Capítulo 9

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Eran las seis de la mañana cuando Nathaniel y yo salimos de su casa. La lluvia continuaba, pero solo era una llovizna tenue a comparación del vendaval de hacía unas horas. Me froté los brazos. Todavía traía puesta la ropa mojada. Vi el auto de los abuelos aparcado afuera del jardín y maldije internamente. Los abuelos seguramente ya se encontraban despiertos, y si no veían su auto en la cochera ni a mí en mi habitación, se pondrían furiosos. Bastantes problemas tenía con ellos por desaparecer un día y medio. Ellos no sabían que el Rayo me había transformado, sino que me había pasado todo un día en el hospital, cuidando de Carol. Al final de cuentas se tragaron el cuento, pero había perdido un poco de su confianza.

—Tomaremos el camino rápido —me dijo Nathaniel.

Sabía que se refería a utilizar su poder de Traslación para llegar más pronto a mi hogar.

—No, el abuelo me matará si no ve el auto en su lugar —expliqué—. Pero también me matará si se da cuenta de que lo conduje.

—Yo me encargo del auto. —Hizo un gesto vago con la mano, restándole importancia al asunto.

Antes de que pudiera preguntarlo lo que iba a hacer, ya nos encontrábamos en mi habitación. Una sensación de vértigo me invadió, como si hubiese dado muchas vueltas.

—La sensación es normal. Se te quitará cuando te acostumbres —expresó.

—¿Qué pasará con el auto? —inquirí. Se me revolvió el estómago de tan solo pensar que el abuelo pudiera descubrir que su amada y destartalada camioneta no se encontraba en la cochera.

—No te preocupes de eso. —Se dirigió a la ventana—. Cámbiate de ropa y háblale a... ¿Cómo es que se llama ese chico que te recoge todos los días?

—Tim, se llama Tim.

Rechiné los dientes. ¿Cómo es que podía olvidar su nombre? Solo eran tres letras, no era tan difícil.

—Ah, sí, Tim. Háblale e invéntale una excusa. Hoy no irás a la escuela. En cuanto más pronto arreglemos el asunto de tu puesto en nuestro grupo mejor para ti.

Desapareció por el ventanal en un santiamén. Me quité la ropa mojada y me puse algo cómodo. Me coloqué la capucha que las últimas semanas había utilizado para cubrir el mechón de cabello grisáceo. Mis abuelos aún no estaban enterados de mi nuevo cambio de look, y no sabía cuál podía ser su reacción, así que decidí que lo mantendría escondido hasta que tuviera el valor de mostrárselos.

Le mandé un mensaje a Tim diciéndole que no pasara por mí porque me sentía un poco mal. Después de la escuela seguramente se pasaría por mi casa para preguntar cómo me encontraba, pero esperaba que para ese momento ya hubiese terminado el asunto de mi lugar en los Cazadores. Sabía lo que significaba: matar a Jimmy. Le había dado vueltas a la idea, pero no le di el tiempo necesario para que el miedo y el remordimiento me asaltaran.

La abuela entró a mi habitación, sorprendida de que estuviese arreglada a esas horas de la mañana. Me aseguré la capucha a la cabeza para que el mechón grisáceo no se me notara y le sonreí.

—Te dejo comida en la nevera para cuando llegues de la preparatoria —me dijo.

—Está bien. Gracias.

—Tomate el día, cielo. Hoy no hay mucha gente en la tienda.

Me sonrió antes de salir. Estaban a punto de marcharse, y si salían y no veían la camioneta por ningún lado el abuelo me castigaría de por vida.

Inquieta, me dirigí hacia la ventana y suspiré aliviada cuando vi la destartalada camioneta en su sitio. Ahora solo tenía que esperar a que los abuelos se marcharan y Nathaniel volviera para decirme lo que teníamos que hacer.

Cazadores: Los doce poderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora