Capitulo 6

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Esa noche no marqué el paso del tiempo con paso incierto como hice el día anterior. En cambio, marqué el tiempo en una quietud absoluta, acuclillada en la orilla, con los ojos inmóviles en el lugar exacto entre los árboles donde Austin había desaparecido. Me mantuve inmóvil mientras amanecía sobre las copas de los árboles. Mis manos seguían aplastando con fuerza el césped, preparadas para impulsarme a salir corriendo si sentía otra ráfaga de ese aire helado. Finalmente, a regañadientes, me moví. Centímetro a centímetro salí de mi incómoda postura, sin apartar la vista de los árboles que había frente a mí. Levanté la mirada, intentando deducir cuánto tiempo había estado acuclillada frente a lo desconocido. Parpadeé sorprendida por la luz. Aunque espesas nubes grises cubrían casi todo el cielo, algún rayo de sol ocasional se asomaba entre ellas. Probablemente era mediodía. Mientras esperaba, casi un día entero había pasado sin que Austin volviese. Sin que volviese el terrible y oscuro mundo que me mostró. Ante mí los bosques permanecían igual: bosques normales y llenos de vida, con árboles normales y llenos de vida. Eché un vistazo sobre mi hombro. El río, una vez más de un verde sucio, fluía rápido hacia High Bridge, bajo el cual no había nada más que el río. Ordené a mi cuerpo que se relajase y estiré cada miembro. Era innecesario, ya que mis músculos muertos apenas tenían razones para acalambrarse, aunque estuviesen en la misma postura durante mucho tiempo. Aun así, el gesto parecía apropiado. Quería sentir mi nueva determinación en mi cuerpo igual que en mi mente; mi determinación nunca permitiría que Austin me controlase. La determinación parecía importante, incluso esencial, porque sospechaba que volvería a verlo. Aunque Austin prometió que se mantendría alejado por un tiempo, también dijo que había muchas cosas sobre él y sobre lo que éramos que yo no sabía o entendía, cosas que el inevitablemente me contaría. Sus palabras sonaban en realidad como una amenaza en su voz, especialmente dichas en un lugar tan desagradable como el que me enseñó. 

Aun así, aunque ignoraba mi naturaleza fantasmal, había algunas cosas  que ya no ignoraba. No dudaba que la próxima vez que el viento chocase contra mi piel sabría que Austin estaba ahí. No podría llevarme de nuevo a ese lugar oscuro sin que yo supiese antes que estaba presente. Esa idea era en parte reconfortante. No podía prometerme a mí misma que no estaría esperando, observando, temiendo. Pero me negaba a quedarme por más tiempo en ese río. Porque no quería que la niebla, o el frío, siguiesen atrapándome. Y porque era casi mediodía, a juzgar por la posición del sol. Ayer había decidido no ver a Lauren otra vez. Tenía toda la intención de esconderme, y dejar que la confusión me tomase de nuevo. Después de la repentina aparición de Austin, sin embargo, no tenía ninguna intención de volver a la niebla. Quería permanecer despierta y viva lo máximo posible. Lauren me hizo sentir mucho más viva. Ella era la razón detrás de todo ese cambio, toda esa novedad. La razón de que hubiese despertado de la niebla. No podía explicarlo, no más de lo que podía explicar por qué había deambulado perdida después de la muerte, o por qué no lo hacía ahora. Pero los nuevos deseos que me habían llenado después del accidente de Lauren no habían cambiado. Se habían hecho más fuertes, más agudos. Quería estar cerca de ella, incluso más que la primera vez que lo vi. Quería volver a sentirla, aunque fuese sólo una vez más. Cualquier cosa, aunque fuese la imagen de ella alejándose corriendo de mí al enterarse de la verdad, valdría la pena. Ahora sentía un nuevo propósito para el día. Miré fijamente al río y su rivera una vez más, bebiendo en la imagen del agua verde y la hierba veraniegamente amarilla. Ese era el escenario de muchos de mis cambios: de la vida a la muerte... ¿y quizás de nuevo a la vida? Quizás. Valía la pena intentar averiguarlo. —Ya nos veremos – dije en voz alta al agua. Y empecé a correr, con mis pies descalzos pisando el barro y el césped, y luego el asfalto, dejando muy detrás de mí el río y la ruta High Bridge. Llegué al parque con sólo un poco de ventaja. Un reloj situado sobre una plataforma de madera a la entrada del parque marcaba las 11:50. Aminoré el paso aunque casi había llegado al camino enmarcado por cedros que llevaba al área de picnic. Aunque había corrido varios kilómetros, no me faltaba el aliento, no estaba alterada. Aún así, empecé a alisar nerviosamente arrugas invisibles en la falda de mi vestido y pasándome las manos por las pobladas ondas de mí pelo. Me sentía... nerviosa. Supongo que los nervios pueden sobrevivir a la muerte. Casi me di la vuelta, mi determinación casi me abandona. Mi futuro dependía de Lauren y el resultado de nuestra conversación. La sentía dentro de mí, y de repente no podía comprender cómo había decidido enfrentarme a ella con tanta bravuconería. Pero mis pies fueron traidores. O leales, dependiendo de cómo se mire. Siguieron conduciéndome por la carretera, a través de un parking y un pequeño bosquecillo de pinos, pasando un grupo de bancos vacíos, hasta el único ocupado. Lauren se sentó, no en el banco sino en la tabla de concreto a la cual estaba sujeto el banco. Miró a su izquierda, al bosque que rodeaba la zona de picnic. Su perfil, su mandíbula, pómulos altos, y labios carnosos, me hizo estremecerme con una ola de deseo y el miedo me inundó. Miré cómo juntaba sus negras cejas mientras seguía estudiando el bosque. Quizás ella pensaba que yo la había dejado plantada.

Más allá de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora