Capítulo 8: Ayúdame.

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Capítulo 8: Ayúdame.

*Natalie's POV*

Pasó una semana, y ninguno de los dos mencionó el tema. En parte me sentía mal que no habláramos de eso, no quería ser tratada como una cualquiera, pero él seguía siendo el mismo conmigo.

Compramos cosas para mi habitación, limpiamos su casa que estaba muy sucia. Incluso hablamos de nuestros sueños y aspiraciones.

Le dije la verdad, quería estudiar la carrera de Psicología. Me dice que algún día iremos a ver becas para universidades de Los Ángeles, pero la verdad es que no creo que pueda tener una beca, es algo que pocas personas consiguen y no me considero una de esas personas.

Y él, bueno él no tenía ningún sueño nuevo por ahora. Solo me hablaba de su padre, había veces que no parecía el mismo, porque lloraba mucho cuando hablaba de él pero Adam quería sacarse ese peso de encima.

Yo hablaba de mi padre también, pero de manera diferente, porque tengo un sentimiento de amor-odio por él. Hay veces en las que quería decirle que lo odiaba y que lo quería lejos de mi vida, pero había otras en las que no quería que me volviera a dejar. A veces me quedaba despierta mirando a mi celular esperando una llamada, o un mensaje, pero nunca llegaba.

Cayó la noche del domingo, no salimos ese fin de semana porque Sam se fue de viaje con su novio Leonardo a Cartagena, Colombia.

Habíamos terminado de ver Enredados, una película que me hizo llorar. ¿Por qué? Pues porque soy muy sensible, y ¡se amaban! El final feliz me liberó de las lágrimas y ambos decidimos que era hora de irnos a dormir.

Fui a mi habitación y me puse mi pijama que era un pantalón rojo de cuadrados y un polo gris de manga corta. Me eché en mi cama mirando al techo e intenté dormir, pero no podía. Así que me levanté y fui a la habitación de Adam, toqué la puerta y escuché un "Pasa".

-¿Qué pasa, Nat? – Cerré la puerta y lo miré, estaba sentado en el borde de la cama.

-No puedo dormir. – Sonreí de lado y él se echó.

-¿Quieres dormir aquí? – Asentí y él palmeó el sitio a su lado para que me echara junto a él. - ¿Es por la película?

-No. – Dije mientras ambos volteábamos quedando cara a cara. – Simplemente no puedo dormir.

-Bueno, perdón por... - Se rascó la nuca. – Lo de la otra vez, ya sabes, el beso.

-Perdóname también. – Él asintió y volvió a voltear para mirar al techo. – Creo que sería buena idea ir buscando una Universidad.

-Te puedo ayudar. – Dijo mientras yo apoyaba mi cabeza en su pecho y él pasaba su brazo por detrás de mi espalda. – Si quieres, claro.

-Me gustaría que ayudarás, no tengo idea de cómo funciona esto de la Universidad.

-Tienes que postular primero, das un par de exámenes y luego te llaman o mandan una carta con los resultados. – Asentí.

-Suena fácil.

-No lo es. Pero tú lo lograrás, gruñi. – Sonreí.

-Gracias, Adam. – Besó mi frente.

-De nada, gruñi. – Y nos dormimos.

***

Ahí estábamos, en su oficina, yo ordenaba papeles y él estaba en la computadora.

En una esquina de la habitación aún habían cajas del almacén, así que me dispuse a arreglarlas. Empecé encontrando juguetes de niño pequeño, varios carros de plástico, luego me encontré con fotos de Adam cuando pequeño, y finalmente me encontré con un juego de mesa. El juego se llamaba Cards Against Humanity y por lo que leí era bastante racista, machista y entre otras cosas malas.

Mi juego ideal.

Le rogué a Adam para jugarlo, pero él insistía que no podíamos jugar de dos personas, hasta que se cansó de mis chillidos y cedió.

El poder de los chillidos de Natalie Gómez 2015.

Abrimos el juego y el empezó a repartir las cartas. Me dio diez cartas blancas y se quedó con diez más para él. Sacó una carta negra y la leyó.

-Y el premio de la Academia va para espacio en blanco por espacio en blanco. – Dijo para luego dejar la carta en la mesa de centro, ya que estábamos sentados en el piso de la sala.

-Ya está. – Dije dejando dos cartas blancas en la mesa y segundos después él hizo lo mismo.

-El premio va para Nicolas Cage por... - Empezó a reír. – Por ver a mi abuela desnuda.

-Es bueno. – Dije antes de que lea el mío.

-El premio va para Justin Bieber por herpes de boca. – Me miró empezó a reír.

-El mío el mejor. – Levantó una ceja.

-Como sea. – Dijo dándome la carta negra.

Awesome Point! – Dije para hacer un baile estúpido.

-Quiero a la gruñi devuelta. – Negué y luego reí.

Y así pasamos horas, siendo crueles y riéndonos de lo estúpidos que somos. Tengo que admitir que hace mucho tiempo que no me sentía tan feliz de estar viva, suena extraño pero es verdad, Adam de alguna manera había conseguido que aprenda a vivir.

Aunque fuera un adulto de veinte años muy inmaduro, sabía muchas cosas que nunca hubiera aprendido, muchas de la cuales se las enseñó su padre antes de morir y él me las enseñaba a mí. Tenía muchas metáforas de la vida y tenía tantas cosas por contar que le faltaba tiempo para decirme todo lo que quería decirme.

Incluso él se volvió un poco maduro, solo un poco.

-Nat, quiero contarte algo. – Lo miré atenta mientras guardaba las cartas.

-¿Qué pasa?

-Mi mamá me ha estado mandando muchos correos últimamente. – Levanté las cejas como un ademán para que continué. – Falta poco para que mi padre cumpla cinco años de fallecido y quiere que viaje a Londres.

-¡Eso es genial! – Dijo sonriendo. – Es bueno que vayas para que te liberes un poco, Adam.

-Sí, pero necesito que me hagas un pequeño favor. – Deje la caja del juego a un costado.

-Puedo cuidar la casa sola, Adam, no tienes que preocuparte. – Se mordió el labio.

-No es eso. – Dijo mientras miraba a la puerta del balcón. – Es que necesito que viajes conmigo.

-¿Qué?

-Y que finjas ser mi novia.

-¡¿QUÉ?! – Me paré y él me imitó.

-Nat, mi madre cree que tengo novia, pero lo que no sabe es que ella me engañó. – Lo miré confundida.

-¡Nunca me dijiste eso! – Dije empujándolo.

-Lo sé... Nat, si mi madre se entera es capaz de buscarla y matarla, no conoces a mi mamá.

-Pero la debe conocer.

-No, ni sabe su nombre. – Suspiró. – Solo tienes que actuar, nada más. Te prometo que solo tienes que actuar, ni me tendrás que besar.

-Adam yo... No creo que pueda. – Dije mientras me sentaba en el sofá. – No sé cómo...

-Natalie, es un favor. – Dijo arrodillándose poniendo la mejor cara triste del mundo. – Por favor, mira lo que he hecho por ti, te toca ayudarme ahora.

-Júrame que no volverás a pedirme un favor así. – Asintió. – Está bien, acepto.

-¡Gracias! – Me abrazó y yo lo abracé también.

Al final, no creo que sea tan complicado, ¿no?

***

Twitter: @xLovelyComplexx

El Chico De La CafeteríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora