NEVADA

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Michi

Aunque la idea era llegar hasta mi habitación, resguardarnos el viento helado que soplaba fuera y los ojos mirones que aún pudieran encontrarse por ahí, los besos fugaces, dedos juguetones, nuestro aliento entremezclado, palabras susurradas y el interminable deseo del uno por el otro, nos arrinconaron entre dos grandes pilares, que gracias a la poca luz a simple vista parecía un amplio espacio oscuro, y esa oscuridad penetrante y el silencio de los demás corredores fueron nuestros complices durante un largo tiempo.

La noche anterior quería cobrarse nuestro pequeño secreto.

Eran pasadas de las nueve de la mañana y aún continuaba recostada en la cama, con las mantas hasta la cabeza con un fuerte dolor de cabeza y una congestión nasal, aunque no me arrepentía de lo sucedido la noche anterior, si me arrepentía de haber sedido demasiado rápido a mis instintos y no esperar a mi habitación dónde no se colaría el aire a rienda suelta.

- ¿En verdad estaras bien? - entreabrí los ojos, aunque las cortinas permanecian cerradas mis ojos captaban demasiada luz y eso aumentaba el dolor de cabeza-. Puedo hablar con...

-... No...

Sentí su peso a los pies de la cama-: Entonces me quedare, hemos avanzado mucho en las reuniones, por lo que puedo darme un día libre.

-Lu, solo es un resfriado. No morire si me dejas sola...-tosí-, si me dejas sola por unas horas. Además, no quiero contagiarte, no sería bueno tener dos bajas importantes durante estos días.

-Bien, me ire, y llamare al médico -hice una leve mueca, odiaba todo lo relacionado con la medicina-. Y en cuanto termine la reunión volvere, ¿estamos?

-Claro capitán.

Se levanto, y se acercó hasta mi-: Te quiero-dijo mientras se inclinaba para darme un pequeño beso en la frente.

En cuanto cerro la puerta, trate de acomodarme de la manera más cómoda, debía descansar. No podía permitirme estar en cama mientras se estaban alistando los últimos detalles para el siguiente ataque. Un error sería terrible.

Sara

- ¿Llamaste al médico? - pregunte a Lu en cuanto me percate de la ausencia de mí amiga. Era poco común que dejara sus tareas por cualquier cosa.

-Estaba en eso.

-Si quieres puedo llamarlo yo.

-Me sería de mucha ayuda, voy un poco tarde a la reunión. -Consulto su reloj-. ¿Podría pedirte otro favor? No se cuanto tiempo nos lleve, y no me gustaría que se quede tanto tiempo sola...

-Descuida, yo me encargo.

-Gracias - me dio una sonrisa, para después irse a paso rápido por el pasillo.

Después de que el médico se fuera a conseguir los medicamentos, me acerqué a la cama y me recosté de espalda a su lado.

- Sabes...-dijo girando para quedar boca arriba, pero mantuvo los ojos cerrados-, tuve un sueño, Enrique estaba ahí. -Respiro hondo-. ¿En verdad crees que se encuentre en ...?

-Sí - sabía cual era su verdadera pregunta-. Él se encuentra a salvo.

-A veces prefiero no tener ninguna noticia, así puedo fingir que esta bien. -Se giro dándome la espalda, haciéndose un ovillo-. Pero tampoco puedo pasarme el tiempo evadiendo una u otra cosa. Sara, ¿por qué me dejo? Si era su hermanita, la persona que más quería ¿por qué no llevarme con él? ¿quizá pensó que yo era un estorbo? ¿qué tengo de malo?

-Sabes que no es tan fácil escapar de la colonia, irse implicaba algunos riesgos, y él solo estaba cuidandote, en ese momento fue su mejor manera de mostrar su amor por tí. Aunque se sintiera mal al dejarte, tampoco podía permitirse el ponerte en riesgo, no tenía certeza de nada.

Respiro hondo-: Sara, nunca me dejes.

-Siempre estaré aquí.

