Sangre en las llanuras

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Alith fue recibido con vítores en el campamento naggarothi. Sin embargo, el entusiasmo de sus seguidores se disipó rápidamente cuando repararon en el semblante adusto de su señor. El joven Anar reconoció buena parte de los rostros de quienes salían de las tiendas y acudían en masa a recibirlo. Los antiguos miembros de los Sombríos Anraneir y Khillrallion se encontraban entre ellos; también Tharion, Anadriel y varios más que habían luchado en la batalla del Pantano Oscuro. Todos parecían alegrarse de verlo, aunque tenían un aire ausente, como fantasmagórico.

—Estábamos preocupados por vos, señor —dijo Anraneir—. Cuando desaparecisteis de Elanardris, temimos que hubierais muerto, o que os hubiera ocurrido algo peor.

—Pues no andabais desencaminados —repuso Alith—. Si bien sigo vivo, mi sufrimiento es aún mayor a causa de ello.

Algunos capitanes se miraron turbados por las palabras de su señor, pero guardaron silencio.

—¿Cuáles son vuestras disposiciones, alteza? —preguntó Tharion.

Alith se quedó pasmado de que uno de los amigos más íntimos de su padre, alguien que había luchado codo con codo con Eothlir en las colonias, requiriera su liderazgo. Se tomó un tiempo para meditar la respuesta.

—Hemos de luchar hasta el último aliento, y con ese postrer hálito de vida expeler el odio que profesamos a los druchii.

* * *

Las huestes enfilaron hacia poniente en dirección al Paso del Águila. Varios centenares de caballeros formaban la avanzada que debía localizar la posición exacta del enemigo. Los naggarothi marchaban junto a los lanceros y arqueros de Ellyrion, y Alith con ellos, pues había preferido ir a pie al lado de sus guerreros que a caballo con Finudel y Athielle.

Cuando faltaban dos días para alcanzar el paso, regresaron los exploradores con información sobre el ejército druchii. Alith fue requerido para que se reuniera con los príncipes ellyrianos con el fin de decidir una estrategia. Los señores y la dama se reunieron pasado el mediodía, mientras el ejército hacía un alto en la marcha por el margen sur del río Irlana para recuperar fuerzas. Los comandantes deliberaban bajo una carpa azul y dorada en tanto se refrescaban con el agua del río y con la fruta traída de los huertos que se extendían a una considerable distancia al sur.

—Nos superan en número, eso es evidente —dijo el príncipe Aneltain.

Alith lo había conocido durante el regreso de la fatídica expedición a Ealith hacía ya más de veinticinco años. Habían sido los guerreros de Aneltain quienes habían formado la fuerza de vanguardia, y el príncipe traía noticias inquietantes.

—Tienen al menos cuarenta mil soldados de infantería y otra decena de miles de caballeros. Pocos sectarios; la mayoría son soldados aguerridos de Anlec.

—Eso supera en más de diez mil los guerreros que hemos conseguido reunir nosotros —señaló Athielle, y que dio un mordisco a uña manzana roja con el gesto pensativo.

—En efecto, pero nosotros los superamos en caballería —repuso Finudel—. Tenemos el doble de caballeros.

—Pero los suyos son caballeros de Anlec, no Guardianes de Ellyrion —puntualizó Alith—. No podéis medir sus fuerzas únicamente por su número.

—Ya, pero los Guardianes de Ellyrion van armados con arcos —replicó Finudel—. Y montan corceles más veloces. Los caballeros druchii no nos atraparían ni aunque nos persiguieran día y noche durante todo un año.

—No necesitan atraparnos, hermanos —repuso Athielle, que se acabó la manzana y arrojó el corazón de la fruta a su caballo, Crin Plateada—. El enemigo sabe que en algún momento tendremos que posicionarnos para proteger Tor Elyr.

El Rey SombríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora