Capítulo 20

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Las ventanas se fragmentaron en pequeños trozos que cayeron sobre nosotros. Me cubrí la cabeza con las manos mientras los pedazos saltaban por todos lados y caían en mi pelo. Lo único que podía escuchar era el fuerte ruido de los vidrios estampándose en el suelo y los gritos de todos en el salón.

—¡Salgan! ¡Salgan todos! —gritó el profesor Gómez.

Aventándose unos con otros y apresurándose a la entrada las personas se digirieron a la puerta. Yo sabía que esto no era ningún ataque terrorista o cualquier otra cosa. Miré a Nathaniel en busca de respuestas.

El tiempo se detuvo.

Los gritos pararon y todos se quedaron inmóviles. El profesor Gómez se paralizó con la mano puesta en el pomo de la puerta.

Nathaniel me tomó del brazo y me condujo a la puerta. Empujó a algunas personas y cuando tropecé con un gran pedazo de vidrio me sujetó con más fuerzas. No tuve tiempo de quitarme unos cuantos fragmentos de vidrio del cabello cuando por el otro lado del pasillo apareció una forma humana.

Kenneth.

Divisé su sonrisa, tranquila y encantadora, pero con un borde peligroso. Nathaniel me tiró hacia el lado contrario del pasillo y empezó a correr aún sujetándome del brazo. Mis pies chocaron entre sí, pero Nathaniel me impulsó y corrimos.

No sabía adónde nos dirigíamos o qué haríamos. Lo único que tenía claro es que el grupo de Cazadores no se fue como lo habían acordado y ellos habían sido los causantes de romper los vidrios del salón de Literatura.

Arrancamos por un pasillo donde había varias personas inmovilizadas y después por otro, hasta llegar a la entrada. Empujó la puerta y emergimos al estacionamiento.

Me estremecí al ver en medio del estacionamiento a los cuatro Cazadores, esperándonos. Solo Kenneth y Beth sonreían, pero no eran sonrisas que desearan nada bueno.

Nathaniel me puso tras su espalda. Julien apareció, seguido de Thomas, Byron, Carol y Olivia.

—Acordamos que se irían —gritó Nathaniel. La mandíbula le temblaba de furia y todos los músculos de su espalda sobresalían contraídos.

—Cambiamos de opinión —dijo Kenneth. Sus ojos se posicionaron en mí y su sonrisa se ensanchó—. Queremos a la chica.

Comprendí el brillo hambriento en sus ojos violáceos y cuál era su objetivo: absorberme. No se irían hasta cumplirlo.

Al unísono todos se desplazaron. Nathaniel me soltó y corrió a una velocidad impetuosa hacia Kenneth, tomándolo del pecho y arrojándolo en el aire. Carol se posicionó a mi lado en las escaleras, me sonrió tranquilizadoramente, aunque los bordes de sus labios temblaron.

Julien se acercó a Beth. Su abrigo negro se batía en el viento y su forma se borraba mientras corría hacia él. Se colocó detrás de Beth y lo sorprendió con un golpe por la espalda. Cuando Beth intentó regresárselo Julien se evaporó como niebla, para rápidamente reaparecer detrás de él.

Thomas fue por Kenneth junto a Nathaniel y Olivia y Byron por Rob.

La mirada de Adanae se encontró con la mía y corrió hacia nosotras. Su largo pelo castaño se sacudía en el viento. Me preparé para recibirla. Correr no me sería útil para defenderme. Tendría que confrontarla. Pero Carol se adelantó a mí, mandándome una mirada que decía «quédate aquí» e embistiéndola fuertemente. El impacto las hizo trasladarse a unos metros de distancia, lo suficiente para mantener a Adanae alejada de mí.

Carol le dio un golpe en la mandíbula e intentó subirse encima de ella, pero no pudo. Tal vez Adanae era más fuerte o estaba más adiestrada, porque la dominó fácilmente y se subió sobre ella, sus manos ávidas dispuestas a absorber su poder. Carol no hacía nada para evitarlo. No se retorcía ni gritaba. Entonces caí en la cuenta de que Adanae estaba ejerciendo Agonía Mental en ella.

Cazadores: Los doce poderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora