Capítulo VII

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Se quedaron hablando un rato más, hasta la hora de la cena. Bajaron juntas al comedor y allí se encontraron con Dean y Neville.

—¿Y bien? ¿Qué harás cuando veas a Draco?

—¡Shh! Cállate, Luna. No hablemos de él aquí —susurró.

—Lo siento, tengo curiosidad, y debes contarme todo.

—Lo sé, pero te lo contaré mañana. Espera, ¿qué estoy diciendo? Nada pasará con él.

—Debes ver lo que siente tu corazón, Hermione.

Pero la aludida no la escuchó. Cambió de tema rápidamente a Herbología. La materia que mañana iba a tener en dónde entregaría el trabajo de las algas medicinales.

Cuando la velada terminó se despidió de sus amigos y salió del castillo hacia la cabaña, acompañada de Hagrid. Una vez ya en la puerta de la cabaña le agradeció a Hagrid la caballerosidad del mismo y entró.

Se quedó sorprendida al notar que Draco estaba profundamente dormido. ¿Cómo era posible que hubiera llegado tan rápido luego de la cena? Ella apenas terminó de cenar, saludó a sus tres amigos y salió de allí. ¿No había comido... otra vez? No sabía por qué se preocupaba, en realidad. Pero que le preocupaba, era un hecho.

Se cambió allí mismo, se acostó en su cama y acomodó su almohada de plumas.

........

No sabía que hora era, quizá eran las 02:00 a.m o quizá las 04:00 a.m. Se había despertado pese a un sueño horrible. El chico se incorporó en su cama, se puso una camisa —ya que dormía sin ella— y salió hacia las escaleras de la cabaña, a ver la luz de la luna.

La chica con la que compartía habitación escuchó el ruido de la puerta al cerrarse, supuso que su compañero había salido. Por lo que sacó su varita y de la misma destelló una pequeña luz celeste alumbrando a la cama del mismo, claramente vacía.

Se levantó sigilosamente y abrió la puerta para encontrarse a un Draco. Hubiera apostado al menos unos veinte galeones a que el chico estaba sollozando. Pero no podía ser, ¿verdad? ¿Un Malfoy sollozando? Más probable sería ver sonreír a Snape.

—Malfoy, ¿qué te sucede? —preguntó sin atreverse a acercarse más allá del umbral de la puerta.

—No me sucede nada —dijo fríamente sorbiendo su nariz sutilmente.

—Oí sollozos —se atrevió a decir. Aunque sabía que se arrepentiría. Muy en el fondo lo sabía.

—¿Ya extrañas a tu mami, Granger?

—Olvídalo —contestó de mala gana y reprochándose a sí misma por haberse mostrado interesada en cualquier cosa que le pasara al rubio.

—Espera; espera. Lo siento —se disculpó.

Hermione, realmente sorprendida frena su paso y gira sobre sus talones. Indecisa. No sabía si sentarse a su lado o simplemente quedarse parada detrás de él.

Un silencio incómodo se hizo presente. Sin embargo, la castaña optó por romperlo sentándose a su lado —aunque a una distancia prudente—. Esperó a que él hablase.

—Tuve una pesadilla.

—¿Deseas contármela?

Él la miró por unos segundos. Y ahí, la contempló. Sus ojos, sus rasgos tan femeninos. Su cabello enmarañado, con rizos castaños y definidos. Sus labios, tan finos como una línea de cristal, se dio cuenta de la belleza exterior, pero también estaba descubriendo su belleza interior. Tras pensarlo unos segundos, aceptó.

Ojos que no ven, corazones que sienten (Dramione/Draco&Hermione) EDITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora