Me desperté, todavía jadeando y resollando. Mis dedos se crisparon frenéticamente, agarrotándose a mí alrededor.
Al principio no podía sentir nada, lo que sólo me aterraba más.Entonces sentí la sorda presión de algo debajo de mí—algo sólido. Giré la cabeza tan a la derecha como podría ir y vi polvo amarillo, sólo a escasos centímetros de mi cara. Mientras entrecerraba los ojos, la escena se enfocó mejor. Podía ver oscuras hebras marrones tejidas a través del amarillo. Me tomó un momento darme cuenta de que el marrón era mi pelo, desplegado sobre la hierba seca bajo mi cabeza.
Por encima de mí, todo lo que podía ver eran estrellas. Me impulsé hacia arriba y escaneé los alrededores. Lejos en el oeste, el cielo se había tornado de un violeta tenue, en el que el sol se acababa de poner tras las montañas. En cualquier otro sitio, la noche ya había comenzadoa oscurecer en profundos morados y azules.
Y aun así, incluso en la oscuridad, reconocí las curvas y giros de las familiares lápidas a mí alrededor. Estaba en mi cementerio otra vez.
Me moví por allí y delicadamente toqué la parte trasera de mi cabeza, el lugar donde me había chocado con mi lápida. Nada. Ni sangre seca o herida, aunque, inexplicablemente, mi cabeza aún palpitaba ligeramente. Presioné mi mano contra mi pecho, justo encima de mi corazón. No había latidos. Ni pulso.
Estaba muerta otra vez. Por primera vez ese hecho me hacía feliz.
Todavía sentada, me giré a mi lápida. Incluso en la tenue luz podía verla enorme grieta recorriendo su centro. Si la lápida no me hubiera dañado realmente, entonces yo ciertamente lo hubiera hecho.
Bueno, papá siempre había dicho que tenía una cabeza dura.
Ante el pensamiento de mi padre, miré rápidamente a su lápida. Aún estaba intacta; y, por alguna razón, suspiré de alivio.
Mi cabeza se disparó hacia arriba y busqué la siguiente amenaza más importante de mi vida después de la muerte. Una búsqueda superficial del cementerio, sin embargo, me dejó saber que Austin Mahone había desaparecido.
Miré mi brazo, donde una ligera quemadura parecía haberse formado alrededor de donde Austin me había agarrado. Cautelosamente, toqué mi labio inferior y encontré un corte grueso. Ninguna herida dolía. Y, a pesar de su imposibilidad, eran muy reales.
Suspiré y me senté, tirando de mis piernas contra mi pecho y envolviendo mis brazos a su alrededor. Necesitaba salir de este lugar, y pronto. Pero ahora mismo necesitaba pensar.
Lo primero es lo primero, recordé mi muerte, obviamente. Cada horrible momento de ella. Ahora podía ver cuando comenzaban mis pesadillas siempre. Empezaban en el momento en que caía al río por primera vez;en el momento en que el río me despojaba de mi energía, antes de que saliera a la superficie sólo lo suficiente para ver a mis amigos,controlados por un poder oscuro —y definitivamente malvado—,viéndome morir.
En cierta manera, mis pesadillas habían sido misericordiosas. El universo o el destino o incluso mi propia mente me había forzado a experimentar mi muerte muchas veces pero no me había, hasta aquel momento, hecho pasar por la peor parte de ello.
Estas nuevas, perturbadoras memorias traían algo más a la luz,también. Austin había estado allí, mirando, esperando con alegría maliciosa. Señor Estrella del Rock, con su sonrisa conocedora y su mirada fría. Serena no me había empujado, ni Austin , obviamente. Pero Austin ciertamente había tenido algo que ver con mi caída. El controlaba las figuras negras (tal como las del infierno, no podía dudar de su origen),las cuales habían rodeado a los fiesteros y los habían poseído,previniendo que me ayudaran.
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Más allá de la vida
Fanfiction¿Puede existir el amor después de la muerte? A la deriva en las oscuras aguas de un río misterioso, la única cosa que Camila sabe con certeza es que ella está muerta. Sin ningún recuerdo de su vida pasada, o de su actual muerte, está atrapada sola e...