Inocencia es un término relativo.

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Matthew. 

No importaba cuan inteligente fuera, lo mucho que los profesores lo quisieran o lo mucho que listaran sus cualidades. El mayor defecto de Matthew Duncan era su impuntualidad, había sido de esa manera desde que podía recordar. 

Frank, su mejor amigo, se encargó de repetírselo una y otra vez en la parada de los autobuses y durante todo el trayecto, ya que por su culpa había perdido el de la escuela que resultaba ser gratuito. 

— ¿Y por qué no te fuiste en él?—Preguntó en algún momento de su balbuceo.

—Porque soy avaro, pero no un traidor —Respondió con solemnidad, haciéndolo rodar los ojos.

Frank era su mejor amigo desde el jardín de niños; su nombre era Francisco Álvarez y era esa clase de chicos que son tímidos alrededor de desconocidos, pero un completo desastre cerca de sus amigos; tenía el cabello corto y ondulado, su tez era morena y tenía ojos pequeños, amables y oscuros, casi como los de un cachorrito. 

Matt podía decir orgullosamente que gracias a Frank él aprendió un mejor español, ya que toda su famila es mexicana y Frank dominaba el idioma a la perfección porque sus papás no hablaban ni una palabra del inglés. 

El autobús se detuvo en otra parada y Matt miró a la gente de afuera por la ventana. Ahí estaban sentadas varias personas que esperaban pacientemente a que su autobús llegara y frente a la puerta se encontraba un grupo de chicos ruidosos que vestían con ropas viejas y tenían pinta de delincuentes en busca de problemas. 

Se veían justo como los chicos bravucones de las películas que molestaban a los chicos como él desde el primer día de clases, porque vamos a ser sinceros, Matt no era el exacto ejemplo de chico popular y a la moda. 

Usualmente Matt vestía con pantalones claros, camisas manga largas abotonadas hasta el cuello, suéteres holgados, cardigans o camisetas con estampados tontos y tenía unos grandes lentes de grueso armazón, así que eso no le favorecía mucho que digamos. 

Sin embargo, Matt siguió con la mirada al chico que tenía las puntas del cabello pintadas de azul eléctrico, que se había quedado atrás para finalizar su cigarrillo antes de subir al autobús. Él parecía haber sentido su mirada ya que volteó de inmediato a la ventanilla en la que estaba Matt y su respiración se cortó en su garganta por un momento, creyendo que él había podido verlo a través de los vidrios polarizados. 

Pero no era solo el pequeño e irracional susto, sino que conocía a ese chico; lo había visto por los rincones de la escuela varias veces, acompañado de esos otros chicos que conversaban de manera animada entre ellos, aunque jamás se había atrevido a dirigirle una segunda mirada o una más larga, con miedo a que le sacara los ojos con alguna maldición o con sus propias uñas. Aun así, el que él siguiera intentando ver a través del vidrio le dejó observarlo sin pena; su rostro parecía esculpido en mármol, su piel era blanca, sus cejas eran tupidas y rectas, tenía ojos pequeños y profundos, cabello castaño y despeinado con las puntas azules y una barba de varios días donde reposaba un gran moretón que manchaba su perfecta piel. 

Observando lo apuesto que era casi ignoró lo que significaba que él estuviera con la escoria de la escuela y por poco olvidó lo que se decía de él y de su pandilla. 

Gray Wolf o simplemente Gray era como le llamaban, y su porte musculoso y rudo lo subía al pódium de las personas que no-debes-toparte-nunca-en-la-vida-si-quieres-vivir. Él estaba en el equipo de fútbol americano y era una bestia en la cancha, tanto que incluso le dislocó el hombro a un chico del equipo contrario en la temporada pasada y las leyendas acerca de Gray Tucker eran tan conocidas que se habían esparcido en otras escuelas. 

GRAY WOLF [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora