. No tenía forma de interrogarle sobre esta cuestión, pues la lengua de Kurnous carecía de los recursos para expresar ese tipo de conceptos emocionales.

Un aullido procedente del este anunció el hallazgo de una presa. Plata se detuvo, se sentó y alzó la cabeza para responder con otro ululato. Tras recibir la contestación a su aullido, la loba se puso rápidamente a cuatro patas y echó a correr hacia el este. Los lobos disgregados empezaron a aullar alrededor de Alith para informar al resto de la manada de su posición, y en cuestión de segundos, el elfo se vio rodeado por unas sombras plateadas que se deslizaban furtivamente a la titilante luz del crepúsculo que se filtraba por la bóveda de árboles.

Cicatriz había dado la voz de aviso. El lobo estaba sentado en el borde de una escarpa con la vista dirigida al norte. De vez en cuando, soltaba un aullido de convocatoria a la cacería. La manada percibió el olor de la presa y los cánidos enderezaron la cola de la excitación. Mechón Negro apareció trotando, y Alith se cobijó detrás de Plata. El resto de los lobos aullaron y gruñeron hasta que el líder los mandó callar con un rugido.

El Rey SombríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora