Inhalé. Exhalé. Ya llevaba dándole cinco vueltas a la cancha de fútbol junto a Tim, y esta era la sexta. Los tobillos me ardían y la garganta me pedía urgentemente un galón de agua. Limpié con el dorso de mi mano unas pequeñas gotas de sudor que brotaban de mi frente y hacían su recorrido a mi mejilla, produciéndome cosquillas en la piel.
—Alto —exclamé—. Ya no puedo más.
Respiré entrecortadamente y me detuve a la mitad de nuestra carrera, llevándome las manos al pecho. Mi corazón latía fuertemente, queriéndose salir de mi pecho. Tim frenó a mi lado y sonrió burlón. Él parecía normal, como si le fuese costumbre dar seis vueltas a la cancha, mientras que yo seguramente tenía la cara roja como un tomate y los cabellos embadurnados en las mejillas por tanta transpiración.
—¿Ya te cansaste, Bristow? —Enarcó una ceja.
Hice una señal de rendición y me recargué en su hombro. Mis piernas ardían, sentía que en cualquier momento me caería al suelo.
—Tienes que hacer ejercicio más seguido —bromeó
—Ni loca.
Me solté la coleta y me abaniqué el rostro con las manos. Necesitaba urgentemente una botella de agua, mis labios estaban muy resecos. Recorrimos la cancha hasta llegar a una de las orillas donde teníamos nuestras mochilas, me dejé caer en el recortado césped y abrí rápidamente la mochila donde tenía una toalla y una botella de agua. Le di un largo trago hasta dejar la botella con casi nada de agua y la saboreé.
—Papá habló ayer —dijo Tim de repente.
Nos encontrábamos muy a gusto en el césped que recientemente habían regado, aunque se escuchaban las obscenidades por parte de los chicos de fútbol a las porritas y los gruñidos del profesor de Gimnasia.
—¿Ah, sí? ¿Y qué quería? —inquirí.
Me acosté en la hierba, disfrutando del temporal sol en mi rostro, pues de un momento a otro se iría para darle paso a un cielo nublado y, más tarde, lluvioso.
—Me platicó sobre su trabajo y ese tipo de cosas aburridas que hacen debatirme entre colgarle o no. —Reímos—. Y también me propuso irme allá con él, a California, por un mes.
Me levanté enseguida y fruncí el ceño. Es verdad que Tim se iba por unos cuantos días de vacaciones, máximo una semana, pero nunca se había ido por un mes entero. La razón: no nos gustaba permanecer mucho tiempo alejados. Él era mi único amigo, y yo también era su única amiga. Y el padre de Tim quería llevarlo de vacaciones a California por un mes entero.
Pero, pensándolo bien, el padre de Tim necesitaba verlo, y seguramente no se conformaba con unos días al año. «Es solo un mes», me dije.
—Ve, diviértete —dije, muy convencida con mi nueva perspectiva—. Solo será un mes.
—Papá compró una casa en California, a la orilla del mar —pronunció.
—Eso es genial. —Sonreí—. Serás el chico más bronceado de Robinson cuando vuelvas.
Me dejó de mirar, la sonrisa en su rostro tembló y desvió la vista hacia el profesor de Gimnasia que gritaba regaños a los que estaban entrenando.
—No me entiendes, Adeline —habló—. Quiere que me vaya con él a vivir a California.
—¿Tu madre está de acuerdo? —inquirí en un hilo de voz.
—Dijo que era mi decisión. —Guardó silencio, para después agregar—: Tengo cinco meses para pensarlo.
Cinco meses, los meses restantes para que termináramos segundo grado. Estaba a punto de decirle que no se fuera, que se quedara aquí en Concord, pero vi su expresión, y decidí cerré la boca. ¿Y si él quería irse a California? Si yo le decía que no se marchara estaba segura de que no lo haría, se quedaría por mí, pero yo no le quería cortar las alas.
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Cazadores: Los doce poderes
ФэнтезиExiste una fuerza mayor a todos nosotros, más fuerte que todo lo que alguna vez hayamos conocido, que hemos llamado el Rayo. Es librador de debilidades, portador de vida perpetua y dador de doce poderes. Muchos ávidos de poseer dominio intentan enco...