Capítulo 6: Mudanza.

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Capítulo 6: Mudanza.

Ha pasado un mes desde que trabajo con Adam y debo decir que era mejor persona de lo pensaba, pero tenía algo que simplemente me hacía dudar de su sinceridad.

Todos los días fueron básicamente ver películas y a veces salir con Sam, pero no más borracheras. Normalmente salíamos a mirar L.A., explorar, ya que yo no conocía mucho la ciudad. Fuimos a varias playas de ahí, la más conocida Venice Beach y la que más gusto, obviamente. También paseamos por centros comerciales y aproveché para comprar regalos para mi madre, quería mandarle un paquete la semana que viene y una carta.

Adam decidió que después de haber paseado hoy él me dejaría en mi casa, porque era "tarde" para él.

La verdad que las cosas con él mejoran cada día más, toda esa incomodidad que había antes se iba porque siempre teníamos un tema de conversación.

Llegamos a mi departamento y encontré cajas tiradas afuera de mi puerta. Me asusté, ¿qué estaba pasando?
Intenté abrir la puerta pero alguien más la abrió desde adentro. Sentí que me iba a dar un ataque de pánico o algo.

-¿Qué haces aquí? – Preguntó la misma señora que me dio el departamento el primer día.

-Disculpe, no entiendo que está pasando. – La señora me miró seria.

-No pagas el mes, ni la luz, ni el agua dejando al edificio sin agua y, ¿esperas que te deje estar aquí? – Mierda. Me había olvidado de pagar.

-Y-yo... – Cerró la puerta y miré a Adam.

-¿Qué voy a hacer? – Dije mientras me agarraba la cabeza intentando no llorar de la rabia.

-No lo sé.

-No tengo dinero, soy una estúpida. – Y lloré, pero de la impotencia.

-Puedes quedarte en mi departamento. – Lo miré.

-Solo hay una habitación. – Ladeó el labio.

-Podemos limpiar el almacén y tú compras tu cama. – Miré al piso mientras me secaba una lágrima.

-Adam... – Sonrío y me abrazó. – Gracias.

Adam empezó a llevar algunas cajas y yo las maletas con ropa. Era tan vergonzoso ser botado en contra de voluntad y tener a los vecinos mirándote.

Nota: A uno parece que se le van a salir los ojos del odio que me tiene.

Adam logró llevar todas las cajas a la camioneta.

Entramos en la camioneta, Adam encendió la radio pero gracias a Dios no cantó. Yo solo me quedé en silencio, me sentía mal, él no tenía que hacer todo esto.

-Gruñi, deja esa cara. – Dijo de improviso.

-Es que... – Miré a la ventana. – Soy una estúpida.

-No lo eres. – Suspiré. – Si no sonríes me obligas a contarte un chiste.

-Adam...

-¿Cuál es la ciudad con la tierra menos productiva del mundo? – Levanté las cejas mirándolo y crucé los brazos. – El vaticano, porque solo ha producido 28 papas. – Y empezó a reír solo.

-No es gracioso. – Él me miró serio.

-Si lo es, gruñi. – Se mordió el labio. – ¿Quién es el padre del príncipe azul?

-¿Quién? – Rodé los ojos.

-Blu ray. – Rio. – ¿Entiendes? Es un juego de palabras.

-Si entendí.

-¿Cuál es el colmo de Beto? – Lo miré mientras el estacionaba el auto.

-¿Cuál? – Sonrío.

-Se agacha y se la meto. – Y esta vez sí reí.

-Ese estuvo bueno.

-Todos fueron buenos. – Dijo mientras salía del auto y yo lo imité.

***

"Mamá,

Sé que no hablamos mucho pero quieres que sepas que siempre estoy pensando en ti y que te extraño mucho. Vine a Los Ángeles a cumplir un sueño y regresaré para que estés orgullosa de lo que he logrado.

Te compré algunas cosas en tiendas de por aquí, sé que te gustaran. No te olvides de lo mucho que te quiero y mándale saludos a mi abuela.

Con amor,

Natalie."

Imprimé lo escrito en mi laptop para luego ponerlo en un sobre.

Empecé a meter la ropa y las decoraciones que compré para mi mamá. Estaba sentada en el piso de la sala, ya que Adam había salido con a hablar con un cliente estaba sola.

Mientas metía las cosas en la caja me puse a mirar los álbumes de fotos de Adam. Su familia era adorable, y él era igual a su padre de pequeño. Aunque habían pocas fotografías con su padre cuando mayor, estaba segura que parecen hermanos.

Oí cómo la puerta se abría y me paré para darle un abrazo a Adam, él sonrío y luego miró a la caja.

-¿Y esto? – Dijo mientras dejaba su mochila en el sofá y se sentaba.

-Le voy a enviar un paquete a mi mamá. – Me senté a su costado y sonreí.

-¿Y tu papá? – Uf, en el clavo.

-Es complicado. – Él me miró esperando una respuesta completa. – Estoy... Enojada con él.

-¿Y...?

-Es complicado Adam. – Se paró del sofá y me miró.

-¿Tienes a tu padre vivo y no le hablas por qué "es complicado"? – Lo miré sorprendida. – Eso es estúpido, Natalie. Estúpido.

Y se fue, dejándome sola. ¿Y a este que mosco le picó? No puede simplemente hablarme así e irse como si esto fuera una telenovela. Está bien que me haya dejado vivir con él, pero debe ser amable, no tratarme como qué sé yo.

Me paré y caminé por el pasillo hasta su oficina, y ahí estaba, sentado en su silla con la cabeza sobre el escritorio. Me acerqué y puse mi mano en la mesa captando su atención.

Tenía los ojos rojos.

Oh.

-¿Adam? – Me miró y una lágrima cayó por su mejilla. – Ehmm...

-Ahora no, Natalie. – Dijo mientras limpiaba las lágrimas.

-Adam. – Me miró para luego pararse y abrazarme.

-Perdón, gruñi. – Sonreí.

-¿Qué pasa? – Agachó la cabeza.

-Tengo mucho que contarte.

-Pues cuéntalo. – Y sacó una foto del cajón de su escritorio que siempre estaba cerrado.

Oh.

***

Twitter: @xLovelyComplexx

El Chico De La CafeteríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora