Capítulo XXVI

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Hermione se despidió de Luna, y corrió en dirección hacia dónde Draco tan rápido como pudo.

—¡Draco! ¡Espera! —gritó hasta que dicha persona se detuvo y volteó a mirarla.

—Ah, hola.

—H-ol-a —dijo algo agitada—. Lamento hab-ber gritado, tem-mía que no me oyeras.

—Descuida. ¿Necesitas algo?

—En realidad, sí —inhaló y exhaló para recuperar un poco la respiración—. Ojalá no te moleste, pero quería agradecerte por enseñarme pociones. No recuerdo habértelo mencionado, pero el profesor Triguare me felicitó.

—Felicidades y de nada —dijo sonriendo—, ¿deseas algo más?

—Pues... no. No, no.

—En ese caso, te veré luego.

—C-claro... —dijo algo desconcertada.

El chico comenzó a caminar en dirección a uno de los pasillos que doblaban en la esquina, pero se detuvo.

—Hermione —dijo volteando—, ¿te gustaría ir a caminar? —preguntó como si nada.

—De acuerdo —contestó sonriendo pero algo sorprendida.

........

Luna caminaba hacia la sala común de Gryffindor, ya que tenía período libre, pero decidió hacer algo que nunca hacía. Tomar un atajo.

Tomar un atajo era sinónimo de algo no muy bueno, ya que Peeves siempre andaba rondando por los pasillos, y si veía algo extraño, inmediatamente se lo diría a McGonagall. Pero la chica no tenía ganas de caminar hasta el séptimo piso en ese momento, así que tomó el atajo más cercano hacia la torre.

—¿Luna? —la voz de un chico se hizo sonar mientras una figura aparecía por entre las sombras.

—¡Theo! Me asustaste, ¿qué haces aquí? —cuestionó mientras se acercaba a él.

—Tomaba un atajo hacia la torre de Slytherin, pero ya que estás aquí... —dijo con voz seductora mientras tomaba a Luna por la cintura.

—¿Tienes algo mejor en mente?

El Slytherin asintió y ambos salieron del pasillo hacia su lugar.

........

—De verdad, ¡adoro este lugar! Aprecio mucho que me trajeras aquí... ¿cómo lo descubriste? —preguntó Luna curiosa.

—En realidad, es una historia graciosa. Mi padre trajo aquí a mi madre la primera vez que la vio.

—Oh, ¡qué romántico! —Theodore rió ante tal comentario.

—Luna, debo confesarte algo —confesó poniéndose algo serio.

—Dime —contestó sonriendo.

—No sé bailar vals.

—Oh, ¿de verdad? Bueno, no temas. ¿Quieres que te enseñe?

—¿Serías tan amable?

—Por supuesto que sí —contestó con una amplia sonrisa en su rostro y acercándose al chico—. Debes poner tu mano aquí, en mi cintura. Y yo, debo tomar tu hombro izquierdo con mi mano derecha. Y juntos, yo con mi mano izquierda y tú con tu mano derecha, debemos entrelazar los dedos así —ella entrelaza las manos— juntando nuestras palmas.

De repente una música de vals comenzó a resonar por el lugar.

—Aún recuerdo estos pasos —comentó mientras bailaban—, mi madre me los enseñó. Era una gran bailarina.

Ojos que no ven, corazones que sienten (Dramione/Draco&Hermione) EDITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora