Capítulo 19: "Palabras mágicas"

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Cuando le vi vestido con ese atuendo tan provocador supe que la noche que me aguardaba estaría repleta de locuras.

Un esmoquin antiguo ceñido de seis botones que apretaban su cuerpo hasta marcar sus caderas tan masculinas. Unos pantalones de seda gris que le ceñía las piernas y ese torso que tantas veces a estado en mis fantasías más oscuras. En su mano derecha poseía un bastón de forma circular con sus guantes de cuero a juego y un sombrero muy sofisticado.

Lo mejor de todo era que iba sin maquillaje.

Yo en cambio iba con aquel vestido rojo y unos tacones que había encontrado de casualidad por la bolsa que me trajo él.

Nunca me quedaré a la altura de su belleza... Pero me conformo con deleitarme con la mirada.

Además, sabía que me estaba mirando las piernas cada vez que pensaba que no miraba.

Con un gesto galante, me rodeo la cintura y me acompañó hasta su coche en completo silencio, como si estuviera ocultando una sorpresa.

Le miraba intentando descifrar de que se trataba, pero, como siempre, no pude desvelar nada detrás de aquellos ojos negros tan voluptuosos.

Me abrió la puerta del automóvil con gran caballerosidad, su galantería siempre me dejaba sin palabras, y entré nerviosa por saber
que me deparará la noche... Sobre todo con aquella bomba de seducción a mi lado.

Cerré la puerta y se sentó a mi lado, pero antes de arrancar hizo algo inesperado, darme un beso de sopetón que me hizo olvidarme de todos mis pesares durante ese instante.

Le agarré la cabeza y lo sujeté solo para que no se alejara de mi, solo para estar unidos de esa forma para siempre... Tan solo él y yo, sin dolor, sin secretos... Solo nuestras almas juntadas en solo una.

Pero separó sus labios de terciopelo de los míos a la misma velocidad de la que se le quita un caramelo a un niño.

Me regaló una de sus sonrisas que tanto me gustaban.

-Clarisa, contrólate preciosa... Esta noche créeme que seré todo tuyo, igual que tu toda mía.

Me ruboricé brutalmente y me enterré en el asiento mientras las ruedas rugian debajo de mi.

Coches... Son un asco.

Me pase todo el trayecto empanada mirando ese rostro tan bonito que me enamoró completamente.

De vez en cuando, él me devolvía la mirada y me acariciaba la mejilla con una mano.

Si esto sigue así, a lo mejor llevar coches no es tan aburrido...

Noté como aparcaba medio dormida y escuché esa carcajada tan angelical suya mientras me miraba.

Salió y, como no, me abrió la puerta para que saliera.

Pero cuando quise mirar para averiguar donde estábamos, el me tapó los ojos con fuerza y me susurró al oído.

-Clary, no seas impaciente. Debes saber que todo esto lo hago por que necesito que estés a mi lado... Por que te adoro, y nunca ni ahora ni nadie habrá otra persona que no seas tu. Puede que te hubiera mentido en varias ocasiones, pero te mentí temeroso de que me abandonaras... Pero lo mejor es que sigues aquí... A mi lado.

Le acaricié el brazo y sentí como las lágrimas empezaban a brotar por mi rostro. Que haría yo sin este hombre...

Me abrazó con la otra mano y me empezó a guiar lentamente mié tras mis lágrimas no paraban de salir y una sonrisa tonta permanecía en mi cara. Aquellas palabras me habían atravesado el corazón con su luz cegadora.

Él me llevaba como una muñeca de trapo, me guiaba con sus piernas y me marcaba el paso con su cuerpo.

Hasta que al fin paramos.

Me quitó la mano del rostro y pude ver el sitio tan maravilloso al que me había llevado.

Un sitio que siempre guardaré en mi corazón.

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