Cuando desperté instintivamente volteé a mirar el pequeño sillón en busca de Nathaniel. Pero él no se encontraba ahí. Entonces los recuerdos de la noche anterior se agolparon en mi mente y esa sensación placentera me invadió al recordar el beso con Nathaniel.
Una parte de mí reconocía que estuvo mal lo que hicimos y existían múltiples razones para tachar nuestro beso como «incorrecto»; pero la otra parte, a la que pocas veces le hacía caso porque no era prudente, me pedía a gritos un momento igual al de anoche.
Me sentía confundida, nerviosa y culpable. Inevitablemente vería a Nathaniel en la preparatoria, y no sabía definir con exactitud cuál sería su reacción.
De camino a la escuela unas cuantas preguntas estuvieron rondándome la mente: ¿cómo actuaria Nathaniel de ahora en adelante? ¿Fingiría que nada había pasado o me pediría hablar sobre el tema para disculparse?
Sabía que estaba mal lo que habíamos hecho, muy mal —aunque solo fue un beso—, porque Nathaniel estaba con Olivia. Además, cada vez que mi cuerpo o mis retorcidos pensamientos me pedían un beso más, el recuerdo del trance venia a mi mente para torturarme. Visualizar a Olivia y a Nathaniel en su habitación, desnudándose y besándose, me causaba una sensación sombría y furiosa que solo tenía una definición: celos.
Divisé a Julien en el estacionamiento, recargado en la puerta de su auto y fumando un cigarrillo. Me acerqué a él y evité el impulso de arrugar la nariz al oler el nauseabundo aroma del tabaco.
—Adeline —pronunció—. ¿Dormiste bien?
Lo primero que se me vino a la cabeza fue que él sabía lo del beso con Nathaniel. Pero eso era imposible. No creía que Nathaniel se lo hubiera dicho a nadie, y tampoco creía que Julien lo hubiera visto en mi mente, pues hoy más que nunca me tomé mucho tiempo y escrupulosidad en fortalecer mi muro mental para que nadie viera los sucesos que intentaba ocultar con todas mis fuerzas.
—Sí, lo hice. —Julien no sabía nada del beso; solo preguntaba si dormí bien al saber que otro grupo de Cazadores se encontraba en Concord. Mi secreto seguía a salvo—. Solo quería preguntarte qué sucedió con los Cazadores.
Le dio una calada a su cigarrillo y exhaló el humo a un costado, aunque el olor era tan fuerte que lo percibí irritando en mis fosas nasales. Tiró al suelo la colilla y lo pisoteó para apagarlo.
—Les seguimos el rastro. Se hospedaron en un hotel en el centro y solo vi al chico, Ron, una vez ir al 7-Eleven. Dejaron el hotel antes de que amaneciera y Thomas y yo los seguimos para supervisar que dejaran Concord.
—Eso es bueno. Significa que no vinieron por mí.
Sonreí, y por un instante olvidé lo desagradable que me resultaba oler el humo del tabaco aún perceptible en el aire.
—Puede ser —dijo, encogiendo un hombro.
—Gracias, Julien.
Él estaba haciendo mucho por mí y sentía que yo no estaba siendo lo suficiente agradecida.
Me regresó la sonrisa.
—No hay de qué.
Sacó otro cigarrillo de su bolsillo y lo prendió con un encendedor que sacó del mismo lugar, y yo no rechisté por el olor.
Nos encontramos en gran parte del primer turno de clases, en los breves descansos entre clase y clase, pero lo perdí de vista a la hora del almuerzo, pues yo salí del salón de Biología veinte minutos después del timbre porque tenía pendientes unos deberes.
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Cazadores: Los doce poderes
FantasyExiste una fuerza mayor a todos nosotros, más fuerte que todo lo que alguna vez hayamos conocido, que hemos llamado el Rayo. Es librador de debilidades, portador de vida perpetua y dador de doce poderes. Muchos ávidos de poseer dominio intentan enco...