Desperté en una habitación completamente desconocida. No me encontraba en mi dormitorio, ni siquiera en mi casa. Me levanté, pero al momento me volví a sentar en la orilla de la cama porque me sentía mareada y un tanto aturdida. Observé mi entorno, intentando deducir dónde me encontraba y qué estaba haciendo ahí. Era un dormitorio con tan solo un ropero carcomido y la cama. Todo parecía muy viejo; las paredes deterioradas por las polillas y el piso de madera deslucida.
Cuando creí que los mareos disminuyeron me volví a levantar. Me hallaba descalza y traía la misma ropa del día anterior, pero estaba limpia. Mis piernas ya no tenían la sangre que yo recordaba, pero sí tenía sangre seca en las manos y pies. Mi marca de nacimiento volvía a ser una cicatriz, aunque me pregunté cuándo se volvería a abrir.
¿Qué estaba haciendo yo ahí? Y exactamente, ¿dónde me encontraba? Quería recordar algo, lo más cercano, pero lo último de lo que fui consciente es que la veta de luz brillante me levantó, entonces una explosión de luz blanca me dio en la cara y me desmayé. Pero ¿después de eso qué pasó?
Me acerqué a la única ventana que había. Estaba empañada, pero alcancé a ver el bosque muy cerca, a unos cuantos metros, pinos y pinos que se alzaban a kilómetros de distancia. Obviamente no me encontraba en mi casa, pero no era capaz de que el miedo me embargara. Mi mente estaba aturdida y sumamente confundida con lo ocurrido la noche anterior. Tenía tantas preguntas, pero no sabía quién podía respondérmelas.
Acaricié con el dedo la cicatriz en la palma de mi mano derecha. La noche anterior, cuando intenté parar el sangrado, no había podido tocar la marca porque lo único que lograba era que doliera y sangrara más.
«¿Qué me está pasando?», me pregunté.
La puerta se abrió y entró Carol. Se sorprendió al verme ya levantada, pero me sonrió tímidamente. Llevaba una toalla y una pila de ropa en las manos. Yo también me sorprendí al verla ahí.
—Ya despertaste —me dijo. Dejó la ropa en la cama—. ¿Cómo te sientes?
—Aturdida y confundida —confesé. Me sorprendió mi voz, muy ronca y áspera por tanto gritar.
Se detuvo a unos metros de mí, apretándose las manos en muestra de nerviosismo. ¿Por qué estaba nerviosa?
—Eso es normal —susurró.
—¿A qué te refieres?
Fruncí el ceño.
—Adeline, nosotros... —balbuceó—. Estoy segura que quieres darte una ducha. Te he traído ropa y una toalla.
Tomó la pila de ropa de la cama y me la tendió. Su sonrisa flaqueó al ver mi expresión.
—Carol, ¿a qué te refieres con que es normal lo que me sucedió ayer? —inquirí, haciendo caso omiso a sus anteriores palabras.
—Existen cosas que tú no sabes sobre ti, sobre nosotros. Pero pronto las sabrás, Adeline. Solo espera —Volvió a sonreírme—. Por ahora toma una ducha. Te aseguro que te sentirás un poco mejor.
Todo daba vueltas en mi cabeza, mi mente era un embrollo de preguntas y miedos, pero confiaría en las palabras de Carol y esperaría. ¿Qué más podía hacer?
La seguí obedientemente a otra habitación, una más amplia y con un toque personal. Pero al igual que el lugar donde pasé la noche, esta habitación también parecía muy vieja. Me pregunté si la casa tenía el mismo aspecto.
—Es mi dormitorio —aclaró Carol—. Si necesitas algo, Adeline, dime.
Me indicó la puerta del baño y me dejó sola. Me quité la ropa monótonamente y la hice un montoncito sobre la tapa del inodoro para lavarla cuando regresara a casa. Pensé en mis abuelos. ¿Ellos sabían dónde me encontraba o me estaban buscando? Seguramente estaban sumamente preocupados, al igual que Tim.
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Cazadores: Los doce poderes
FantasíaExiste una fuerza mayor a todos nosotros, más fuerte que todo lo que alguna vez hayamos conocido, que hemos llamado el Rayo. Es librador de debilidades, portador de vida perpetua y dador de doce poderes. Muchos ávidos de poseer dominio intentan enco...