La contemple un momento mientras se quedaba dormida. Algún día tendría que decirle la verdad, se enteraría de el verdadero motivo de la huida de su hermano y la razón de haberla dejado; pero por ahora podría continuar con la mentira y evitar que sufriera más.

Después de que su hermano se fuera de casa, Michi se paso un mes entero en casa, ni siquiera asistía a la escuela. Su madre decía que se debía a un resfriado, pero yo sabía que no era verdad.

Adoraba a su hermano. Cuando asistíamos al preescolar, todos los día me contaba todo lo que había dicho o hecho su hermano, fue un chico ejemplar, tenía buenas notas, era capitán del equipo de fútbol, cantaba, y daba servicio a la comunidad. Y durante un tiempo él llego a ser mi amor secreto. Michi decía que sería genial que fuésemos familia, y a mi también me parecía una idea genial.

Sobre todo le emocionaba la idea de tener sobrinos, esa fue una de las razones por las que no le dije sobre la decisión de que su hermano dejara de gustarme.

Era invierno, por la mañana, las calles estaban cubiertas por una ligera capa blanca, y el cielo estaba nublado. El día se antojaba para quedarse arropado en casa, bebiendo chocolate caliente.

-Quizá por mañana podamos hacer un muñeco y quizá una guerra.-Michi jalaba mi mano, al interior de la casa. Habíamos pasado un tiempo en el patio trasero tratando de armar un muñeco, pero la nieve aún no tenía la consistencia adecuada, cosa que me alegro, me moria de ganar de estar calientita dentro de la casa.

Me quedaría a dormir en su casa, estaríamos en la sala viendo peliculas y comiendo pizza, además, sus papás nos habían construido una pequeña casa de campaña con muchas mantas, cojines y pequeñas luces, sería como acampar, pero dentro de casa; Entrique y su amigo se unirian un rato con nosotras.

Más tarde, alrededor de medianoche, los chicos se excusaron diciendo tener demasiado sueño, pero mentían, lo vi en sus miradas fugaces que dejaban entrever un atisbo de coquetería y complicidad, y eso no me gusto para nada; conocía esa mirada, la había visto ya en otras personas que... pero quizá estaba equivocada, ellos dos no podían tener esas ideas.

Había pasado una hora, las palomitas se habían agotado, estabamos por comenzar la tercera pelicula, pero no podía sacar de mi cabeza la mirada que habían compartido, Enrique y Luis.

Me puse en pie-: Tengo frío, subire por otra manta, ¿quieres algo?

-No - Michi bostezo-...bueno, ¿puedes traer la manta naranja? Es grande, nos servirá a las dos -se acomodo entre el montón del cojines-, si no puedes bajarla sola, pidele a Kike que te ayude.

-Claro...

Subi despacio las escaleras, sabía que el irse pronto a su habitación, era por un simple deseo de privacidad e intimidad, ¿por qué habría de interrumpirlos? Quizá era mejor volver con Michi y dejar la idea de ir por otra manta, pero mi curiosidad era demasiada.

Termine de subir los últimos escalones, su puerta frente a mi se encontraba cerrada, camine de puntillas hasta ellas, quería hacer el menor ruido posible; tome la perilla con sumo cuidado mientras la hacía girar, abrí un poco la puerta, tuve que entrecerre un poco los ojos tratando de adaptar mi vista a la oscuridad; la habitación se encontraba bastante limpia, todo estaba en susitio, los libros y comics ordenados en el librero, su camára se encontabraba sobre el escritorio, y en el suelo solo se encontraba la ropa que acababan de quitarse.

Subí mi vista a la cama, ahí estaban ellos, dormian tan placidamente, su respiración era acompasada hasta parecía ir al mismo ritmo, parecían uno, realmente lo hacían. Enrique estaba boca arriba y con un brazo rodeaba a Luis, este tenía la cabeza apoyada en el pecho del hermano de mi mejor amiga.

Me arrepentía de haber irrumpido su pequeño espacio...

Espero que les gustara el capítulo.

Gracias por leer.

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