Capítulo XI

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Terminar el ensayo le tomó toda la tarde. Ya que cuando hacía algo, quería hacerlo bien. Además que la profesora Gribbly era muy exigente con su asignatura Ciencias Muggles.

Cuando casi terminaba y el sol estaba a sólo unos minutos de ocultarse, oyó pequeños picoteos provenientes de una de las dos pequeñas ventanas que poseía aquella cabaña.

Volteó hacia la ventana y reconoció a Ágatha, una bella lechuza marrón con lunares blancos y altones ojos amarillos.

Pensó que podría llegar a ser sus padres, quizá Ron o Harry. Entonces rápidamente se paró para dejar pasar a su lechuza y desatarle un sobre cuya pata sujetaba. Era de sus padres.

Querida Hermione,

Todo está maravillosamente aquí, ¿tú cómo estás? Ya te extrañamos con George, parece que fue ayer cuando te preparabas para tu primer día de escuela en aquella época de primer año. ¡Aquí está nevando! Sin tu presencia la casa no es igual, princesita. Nos hizo muy feliz a tu padre y a mí que nos escribieras y que te preocuparas por nosotros. ¡Nos veremos en las vacaciones de invierno! Ya estoy preparándote una gran comida, tu favorita. ¡Te amamos, hija!

Jean y George.

De pronto, una sonrisa se apoderó de su rostro. No estaba preocupada por no haber recibido la respuesta de Harry y Ron todavía, ya que cada muy poco tiempo se quedaban en un lugar estable.

Guardó su carta en un cajón de su mesa de noche y liberó a su lechuza para que pudiera pasear un poco por el terreno de Hogwarts. De todas formas le ordenó que no se alejara demasiado, por lo que el animal largó un pequeño chillido y salió de la habitación por el lugar por donde ingresó.

Se sintió aliviada porque sus padres estaban bien y el sueño había sido sólo una pesadilla. Sólo eso. Se sentiría más aliviada si recibiera la respuesta de sus amigos. Pero sabía que era complicado para ellos.

Así que sacudió la cabeza y volvió a sus deberes. ¡No lo podía creer! Miró su reloj de muñeca que marcaban las 20:58 p.m; ¿tan rápido había pasado el tiempo? Entonces se apresuró. Aunque para su suerte, no le quedaba mucho más por hacer.

A su ensayo incorporó cosas cotidianas de ella, de su propia vida. Si bien sacó mucha información de los libros, ella también tenía conocimientos sobre la electricidad. Qué tipos de bombillas existían, cuanta luz obtenía y gastaba cada una de ellas, y cada cuanto se rompían.

Su ensayo quedó más que completo, pero por desgracia terminó cerca de las nueve de la noche. Estaba oscureciendo y no se animaba a ir al castillo.

Inmediatamente guardó sus libros y su ensayo ya terminado hacía unos pocos minutos en su maletín. Guardó también su pluma y releyó algunas veces la carta que sus padres le habían enviado en forma de respuesta.

Luego de releerla un par de veces, se cambió el uniforme del colegio para lucir un camisón olgado. Cómodo para dormir. Ingresó al baño para lavarse los dientes y al fin acostarse.

La castaña notó que Draco aún no volvía, por lo que decidió prender el velador de su lado, así no tropezaría con nada al entrar a la cabaña.

Cerró los ojos pensando en sus padres y amigos, y en menos de lo esperado, se quedó dormida.

........

—¿Tienes tanta prisa? —preguntó Blaise, mirando como su amigo comía su postre.

—No, en realidad —contestó—. ¿Por qué lo dices?

—Pues, mírate. Pareces un cerdo.

—¿Para tanto? Debes entenderme, no comí en dos días.

Ojos que no ven, corazones que sienten (Dramione/Draco&Hermione) EDITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora