Al día siguiente, cuando llegué a Robinson, me tomé unos minutos en cerrar los ojos, exhalar largos suspiros y fortificar mi muro mental. Lo creé de tal forma que ningún pensamiento escurridizo y ajeno se pudiera colar o, en el caso de que me distrajera, el muro no se cayera, tal como me había sucedido el día anterior. Cuando decidí que el muro era impenetrable, entré a la preparatoria.
Lo único malo es que yo no era impenetrable.
El nombre de Jimmy salía de los labios de todo el que estudiaba en Robinson. Lo escuchaba en conversaciones susurrantes y entrecortadas; era el principal tema de conversación; cada quien sacaba sus teorías de lo que pudo haberle pasado. ¿Era posible sentirme peor?
Al otro lado del pasillo divisé a Juliette, lo que me hizo pensar que existía algo o alguien en contra de mí que deseaba hacerme sentir una escoria, una delincuente.
«Tú lo mataste.»
Apreté los libros entre mis manos y le añadí un par de ladrillos a mi muro. Efectuar eso me hacía sentir un poco segura y lúcida, pero no lograba que la culpa se disipara. Esa siempre estaría ahí.
Me encontraba tan sumida en mis pensamientos que no me percaté cuando choqué con otra persona. Los libros se me cayeron al piso y me tropecé, pero hábilmente yo no caí y me estabilicé rápidamente. Uno de los beneficios de haber sido transformada: ya no era tan torpe.
Le eché un vistazo a la otra persona. Me sorprendí al ver a Julien en Robinson.
—Hola —dije sonriente—. No imaginé verte por aquí.
Nos agachamos al mismo tiempo a recoger mis libros del suelo.
—Te dije que nos veríamos todos los días.
—No pensé que hablaras tan enserio.
Vestía ropa informal, jeans desgastados y camisa azul. Los dos anteriores encuentros que habíamos tenido lo recordaba con un pesado y largo abrigo que lo hacía ver imponente y temible; pero ahora parecía un chico normal de preparatoria. Aunque el mechón grisáceo en su cabellera negra y sus intrigantes y potentes ojos verdes levantaban varias miradas.
Tenía los ojos muy verdes, demasiado para ser normales, por lo que eso me llevó a pensar que, al igual que Nathaniel y Olivia, él también poseía una adicción por los poderes.
—¿Cómo pudiste ingresar a Robinson? Perdón que lo diga, pero pareces más un chico de universidad.
Sonrió.
Lo calculaba entre los veinte años, al igual que Nathaniel. La ropa lo hacía pasar inadvertido, pero seguía viéndose mayor que todos nosotros. Obviamente no estaba entre los quince o diecisiete años.
—Control Mental —respondió, encogiéndose de hombros.
Ejerció el poder en la directora para ser admitido, manipulando su mente. Hasta el momento no se me había pasado por la cabeza que obviamente Nathaniel y los demás hicieron lo mismo para ingresar a Robinson.
—Al parecer a tu novio le molesta que hablemos.
—¿A quién te refieres? —inquirí confundida.
Miraba algo sobre mi hombro, y cuando me giré para seguir la misma dirección que él, reparé en Nathaniel al principio del pasillo, observándonos fijamente. Había algo en su mirada, inquietante y misterioso, que me animó a voltearme rápidamente y seguir recogiendo los libros como si no me hubiese dado cuenta de él.
—Él no es mi novio —aclaré. Solo rogaba internamente que Nathaniel no se acercara a nosotros.
—Oh, lo siento. Yo pensé... No importa. ¿Es con él con quien tengo que hablar para unirme a su grupo?
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Cazadores: Los doce poderes
FantasiaExiste una fuerza mayor a todos nosotros, más fuerte que todo lo que alguna vez hayamos conocido, que hemos llamado el Rayo. Es librador de debilidades, portador de vida perpetua y dador de doce poderes. Muchos ávidos de poseer dominio intentan enco...