Un perro callejero.

1.2K 81 13
                                    



—Oye, anciana. ¿Esos son manjus?—el joven desaliñado preguntó ese día de invierno, en el que ella había ido a visitar la tumba de su difunto esposo— ¿Puedo comerlos? Estoy a punto de morir de hambre.

Otose, estando frente la lápida de la familia Terada, mostró una ligera sonrisa y respondió.

—No son míos. esos son los manjus de mi esposo. Pregúntale a él.

— Muy bien, entonces— bastó con esas palabras para que el sujeto extendiera la mano y devorará con poca delicadeza los bollos al vapor que estaban al lado del incienso de la tumba.

— ¿Qué te respondió mi esposo?— preguntó la anciana mirándolo con seriedad, sabiendo sólo con la apariencia que el joven desaliñado estaba pasando por una situación difícil.

— ¿Cómo le voy a preguntar a un muerto?— respondió él sin dejar de comerse la ofrenda.

—No me culpes sí él te maldice—advirtió la mujer cerrando los ojos, en su mente asumiendo que aquel estaba subestimando el mundo espiritual.

—Los muertos no hablan pero le hice una promesa— continuó Gintoki—. «A cambio de comerme tu ofrenda, protegeré a esta anciana en tu lugar. De todas formas parece que no le queda mucho tiempo ya».

Otose casi rió al escuchar aquello. Ese maltratado hombre parecía ser un idiota boca-suelta, pero que decía cosas interesantes.

Fue desde ese día que aquel tonto e inútil hombre empezó a vivir en el segundo piso de su casa. Vaya mala costumbre la de ella de cuidar a los animales abandonados, Jirochõ se lo decía seguido y la reprendía por hacerlo, pero ella en verdad no podía simplemente dejarlos cuando los veía hambrientos o heridos... Por una razón cómo esa ella había empezado a cuidar de un cachorro problemático. Pero no se arrepentía de haber decidido hacerlo, él realmente resultó ser un buen chico, inútil, mal-hablado, borracho, poco confiable... Pero aún después de todo, él nunca se olvidó de la promesa que hizo ese día de invierno.

¿Cuántas veces había puesto su vida en peligro para salvarla? ¿Cuántas veces se había puesto cómo escudo para protegerla? ¿Cuántas veces la había ayudado?

Hacía casi tan buen trabajo cómo el que su esposo hacía en vida. Y eso le era más que suficiente, él era un verdadero hombre de palabra, que de alguna manera mantenía el honor de un samurái real.

—Hugh... Maldita sea, en verdad ¿Qué demonios cargas en estas condenadas bolsas, vieja bruja?— se quejó Gintoki mientras caminaba al lado de Otose por una de las calles de Kabuki-chõ. Él llevando una bolsa en cada mano, mientras ella sólo una, que era la de aspecto más ligero.

—Te quejas cómo un niño— reprendió la mayor sin detenerse—. Eres un hombre ¿No es así?

El hombre puso una mala expresión.

— ¿Y por qué tuve que venir yo?—cuestionó con fastidio.

—Catherine se enfermó, y hoy es el día libre de Tama, no quise molestarla— contestó ella sin mirarlo.

— ¿Estás diciendo que está bien molestarme a mí?— gruñó el Sakata mirándola con represa.

— ¿Qué más da? De todas formas estabas haciendo el vago— dijo Otose mirándolo con una ceja inclinada— ¿O dices que no te importa dejar a una anciana cargar con todas estas cosas pesadas ella sola?

El samurái chasqueo la lengua y tras un suspiro acomodó las dos bolsas que cargaba en una sola mano extendiendo luego la otra a la mujer mayor. Ayano lo miró extrañada sin entender sus intenciones.

—Dámela— ordenó tomando la única bolsa que ella llevaba en manos—. Caminas muy lento, así llegaremos hasta la noche— tras decir eso volvió a caminar dejando atrás a la mujer un tanto sorprendida.

Otose mostró una pequeña sonrisa y vio la espalda del Sakata que seguía avanzando. Después miró al cielo nublado, del cual empezaron a caer copos de nieve cómo aquella primera vez que se conocieron.

—En verdad... Es un chico problemático, querido— musito sonriendo mientras aún miraba el cielo, diciéndole esas palabras a su esposo, quien de alguna manera ella sentía que era el responsable de que ahora Gintoki estuviera con ella—. Pero... Es un buen chico al fin y al cabo– dijo al final sacando un cigarrillo y prendiéndolo camino por donde el samurái se había ido.

KU-Pyon: no me malentiendan Dx, la comparación con un perro es más por la fidelidad y convección que tienen que por otra cosa, por el instinto de proteger y cuidar que Gin-chan tiene. Si en verdad tuviera que comparar a Gin-chan con un animal sería complicado... «Una bestia salvaje» cómo lo describen en el arco de Jirochõ le va bastante bien xD Fuerte, indomable, atemorizante, peligroso (asdfghjkl simplemente lo amo <3 )

En fin, espero les haya gustado ^o^ muchas gracias por el apoyo :D Y muchas gracias por leer.



Gintama One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora