Capítulo 22

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El estrépito me perforó los oídos y la respiración se me quedó trabada en el cuerpo. No sentí dolor, no caí al suelo, no sentí nada. Seguía en pie, intacta y sin sangrar.

Nathaniel le había disparado a Kenneth en la pierna, y segundos después aparecieron Julien, Thomas, Byron, Carol y Olivia. Empezó una lucha.

Yo seguía viva. Me llevó un momento asimilar esa información y ser consciente de dónde me encontraba y lo que tenía que hacer. Mandé mis piernas a reaccionar, pero antes de que fuera capaz de moverme, alguien me arrojó al suelo. Caí contra un árbol y el impacto me sacó la respiración de los pulmones. Seguía teniendo la visión borrosa por las lágrimas, así que no pude distinguir quién era. Solo diferencié una forma humana acercándose a mí, parpadeé repetidas veces y enfoqué la vista.

Era Olivia.

Se acercó a mí amenazadoramente y posó sus ojos sobre los míos. Sentí dolor, enérgico y penetrante. Encajé las uñas en la corteza del tronco e intenté alejarme de ella retrocediendo, pero mi espalda chocaba contra el árbol. Susurré «no, no, no» conforme ella se acercaba más hasta quedar frente a mí.

El dolor aumentó. Me invadió por los brazos, introduciéndose en mí súbitamente y recorriéndome cada parte de mi piel. Por los pies, subiendo y subiendo, hasta explotar en mi cabeza.

Grité, pero no estaba muy segura de que alguien me escuchara. Mientras tanto, Olivia me observaba desde su posición, impertérrita y tranquila.

Apreté los dientes. El dolor se presentaba en diferentes formas, golpeando estratégicamente cada parte de mi cuerpo y estallando en las zonas más sensibles. Mis oídos lo único que escuchaban era un sonido chirriante. Mis ojos solo podían ver a Olivia, su delicado rostro sobre mí, sus ojos amarillos perforándome y su sonrisa maliciosa dirigida únicamente a mí.

Pude escuchar algo distinto al chirrido, una voz. Nathaniel.

—¿Olivia? —Sonaba furioso y sorprendido—. ¿Qué estás haciendo?

Olivia miró hacia una dirección, seguramente lo miraba él, retrocedió unos cuantos pasos y vaciló. Entonces desapareció en una volátil niebla que desapareció poco a poco.

Cuando ella se marchó, el dolor también lo hizo.

—¿Estás bien, Adeline? —preguntó Nathaniel.

Se arrodillo a mi lado y tomó mis manos entre las suyas. Su rostro lucía tan triste. Las lágrimas brillaban tras sus párpados.

—¿Dónde están Kenneth y Adanae? —pregunté alarmada.

—Desaparecieron. Lograron huir —respondió sombríamente, y repitió—: ¿Estás bien?

—Sí, lo estoy —respondí con un suspiro—. ¿Y tú?

Levantó la mirada, y yo seguí su dirección. Byron se encontraba sentado en el suelo, con un desgarrón en la camiseta, y Julien se sentó a su lado. Thomas y Carol estaban en las escaleras de mi casa. Lucían cansados y derrotados.

Carol me sonrió al verme. Intenté regresarle la sonrisa.

—Estoy bien ahora que tú lo estás —respondió. 



Cazadores: Los doce poderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora