Capítulo XXII

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Después de la clase de aritmancia, Luna y Hermione se dirigieron hacia el Gran Comedor para la merienda. Resultaba ser que luego de la misma, la castaña debía ir a la sala de menesteres. Allí se encontraría con el rubio de ojos grisáceos.

—Ayer Harry y Ron me mandaron una postal de Polonia, están allí —comentó mientras llenaba con su plato de dulces sólidos de distintas formas y gustos.

—¿En serio? ¿Y cuándo volverán?

—Supongo que para el baile de navidad. Eso acordamos antes que se fueran de viaje por el mundo —contestó sonriendo.

—¡Qué bueno! Estoy segura que todos querrán a Harry de vuelta para el baile... ¿irá otra vez con Parvati Patil?

—Claro que no irá con Parvati, esa vez sólo fue para salir de apuros —rió acordándose de la situación—. Irá con Ginny, ¿recuerdas que son pareja?

—Ah. Sí, sí. Lo siento, lo había olvidado.

Por fin la velada había llegado a su punto final. Estaba lista. Tendría que ir a la sala de menesteres para la, ¿clase particular?, que Draco le daría de pociones.

Recogió su maletín y emprendió camino hacia el lugar que habían acordado. Él ya estaba allí esperándola.

—¿Entramos? —le preguntó mientras una puerta se dibujaba en aquel muro.

Ella sólo se limitó a asentir.

Entraron para encontrarse con un salón. Una mesa de madera con dos sillas y al costado, una gran biblioteca con libros exclusivamente con fórmulas para hacer diferentes tipos de pociones. Justo al lado de la misma un mostrador lleno de ingredientes para realizarlas.

Tomó asiento y comenzó a sacar libros junto con anotaciones que había hecho sobre la asignatura en dicha clase para la poción que iban a hacer.

—¿Sabes qué provoca esta poción y qué tipos de efectos causa en la persona que lo beba? —le preguntó sin ningún tipo de preámbulos.

—Provoca confusión y atontamiento, haciendo que el que la bebe se maree, camine en círculos y desvaríe.

—Correcto. Para esta poción se requiere margaritas, pétalos de rosa, hojas de pino, vómito de gusarapo —la chica hizo mueca de asco—, y uñas de Grindylow.

Mientras mencionaba los ingredientes, éstos mismos iban apareciendo sobre la mesa. El vómito de gusarapo y las uñas de Grindylow aparecieron enfrascados en un cubo de vidrio.

—Primero —continuó—, debemos llenar el caldero con agua, y calentarlo a ciento veinte grados.

Explicaba mientras, sobre la mesa, aparecían dos hornallas con fuego.

—¿Qué esperas? ¿Una invitación? Imita lo que hago —exigió mientras la castaña se apresuraba a hacer lo mismo que él hacía—. Añade las margaritas en abundancia y los pétalos de rosa hasta que el agua se torne de color verde. Eso va a tomar unos cinco minutos. Así que, debemos esperar. Puedes programar tu reloj, ¿verdad? —asintió— Bien, prográmalo para que suene en cinco minutos —volvió a asentir y eso hizo.

—Sé que no te gusta que diga esto, pero de verdad te agradezco mucho.

—Está bien. De nada. Lamento haberte tratado mal en la mañana, no sé qué me pasó.

—Descuida, no hay de qué preocuparse —le respondió y acto seguido, el rubio sonrió.

Se quedaron en silencio, contemplándose el uno al otro. Ella veía sus ojos grisáceos, algo tristes por alguna razón, sus rasgos masculinos, tan lindos.

Ojos que no ven, corazones que sienten (Dramione/Draco&Hermione) EDITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora