Capítulo XXIV

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Muchos muchos muchos me van a odiar, porque hace casi ya un año que no subo capítulo. La verdad es que al no recibir tantos comentarios, me desanimé bastante. Pero los que sí leen no tiene la culpa ♥ en fin. A partir de hoy voy a terminar esta historia. Y les advierto que no falta mucho para que termine. ¡Así que disfrútenlo!


Ya sólo faltaba caminar unos pocos pasos para entrar al castillo de Hogwarts.

Harry, Ron, Ginny y los Weasley le habían avisado a McGonagall que aquel día llegarían.

El azabache esperaba que Hermione no estuviese en el castillo en aquel momento, quería darle una sorpresa claramente. Lo mismo pensaban los hermanos. Aunque Ron quería darle otro tipo de sorpresa...

En fin, los tres caminaron hacia la sala común de Gryffindor. No sin antes pasar por la oficina de McGonagall y anunciar su llegada.

Estuvieron sentados en la sala esperando a cierta castaña que justo pasaba por el retrato de la Dama Gorda con una rubia de aspecto sereno.  Al verlos se quedó inmóvil. Sus tres mejores amigos estaban ahí, parados frente a ella con una gran sonrisa.

—¡¡Chicos!! —gritó casi llorando de emoción y abalanzándose hacia sus amigos.

—¡Hola, Mione! —saludó muy alegre Harry.

—Lamentamos no haberte dicho que hoy veníamos, ¡queríamos darte una sorpresa! —dijo la pelirroja abrazando a su amiga.

—¿Cómo viajaron? —preguntó mientras abrazaba a Ron muy cálidamente— No se aparecieron aquí... ¿verdad?

—No. Desde tu carta con el sueño de Voldemort... bueno, decidimos que sería mejor viajar en avión.

—Hermione —habló Luna, mientras se acercaba a los cuatro—, iré al cuarto. Es una alegría que hayan vuelto, chicos. Adiós.

—¡Hola y adiós, Luna! —gritaron los tres, sintiéndose mal por haberla ignorado.

—Mucho más prudente viajar en avión. ¡Oh, chicos! ¡Estoy tan contenta de que hayan regresado! ¡Deben contármelo todo!

Así fue. Los chicos le fueron contando por las diferentes aventuras que pasaron en su viaje de trabajo. Aunque claro, por suerte, les había dejado tiempo para traerle varios regalos a su mejor amiga.

La menor de los Weasley, le había llevado un lindísimo suéter de Polonia. Harry le había llevado un colgante, y como dije tenía colgando un giratiempo de madera, en homenaje al giratiempo que le había regalado McGonagall en primer año. Y por último, Ron le había regalado una rosa de madera color azul grisáceo; que, según el vendedor que se lo vendió a Ron, significaba amistad pura.

—¡Gracias, chicos! Fueron muy amables. Lamento no tener nada para ustedes, no creí que me trajeran regalos —comentó sonriendo avergonzada.

—Oh. No te preocupes, Hermione. Aquí no terminan los regalos. Mamá te hizo un suéter con lana de Eslovaquia, piensa que es sagrada o algo por el estilo...

Los cuatro rieron ante tal comentario de la pelirroja.

........

Ya faltaba poco. ¿Más específica? Faltaban dos días para el baile de Navidad. Así es, era miércoles, y el viernes, se haría la fiesta.

Mañana, sería una de las últimas reuniones de McGonagall con Draco y Hermione. Todo indicaba estar bien, así que, suponían que después del baile, podrían pasar sus últimos días en sus respectivas habitaciones, como era de costumbre antes que existiera esta tal cabaña de aislamiento.

Ojos que no ven, corazones que sienten (Dramione/Draco&Hermione) EDITADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora