Capítulo 18

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—Aléjate de él, Adeline —vociferó Nathaniel a mi costado.

Me presionó contra él y me jaló del codo para apartarme lo más posible del Cazador. No lo había visto venir. Ni al Cazador ni a Nathaniel. Pensé que el hormigueo en mi cuello era porque Carol estaba cerca de mí, pero al parecer me equivoqué.

Carol apareció inesperadamente a mi otro costado, al igual que Julien, Thomas, Byron y Olivia. Sus miradas estaban llenas de desconfianza y aversión, dirigidas únicamente al Cazador.

Pero él no se encontraba solo.

En la carnosa rama de un imponente árbol se presentó misteriosamente una chica, tal vez de mi misma edad, inclinada en la punta de la rama con una apariencia peligrosa. Luego un chico se solidificó al lado del primer Cazador. Su aspecto era tan enfermizo que me revolvió el estómago con un espasmo. Traía puesta una delgada camisa blanca y pantalones cortos muy deshilachados. Los huesos de todo el cuerpo se le revelaban prominentemente por debajo de la camisa y su rostro consumido no parecía humano.

Momento después apareció otro chico, que a diferencia del pasado, este era corpulento y alto. Su mirada era suspicaz y conservaba una sonrisa maliciosa en el rostro. Era el único que sonreía de todos.

—Venimos en son de paz —habló el Cazador de ojos violáceos. Su voz era tranquila, incluso encantadora.

Advertí en que los ojos de los cuatro no eran normales. Eran de tonos insólitos y muy potentes, lo que comprobaba que tenían adicción por los poderes.

—¿A qué han venido? —rugió Nathaniel. Su voz era feroz y enfadada. Sus dedos presionaban mi codo y me mantenía detrás de él, pero sobre su hombro podía observar todo lo que sucedía.

—No queremos problemas.

—Entonces será mejor que se vayan. Nosotros hemos llegado primero.

El sujeto evocó una sonrisa de entendimiento. Parecía que quería llevar las cosas en paz, pero no podía confiarme de su expresión amable, porque seguramente era mentira.

—Lo entendemos. Nuestro destino es llegar a Boston. Nos han llegado rumores de que el Rayo ha transformado a una gran masa de personas allá. —Un destello hambriento brilló en sus ojos—. Solo permaneceremos en Concord un día, si ustedes lo permiten, claro.

Se sentía la tensión en el aire. La chica en la punta de la rama no apartaba la mirada de mí, examinándome de pies a cabeza inquisitivamente. Sentí sus ojos en mi pelo descubierto. Desde que los abuelos habían visto el mechón grisáceo decidí que ya no tenía la necesidad de ponerme la capucha en toda ocasión. Pero en este momento deseé traerla puesta. Los ojos de la Cazadora me penetraron, como si intentara leerme o introducirse dentro de mí, así que engrandecí mi muro mental tanto como pude para que ella no pudiera ver lo que yo pensaba.

—Sus nombres —pidió Nathaniel autoritariamente.

—Soy Kenneth. —El nombre me sonó de algún lado, pero no pude recordar de dónde lo había escuchado—. Él es Ron. —Apuntó al chico huesudo, quien ni siquiera se movió ante la mención de su nombre. Parecía ido, mirando un punto inexacto del abrigo de Julien—. Beth. —Señaló al tipo corpulento, quien no dejó de sonreír en ningún momento. Pero su sonrisa no era nada agradable. —Y ella —La chica bajó de la rama de un salto. Eran alrededor de seis o siete metros, y cayó en pie, situándose al lado de Kenneth—, es Adanae.

Los cuatro tenían ese inconfundible aspecto amenazador y fiero. Sus ojos alterados eran la prueba de su ferocidad.

—Pueden permanecer aquí. Pero solo un día. Tendrán que irse mañana mismo —dijo Nathaniel.

Cazadores: Los doce poderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora