Capítulo dos: Todo podía salir mal.

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Grayson.

Se resignó a que no llegaría a tiempo a clases antes de siquiera intentarlo, así que dejó que sus tres amigos corrieran por sus vidas para poder llegar a sus clases mientras él se sentaba en el pequeño punto al que iba con ellos todo el tiempo, el cual estaba estratégicamente fuera del alcance de la vista y olfato de cualquier prefecto ya que tenías que pasar toda la cancha de fútbol americano para llegar a él. 

Durante esos momentos de silencio comenzó a pensar en cómo haría para pagar la luz y alimentar una familia de 8 con el recortado presupuesto que tenían. 

Maureen trabajaba como mesera en un restaurante barato, Mark arreglaba computadoras de vez en cuando, Marianne cuidaba niños los fines de semana y Grayson trabajaba como valet parking durante las noches en un restaurante de lujo pero ni siquiera con los cuatro era suficiente. 

Fue entonces cuando recordó el motivo por el cual no le gustaba estar solo con sus propios pensamientos; todo se le venía a los hombros y le parecía imposible dejar de pensar en ello todo el día. Suspiró resignado y apagó el cigarrillo en una roca antes de ponerse de pie y comenzar a caminar hacia la escuela. 

Los pasillos estaban casi completamente vacíos y silenciosos a excepción de los murmullos provenientes de los salones y sus bota viejas contra el linóleo. Se dirijo al baño más cercano, el cual siempre estaba solitario y oscuro debido a la mala localización de éste: en medio de un laboratorio de química que nadie utilizaba y el cuarto del conserje. Tan olvidada estaba esa parte de la escuela que los focos se veían más opacos ahí e incluso había varias bombillas que no servían. 

Entró en silencio y fue directo a los urinales, pero antes de llegar escuchó un gemido ahogado proveniente de uno de los cubículos. Grayson se congeló en su lugar, escuchando aquellos sonidos de succión y los gruñidos extasiados de algún chico del otro lado de las delgadas puertas. 

Decidió no interrumpirlos así que terminó su camino hacia los urinales de puntillas y al acabar se dirijo a los lavabos, pero antes de que pudiera llegar a ellos la puerta se abrió de pronto y su curiosidad lo hizo girarse para ver quién era el afortunado.

La sorpresa que se llevó cuando escuchó que le hacían una mamada a alguien en medio de la escuela no era nada comparada a lo que Grayson estaba sintiendo ahora, porque una mamada sería algo normal y mucho más para las personas de su edad pero que fuesen dos chicos los que salieron del cubículo... eso nunca se lo esperó. 

Y mucho menos el que uno de esos chicos fuese el mismo chico nerd del autobús, quien se había sonrojado como un tomate con un simple guiño de su parte y que el otro fuese nada más y nada menos que Jason Walker, uno de sus compañeros del equipo de fútbol americano y no cualquier compañero, sino el capitán; el chico perfecto, odioso y apuesto de la escuela, digno de cualquier novela romántica juvenil que lee Maureen cuando cree que nadie la ve.

Aquella era sin duda, la escena más extraña e inesperada que había visto en la vida. No era solamente el hecho que le estuvieran dando una mamada a un chico y que hubiese sido otro chico quien se la hacía, y el que era Jason "El perfecto" Walker  el que estaba involucrado en una aventura gay, sino que además de todo era Jason -el chico masculino, fuerte e imponente- era quien le había hecho la mamada a aquel chico delgaducho y nerd, lo sabía porque Jason se había estado limpiando la boca y el otro chico se cerraba el cierre antes de darse cuenta que él estaba ahí y había escuchado todo. 

Bueno, eso le enseñaría a no juzgar solo por el físico.

Ambos se quedaron estáticos en su lugar, pero fue Jason quien reaccionó primero y lo único que pudo hacer fue salir corriendo aterrorizado, dejándolo solo con el otro chico. 

GRAY WOLF [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora