Capitulo 8

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La muerte podía haberme robado los recuerdos de cuando iba en coche, pero lo cierto es que no se podía llevar los nuevos. Cuanto más conducía Lauren , más se disipaba mi miedo inicial al viaje y a los eventos que tendrían lugar después. Mientras el coche prestado de Lauren pasaba volando por la empinada cuesta llena de curvas que había fuera del parque, me eché hacia adelante tanto que casi me podía apoyar en el salpicadero. Desde ahí veía los densos árboles verdes pasar borrosos a nuestro lado a través del parabrisas. Aunque era incapaz de sentir la sensación física de sentarme en el coche, no me sentí triste por ello. Me sentía libre de ataduras e imposiblemente rápida, como si estuviese volando. Me agarré al borde del asiento que había bajo mí, y sorprendentemente la sensación del áspero cuero se aferró a mis dedos. —Eh, Camila . La preocupada voz de Lauren  interrumpió mis pensamientos y la sensación del cuero desapareció al instante. — ¿Sí? Por mucho que disfrutase al mirarla, apenas podía apartar la vista de la carretera el tiempo suficiente como para echarle una mirada de reojo. —No intento decirte qué hacer ni nada, ¿pero podrías, por favor, echarte para atrás? Por la forma de sentarte, diría que estás poniendo mucha fe en mi conducción. Me reí. —Bueno, no es como si pudiese salir volando a través del parabrisas. Mi visión periférica me permitió verla fruncir fuertemente el ceño. La imagen de su coche flotando en el río me vino a la mente. Sacudí la cabeza cuando me di cuenta de mi propia estupidez. —Lo siento —mascullé—. Una mala broma. —Está bien —contestó con una sonrisa apenas visible—. Pero... da lo mismo, me pones nerviosa. —Lo siento —repetí, y me eché hacia atrás.

Mantuve los ojos fijos en las imágenes borrosas que pasaban a través de la ventana. Aún así, deseaba volver a echarme hacia adelante, así que agarré el asiento para mantenerme en mi sitio e intenté en vano revivir la sensación del cuero en mi piel. Al final, el bosque dejó paso a un pequeño pueblo. La carretera cruzaba una especie de calle principal salpicada por pequeños edificios y pinos aislados. Una señal de madera pintada junto a la carretera nos daba la bienvenida a Wilburton, Oklahoma. El pueblo me recordaba a una fotografía vagamente familiar, una que había visto hacía tiempo pero no podía situar en ese momento. ¿Había pasado por ese pueblo en concreto durante mi muerte? Nunca había prestado mucha atención a los sitios por los que había deambulado. No podía estar segura, y la incierta familiaridad me hizo retorcerme en el asiento. Demasiado pronto Lauren aminoró a unos pocos kilómetros por hora. Después se apartó a un lado de la carretera, uno donde había más pinos. Cuando los árboles empezaron a disminuir dejaron a la vista un grupo de edificios bajos. Mientras Lauren se acercaba a un aparcamiento pude ver algunos estudiantes pulular o pasear por los pasillos de los edificios. —Ya está —dijo Lauren  suspirando aliviada. Aparcó el coche, desabrochó el cinturón de seguridad y estiró el brazo hasta el asiento trasero para hurgar en busca de su mochila. Me mantuve concentrada en los edificios de ladrillos rojos que había frente a nosotros. Mi visión abarcaba los tejados blancos, los bancos violetas del césped, los carteles metálicos desteñidos en los que se leía GO DIGGERS! en mayúsculas. Había algo en los edificios que me llamaba la atención, algo que no podía identificar... —El instituto de Wilburton. ¿Vamos? La cercanía de la voz de Lauren  me hizo saltar en el asiento. Estaba a mi lado, pero fuera del coche, con una mano apoyada en la puerta del copiloto y la otra agarrando la bolsa que colgaba de su hombro derecho. Estaba tan concentrada que ni siquiera me di cuenta de que había salido del coche o había abierto mi puerta. —Eh... Empecé a retorcer el tejido de mi vestido, repentinamente nerviosa otra vez. Antes de Lauren , el contacto inminente con el mundo de los vivos me hubiese entristecido.

Pero el hecho de que Lauren  pudiese verme ,  había conseguido que mi depresión retrocediera a un lugar remoto de mi cerebro. Aún así, la visión de esos edificios y la escalofriante sensación que me daban, me hicieron sentir un poco de miedo. Y algo más que un poco soldada al asiento. —Muévete, Camila . Estás haciendo que parezca una loca plantada frente a una puerta vacía —las palabras de Lauren podían haber parecido duras, pero en su voz se notaba que estaba de broma. Aunque mis dudas iban a hacerle llegar tarde a clase, ella simplemente sonrió y me ofreció una mano. Parecía que mi valentía se había estirado un poco más, porque agarré su mano y salí del coche. Inmediatamente, un fuerte impacto sacudió mi brazo. —Oh —grité, y solté su mano. Mientras se inclinaba sobre mí para cerrar la puerta del copiloto se las arregló para dar un grito ahogado y reírse al mismo tiempo. —Luego más —se rió entre dientes—. Ahora, a clase. Tú sígueme. Guiñó un ojo y pasó caminando rápido junto a mí. Una sonrisa, formada en parte por la vergüenza y en parte por la emoción, apareció en mi cara; la seguí de cerca hacia uno de los edificios pequeños. Mientras caminábamos, ella habló entre dientes sin mirar hacia atrás, hacia mí. Supongo que lo hizo para evitar parecer que hablaba sóla ante los demás. — ¿Todo bien ahí detrás? —Sí, creo que sí —dije, manteniéndome a su volumen aunque no tenía necesidad de hacerlo—. Este lugar es tan... familiar. Siento como que recuerdo este instituto, pero no sé por qué o de cuándo. —Mmm. Eso podría ser... interesante —Se quedó callada un momento y entonces, en un tono inseguro, susurró— ¿Estarás bien con todo esto? Quiero decir, de alguna forma te obligué a ello, ¿no? Sonó tan preocupada, que tuve que esconder una risa. Aparentemente, ella no había pensado en preguntarme qué era lo que yo quería hasta el último segundo. En voz alta dije: —Probablemente estaré bien. Mientras miraba su espalda, bajo la blusa gris, dejé escapar impulsivamente mi siguiente pensamiento. —De todas formas, no importa dónde vayamos, porque sólo quiero estar donde estés tú.

Más allá de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora