Capitulo 5

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Capítulo 5

Las horas pasan como años en los que se espera con impaciencia algo, especialmente algo que se anhela y se teme a partes iguales.   Lo que yo anhelaba, de una manera tan intensa que casi me dolía, era ver la cara de Lauren y oír su voz. Vagar y soñar con ella.  Nunca había imaginado que Lauren fuese capaz de verme y hablar conmigo de nuevo, y mucho menos queriéndolo ella. No había previsto lo mucho que también lo deseaba. Lo mucho que mi deseo de ser vista, y especialmente por ella, se intensificaban cada vez que me encontraba.  Pero volver a verla significaba decirle la verdad. 

Sentada en la orilla del río después de dejar a Lauren, estaba segura de que no sería capaz de mentirle al día siguiente. No, mi comportamiento completamente ridículo en el puente me había demostrado que no tenía ninguna habilidad para engañar. Si la veía en el parque, y hablábamos, sin duda, se lo contaría todo: lo qué había visto bajo el agua y lo qué realmente había. Y todo eso, a su vez, la alejaría de mí.  Así que incluso fui al parque, pensando que probablemente no volvería a verla más tarde. Suponiendo esto, tuve que preguntarme a mí misma lo qué haría más daño: ¿el entumecimiento, la soledad de la invisibilidad o la dolorosa soledad de un rechazo absoluto por parte de los seres vivos? Conocía los límites terribles y profundos de los primeros, pero no tenía ni idea de lo insoportable que este último podría, y probablemente, llegaría a ser.  Siguiendo esta línea de razonamiento, llegué a una decisión sobre mi curso de acción al día siguiente. Yo no iría. Me escondería. Protegería mi corazón muerto de algo peor que el entumecimiento.  Y probablemente me sentiría triste por ello durante años.  Puse mis brazos sobre mis rodillas en una postura de derrota.  Así estaba cuando algo hizo que mi cabeza se levantara y entonces saltase en cuclillas sobre la hierba. Al principio no podía estar segura de lo qué hizo que reaccionara de esta manera. Cuando traté de recoger algún dato de lo que me rodeaba, me di cuenta de que el sol se había puesto. Casi al mismo tiempo de sentarme y empezar a sentir lástima de mí misma, algo lanzó un resplandor de fuego a través del agua y de sombras profundas en el bosque.  Sin embargo, no era la luz del sol moribundo lo que me había asustado. Lo que lo hizo contrastaba marcadamente con la luz ardiente del deslumbrante sol: un amargo y frío viento que azotaba mis piernas desnudas, y mi pelo.  Había estado experimentando tantas sensaciones inesperadas últimamente que quizás no debería haberme alarmado por el viento. Pero lo hice. El final del verano no era el momento para un viento helado. Peor aún, nada a mí alrededor se movía por el viento, ni la hierba alta en el banco o las agujas de los pinos cercanos. El viento venía de la dirección equivocada, también. No soplaba del agua detrás de mí o del camino ancho que el río formaba a través del bosque. El viento venía directamente de la ensombrecida línea de árboles en frente de mí.  Al darme cuenta de todo esto, sentí como se erizaban los pelos de mi brazo. No pude dejar de levantar mi brazo para mirar la piel de gallina, que parecía renovada y no muerta, después de mucho tiempo de lucha o huida.  Sin previo aviso, el viento se convirtió en un vendaval, azotando mi pelo sobre mi cara y oscureciendo mi visión. Me tambaleé hacia atrás, y perdí el equilibrio por su fuerza. Aullaba entre los árboles, y mis manos volaron para proteger mis oídos del sonido. Entonces, tan repentinamente como había aparecido, el viento se calmó. El banco se convirtió en mortal una vez más.  Mis manos aún tapaban mis oídos, y sin darme cuenta, cerré los ojos apretándolas con fuerza. Me doblé sobre mí misma, agarrando las rodillas, con las piernas dobladas junto a los codos. 

-Hola, Camila.  Una voz masculina flotó sedosamente desde la línea de árboles. Me quedé acurrucada y abrí un sólo ojo, negándome a creer que realmente pudiese oír a alguien que hablara directamente conmigo. Alguien que no fuera Lauren.  - ¿Me oyes, Camila?  Abrí el otro ojo y me enderecé lentamente, manteniendo las manos sobre las orejas como si me ofreciesen algo de protección hacia esa voz extraña. Me parecía que no podía obligar a mis cuerdas vocales a trabajar. Él suspiró con impaciencia, obviamente esperando que yo le proporcionase una respuesta. -En realidad, Camila, estás siendo terriblemente grosera. 

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