Me levanté con el pie izquierdo esta mañana. El despertador, programado para sonar a las siete, no me despertó como debió hacerlo, pero sí la siguiente alarma dispuesta a las siete y treinta. Las clases comenzaban a las ocho, así que cuando vi la hora me levanté de un salto de la cama y me quité las sábanas de encima de un empujón. Llegaría tarde a la preparatoria, sí o sí.
Aún no estaba completamente despabilada, por lo que me di un golpe en el dedo pequeño del pie con la esquina de la cama y chillé de dolor.
Accidentes como esos me pasaban casi diario.
—¿Estás bien, cielo? —preguntó mi abuela desde el otro lado de la puerta.
—¡Sí, solo un accidente! —contesté, haciendo equilibrismo para mantenerme parada en un pie mientras me sujetaba el otro y daba saltitos para no caer.
Cuando se me pasó el dolor me vestí rápidamente y bajé a la cocina. Ni siquiera me tomé la molestia de peinarme, sólo me sujeté el cabello en una coleta desordenada, me lavé los dientes y me eché agua en la cara. No quería ni pensar cuál sería mi aspecto.
Mi abuela hizo una mueca en cuanto me miró, lo que comprobaba mi teoría: lucía fatal.
—¿Estás bien, Adeline? Te veo un poco cansada —dijo.
Estaba preparando el desayuno: jugo de naranja, pan tostado y café. Era lo que generalmente comíamos los abuelos y yo por las mañanas. Pero hoy no podía probar el delicioso café de la abuela porque iba tarde. Me limité a tomar una manzana del canasto y guardármela en la mochila.
—No he dormido bien últimamente. Solo eso —respondí. Recorrí la cortina de la ventana y atisbé una conocida Nissan plata aparcando afuera—. Tim ya llegó. Nos vemos en la tarde, abuela.
La besé en la mejilla y salí antes de que me reprendiera por no dormir bien. Me preguntaría la razón, y yo no estaba preparada para hablarle de las pesadillas que por las noches me atormentaban y no me dejaban dormir. Tal vez no eran pesadillas, sino malos sueños, pero lo que veía en ellos me horrorizaba.
—¿Todo bien? —me preguntó Tim en cuanto subí al auto.
Hizo una mueca al ver la facha que traía.
—¿Qué sucede? ¿Acaso tengo una espinilla volcánica en el rostro? —espeté, un tanto irritada de que pusieran esa cara al verme.
—No, no. Es solo que se te nota que estás muy cansada. Yo estoy igual. Ya sabes, por los exámenes.
—Ni me lo digas. Soy tan mala en Historia que seguro repruebo.
Pasamos el trayecto a la preparatoria hablando de los exámenes que se acercaban y lo aburrida que resultaba la clase de Historia con el profesor Guter y sus monólogos interminables. Tim hizo un comentario sobre lo ojerosa que me encontraba, pero no le expliqué por qué estaba tan demacrada. ¿Cómo explicarle a Tim que tenía malos sueños que me atormentaban, no me dejaban dormir y se repetían cada noche? ¿Cómo decirle que, aunque yo sabía que eran sueños, se sentían tan reales? Soñaba con personas que ni siquiera conocía y nunca había visto. A veces se presentaban breves fragmentos de escenas que no entendía. Duraban minutos, pero se repetían vez tras vez.
El sueño que más veces había tenido últimamente y se repetía noche tras noche era el de una mujer que flotaba en el aire, con las extremidades inmóviles y los ojos cerrados. Ascendía lentamente y una luz áurea y cegadora la envolvía. Su cuerpo desprendía círculos diminutos de fulgor, como las chispas que se desprenden del fuego.
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Cazadores: Los doce poderes
FantastikExiste una fuerza mayor a todos nosotros, más fuerte que todo lo que alguna vez hayamos conocido, que hemos llamado el Rayo. Es librador de debilidades, portador de vida perpetua y dador de doce poderes. Muchos ávidos de poseer dominio intentan enco...